Los que nacimos en los 70’s hemos atravesado con más, o menos conciencia, lo que significó el regreso de la democracia. Los pibes de esa época vimos por primera vez los mitines políticos de la Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista, entre otros. Y abiertamente, de Menem hacia acá, nos empachamos con hechos de todos los gobiernos que siguieron. Vimos como ganaron elecciones, las perdieron e intentaron volver. Cada época significó el arribo de un imperio de ideas que cada uno intentó llevar a cabo. Pero con su lado negativo a cuestas. Así, para bien o para mal, dirigieron a la nación. Alfonsín: Restauración de la República – crisis económica; Menem: Estabilidad monetaria – Estado en venta – corrupción – crisis latente. De la Rúa: Sobriedad – estallido social. Puerta, Camaño, Rodríguez Saá: timoneles en la tormenta. Duhalde: apuntalamiento del país después del “que se vayan todos”. Néstor Kirchner: esperanza – estabilidad- crecimiento, otorgamiento de derechos sociales, corrupción -propaganda para construir el mito. Cristina Fernández: Caída del crecimiento-sostenimiento del consumo con inflación, corrupción, profundización propagandística del mito kirchnerista, ampliación: de derechos sociales y de la pobreza. ¿Y Macri? Aún es muy pronto, recién van quince meses, pero se puede trazar una proyección.Económicamente el actual Gobierno aún no encuentra la vuelta al termómetro social. Algo crucial para ellos si no quieren que se esfume el capital político. El verano que comenzó con la época de los agrodólares durante la presidencia de Néstor se fue apagando con el paso de los años. Los valores de las materias primas bajaron y se mantuvo la temperatura ambiente de la economía gracias al consumo interno. El problema se generó en la forma en la que se financió el Estado en esos años. Con déficit fiscal. Se gastaba más de lo que se recaudaba. Alguna vez llegaron a hablar de “sintonía fina” pero era electoralmente perjudicial comenzar a recortar gastos, ampliar la quita de subsidios, etc. El Gobierno de Cambiemos vino a cortar con esa dinámica que generaba inflación. El Banco Central absorbió millones de pesos que estaban dando vueltas en el mercado. Alfonso Prat Gay comandó la devaluación del peso, sin temor “porque los precios de la economía ya estaban fijados al valor del dólar blue”. Resultado atroz. Los empresarios remarcaron y la inflación subió diez puntos sobre la que había medido la oposición en 2015. Consecuencia: 1,5 millones de nuevos pobres. Para los que querían ver, en ese momento se entendió cómo la inflación generaba pobreza y por qué el kirchnerismo había puesto tanto esfuerzo verbal y estadístico en ocultarla. En definitiva todo más caro, con paritarias que habían cerrado 20 puntos por debajo de lo que fue la suba de precios en 2016. Hablamos de los afortunados que cobraban sueldos en blanco, ya que los que estaban en la economía informal fueron quienes peor la pasaron y la pasan. Se multiplicó la afluencia de gente a los comedores barriales. La gente recortó gastos, cayó el consumo, cerraron comercios, fábricas y se multiplicaron los despidos. Por si eso fuera poco en esa dinámica de reinserción al mundo comenzaron a entrar productos extranjeros. Probablemente la estrategia del Gobierno fue que con competencia se pudiera frenar la descomunal suba de precios de los empresarios locales, que históricamente siempre tuvieron mucha más avidez ganancial (lógica) que responsabilidad social. Si iban a vender poco, al menos iban a continuar ganando lo mismo. Nadie debe esperar ver santos en la política y en Cambiemos no los hay. Pero por ahora lo poco que se puede valorar es la reconstrucción del Indec, para conocer exactamente dónde están ubicadas las variables económicas y sociales del país. Porque como ocurría antes, mentir es fácil, pero hay cuestiones como la pobreza que eran demasiado evidentes, no se podía tapar el sol con la mano. Hablar del rol de la Justicia con el actual Gobierno tiene claroscuros. Porque en este país de novela que supimos conseguir, la Justicia siempre estuvo influenciada por el poder político de turno. Hoy la oposición kirchnerista acusa a Cambiemos de orquestar una persecución judicial. Pero en lo que no reparan es que son “las pruebas” las que tienen a varios exfuncionarios y hasta la expresidenta y su familia a un paso del banquillo de los acusados. Sin embargo no hay que olvidar que el sentido común nos dicta que vivimos en un país donde los únicos que van presos si quebrantan la ley son los ciudadanos de a pie. “La clase” política, rara vez tuvo de los suyos tras las rejas. Por eso es fácil para “el pueblo” creer que atacan a sus líderes porque son “gente buena”. “Son malos” los que los llevan ante la Justicia. Pero así cómo les hicieron creer la historia del bien contra el mal, nunca les contaron que la impunidad es algo que se pierde cuando dejan el poder. Actualmente Mauricio Macri tiene siete imputaciones y más de 60 funcionarios de su administración están con causas judiciales por actos de gobierno. Podrán ser con fundamentos reales o podrá ser por aversión política de la oposición. El votante común, no fanatizado, espera que la Justicia sea independiente de verdad y que como en Brasil, “marque la cancha” a los gobiernos. Si quebrantaron el código penal, los jueces argentinos deben mandarlos a la cárcel como lo harían con cualquiera de nosotros. Pareciera que los únicos argentinos felices con el Gobierno de Macri son los que están vinculados al negocio agrario. Después vendrían los que lo soportan solo porque corrieron al kirchnerismo del poder. Por último, los que lo aborrecen por ser neoliberal, insensible, no peronista etc, etc, etc. Este orden numeral puede cambiarse según le guste al lector. Pero para conocer fehacientemente su éxito o su fracaso habrá que esperar primero a las elecciones de octubre y finalmente a las presidenciales de 2019. Falta mucho, habrá que ver si lo dejan llegar, porque a confesión de partes, hay dirigentes que trabajan para que “se vaya en helicóptero”. Para analizar esta corriente de pensamiento (propia tanto de la derecha como la del progresismo de izquierda) que ha fomentado golpes de Estado y destituciones presidenciales en nuestra sociedad, caben las palabras de la historiadora Adda Bozeman (1908-1994). “Los imperios crecen y se derrumban, los gobiernos vienen y van, las civilizaciones permanecen y sobreviven a las convulsiones políticas, sociales, económicas e incluso ideológicas. La historia internacional documenta perfectamente la tesis de que los sistemas políticos son procedimientos transitorios de la epidermis civilizatoria y que el destino de cada colectividad unificada… depende en última instancia de l
a supervivencia de ciertas ideas estructurantes capitales en torno a las cuales se han aglutinado generaciones sucesivas y que simbolizan así la continuidad de la sociedad”.Con esta contextualización es pertinente preguntarse ¿ha tenido Argentina ideas estructurantes que simbolicen la continuidad de la sociedad como país? No parece, porque desde hace casi 90 años, por vía militar o democráticamente las fuerzas políticas han trabajado en un doble juego de fuerzas: contra el oficialismo y contra la oposición. En ese frenesí de lucha de poder no se percataron que en el medio estaban los argentinos y la Nación en sí. Si alguien quiere saber por qué Argentina no es el país que pudo haber sido con todo el potencial que tiene, allí puede estar la respuesta. Pasaron la Junta Militar, Alfonsín, Menem, De la Rúa, Puerta, Camaño, Rodríguez Saá, los Kirchner y también pasará Macri. Detrás de todos esos nombres y esas ideas políticas acerca de para dónde debe ir la Argentina, estamos nosotros. Otros países lograron ponerse de acuerdo en ideas centrales. Aquí pareciera como que recién hace 30 años nos independizamos de España y estamos en plena lucha entre unitarios y federales. Por Lic. Hernán Centurión
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