Corea del Norte siempre estuvo ahí, aunque es ahora cuando el mundo le presta verdadera atención. Unos cuantos videos de desfiles militares milimétricos y anuncios de lanzamientos de misiles bastan para ubicar al régimen en el lado oscuro de la comprensión, aunque las pruebas siempre llegan desde el mismo acusador y siempre sean dudosas, aunque la experiencia y la historia demuestren lo contrario.Una vez más preferimos hacer caso a los datos que apoyan las ideas predominantes e ignoramos la información que las contradice, otro claro ejemplo de lo que ocurre si nos dejamos llevar por el sesgo de confirmación. Detrás de todo se oculta, como viene siendo desde hace décadas, el doble estándar. Esa vara inquieta con la que se mide y se castiga a todos por igual, aunque en distintos momentos y según la conveniencia.Cambian los nombres y los partidos, cambian los tiempos y las formas de hacer y decir las cosas. Cambian los modos de intervenir y cambian los escenarios intervenidos, pero lo que permanece invariable, al menos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, es ese doble estándar con el que las potencias occidentales se mueven en el tablero internacional.Primavera es revolución… para algunosArrancaba 2010 cuando comenzaron a surgir inquietantes noticias de Asia y África, desde latitudes que siempre nos fueron indiferentes salvo por informaciones que hablaban de un mundo paralelo donde impera el autoritarismo. Los paquetes informativos llegaban desde todas las agencias y decían lo mismo: las sociedades se levantaban contra los regímenes totalitarios. Primavera Árabe fue el nombre… la exportación del “way of life” el motivo.Rápidamente las potencias occidentales se posicionaron a favor de las revueltas y dirigentes de buena parte del sistema internacional reclamaron cambios dirigenciales y la adopción de nuevas formas de gobierno que garantizaran alternancia y libertades fundamentales. Uno de los problemas imperantes fue la violencia ejercida por los Estados que buscaron acallar las manifestaciones en sus plazas principales. Muertos, heridos y detenidos se contaron por miles y los efectos de las revueltas cambiaron la percepción y las formas de entender al mundo.Pero a la vista de las potencias occidentales esas revoluciones claramente diferían en su calidad. No era lo mismo una protesta en Egipto o en Siria que una en un emirato árabe aliado o en Jordania. Las primeras recibieron el apoyo fundamental de las potencias. De las otras, históricos “amigos” o socios de Occidente, casi no se escuchó. Corriendo los límitesHace algunas semanas el espanto de un conflicto armado que entró en su séptimo año acaparó a la opinión pública global. Siria, teatro de guerra de las grandes potencias de estos tiempos, mostraba su rostro más inclemente. Hombres, mujeres y niños muertos o revolcándose de dolor por un ataque con armas químicas que inmediatamente fue atribuido al régimen gobernante.La respuesta fue fulminante, un bombardeo demoledor contra una base militar como para dejar en claro quién manda y como para establecer los límites en un conflicto con demasiados factores y protagonistas.Cayeron bombas sobre las bases del Gobierno sirio “porque matar niños es imperdonable” (aunque jamás hubo pruebas concretas y fehacientes que respalden la versión sobre la culpabilidad del régimen). El argumento, así expuesto, casi no admite discusión. Pero a fines de enero de este año también cayeron bombas occidentales sobre Yemen, cuyo Gobierno también denunció la muerte de niños por esos ataques, pero no hubo horror mundial por ello, de hecho no hubo siquiera condenas internacionales ni pedidos de investigación.Así las cosas, la moral adquiere múltiples formas y se emplea tanto para justificar la defensa de los valores como para la contención de grupos de presión; como forma desestabilizante de un adversario que algún tiempo atrás era un aliado vital.Colonias si… ocupación noLa vehemencia con la que las potencias occidentales salen en defensa de la integridad territorial ucraniana es envidiable. La ocupación rusa de la Península de Crimea fue una maniobra desacertada y peligrosa de Moscú que puso al mundo al borde de un conflicto con resultados impredecibles. Rusia no se piensa completa sin Ucrania y Crimea fue un polémico paso hacia ese propósito.La ocupación es atacada por las potencias occidentales desde todos los atriles internacionales, vehemencia que no se advierte en casos como Malvinas o Gibraltar, por nombrar dos significativas y muy conocidas. Una vez más el doble estándar, esta vez aplicado al colonialismo, una controversial vieja práctica que, paradójicamente, desarrollan ciertas potencias occidentales, esas que buscaron exportar sus modelos a los regímenes autoritarios asiáticos y africanos durante la Primavera Árabe.Lo que digo y lo que hagoVolviendo al caso que abrió este artículo se advierte la necesidad de Occidente de obstaculizar el avance del programa nuclear norcoreano. Recientemente el mundo puso su atención sobre el enigmático régimen comunista que, según se dijo, buscaría dar una muestra de poder a sus enemigos con el lanzamiento de un misil con poder devastador justo en el aniversario de su fundador. De hecho los grandes medios de comunicación, en base a datos de sus propios gobiernos, advirtieron que hubo una prueba, aunque resultó fallida y que días después hubo otra con el mismo resultado. A estas alturas muchos se preguntan, a partir de las informaciones que prevalecen, si el régimen norcoreano disparará una nueva guerra con final abierto. Si su líder, un joven al que el poder le “llovió” por ser nieto de e hijo de, se animará a llevar al mundo al abismo.Y mientras casi todos se preguntan esas cosas, pocos hablaron sobre la exitosa prueba de un misil balístico intercontinental que recorrió miles de kilómetros y cayó en un lugar determinado, tal y como se planificó. El que lo lanzó es justamente el que quiere evitar que Corea del Norte lo logre, el mismo que ostenta el poder de fuego más determinante del sistema mundial.No tan distintosBarack Obama es demócrata y fue el presidente del “cambio”, el hombre al que le entregaron el Nobel de la Paz para distribuirla por todo el planeta. Para llegar al poder habló de la necesidad de cambiar la forma de guerrear y de dejar de intervenir fuera de sus fronteras. Sin embargo, una vez que llegó a la Casa Blanca, dejó caer bombas de su país sobre Irak, Siria, Afganistán, Libia, Pakistán, Somalia y Yemen. El dato es revelador: en sus años de Gobierno estuvo en guerra más tiempo que cualquier otro presidente estadounidense, incluso George Bush.Donald Trump es republicano y asumió en lugar de Obama tras criticar que el músculo militar más poderoso del planeta estuviera repartido por todo el mundo. Prometió sepultar el hacha guerrera y concentrarse en su país. Sin embargo a las pocas semanas de jurar el cargo dejó caer bombas sobre Siria y posteriormente la más poderosa (la “madre de todas”) sobre Afganistán, a más de once mil kilómetros de su despacho.“¿Qué dif
erencias hay entre republicanos y demócratas? Los dos te bombardean igual. Pero los demócratas después se sienten un poco mal” (Daniel Paz & Rudy dixit). ¿Qué los une? El doble estándar.El peso de la pruebaMarzo de 2003. Con el firme objetivo de destruir el arsenal de armas químicas de Irak, un bloque de potencias occidentales con el martillo estadounidense a la cabeza entró al país.Miles murieron, un gobierno autoritario fue derrocado, una sociedad vio como su futuro se modificaba drásticamente. Al igual que antes de la invasión, decenas de injusticias fueron cometidas (y apenas algunas fueron juzgadas tiempo después) esta vez en nombre de la libertad. A la vuelta de estos catorce años las armas químicas jamás aparecieron y ni siquiera fue probada su existencia, el bloque invasor salió indemne y de paso comenzó a administrar algunos de los recursos del estado invadido. Pero ya fue, mejor dejar el pasado atrás y encarar el presente y el futuro con optimismo.Marzo de 2017. Con el firme objetivo de frenar el programa nuclear de Corea del Norte, un bloque de potencias occidentales, con el martillo estadounidense a la cabeza…Por:Guillermo Baez
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