Es indudable que en nuestro país, como en toda América Latina, se están haciendo esfuerzos considerables por extender la educación en sus diversos niveles. Y aunque actualmente el panorama se nos ofrezca con características de drama y de reto, el gran desafío está en reconocerla como el principal campo de desigualdades a futuro, permitiendo también superar la reproducción intergeneracional de la pobreza.En un momento histórico en que la identidad se convierte en campo de lucha y de conquista, la educación permite repensar críticamente la realidad, idear nuevos proyectos colectivos, y aprender a vivir en un mundo multicultural.Sin embargo este desafío requiere una profunda transformación que reconozca a la educación como condición indispensable para el logro de una sociedad más equitativa. Ya que no es posible promover estrategias de desarrollo e integración social fundadas sobre una distribución inequitativa del conocimiento.Ante esta situación nos preguntamos qué es y para qué educar. Preguntas propias de la crisis educativa que expresan la urgencia del discernimiento pedagógico.Posiblemente esta crisis está asociada a la existencia de discursos pedagógicos hegemónicos, elaborados al margen de los sujetos, la experiencia y los proyectos de estos.De acuerdo con la reflexión pedagógica que históricamente se construye con el aporte de muchos educadores de nuestra región latinoamericana, podemos sostener que la crisis es de la educación y no de la escuela, y se debe a la falta de marcos conceptuales, por la ausencia de referentes axiológicos, antropológicos y teleológicos que conformen una teoría pedagógica con sentido.Cuando en los discursos denunciamos la ausencia de la dimensión pedagógica de la escuela, estamos señalando la pérdida de la especificidad de la tarea educativa, de aquella dimensión que le otorga sentido y orientación.Como expresa el pedagogo Enrique Bambozzi1, entendemos que en la actualidad el principio de justicia se ha modificado por el principio de poder, la idea de bien común, por la de productividad, la idea de educación como ámbito de desarrollo integral de la persona, por la de conocimiento funcional y útil; la idea del docente orientador de las capacidades del alumno, por la del docente gerente de instituciones o procesos. El docente y el alumno ya no se presentan como personas sino como recursos humanos.Por ello creemos necesario esbozar un discurso orientador fundado en la reflexión pedagógica latinoamericana, es decir en la teoría educativa que, problematizada sobre la situación educativa de nuestra región, construye un discurso crítico- propositivo enraizado en nuestra historia.En este sentido, la Pedagogía Latinoamericana surge como una reflexión que en la denuncia de la existencia de prácticas educativas dominantes, anuncia prácticas educativas humanizadoras, prácticas que se construyen desde un trabajo con el conocimiento que involucra a los sujetos. Que muestran una actitud total, abierta, crítica y experimental, frente al educando y frente a la sociedad presente y futura.El conocimiento es orientado por fines transformadores y no reproductivos. Conocimiento que, como afirma Bambozzi2 recupera la voz, la palabra, el lenguaje de los actores, alumnos y docentes.Como sostiene Gadotti3, la construcción de un nuevo orden democrático que reemplace los resquicios del viejo orden servil y esclavista, remite a los educadores a la tarea de construir, en el ámbito propio de trabajo, la escuela democrática, comprometida con la ciudadanía. Como dijimos al comienzo de este artículo, la educación se encuentra frente a un gran desafío.No se trata solamente de cambiar planes, modificar programas, adoptar ciertas técnicas pedagógicas, sino, en todo caso, sacudir el ánimo de quienes con su actividad y con su ejemplo, pueden llegar al alma del educando y lograr así un efecto multiplicador, pero no solamente los docentes, también los padres, los periodistas, los gobernantes, los sacerdotes, los líderes naturales.Creemos que ello haría posible lo que hoy se pide a una pedagogía realmente humana y humanizadora, para que colabore de modo que el polifacetismo de la palabra vuelva a instalarse en el mundo y en el corazón del hombre, para que las dimensiones de la felicidad, de la alegría, de la paz y de la misericordia puedan ser concretadas y vividas en medio de nuestra sociedad. Estamos convencidos que, como respuesta a nuestras necesidades, es posible una educación liberadora, que convierta al educando en sujeto de su propio desarrollo.Tal como expresa el Documento de Medellin4, consideramos que “la educación es el medio clave para liberar a los pueblos de toda servidumbre, y para hacerlos ascender de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas, teniendo en cuenta que el hombre es el responsable y el artífice principal de su éxito o de su fracaso”.Finalmente, como propone el mismo Documento, esta educación que tiende al desarrollo integral debe ser creadora, pues con ello podrá anticipar el nuevo tipo de sociedad que buscamos en la personalización de las nuevas generaciones, profundizando la conciencia de su dignidad humana, favoreciendo su libre autodeterminación y promoviendo su sentido comunitario.Comprometidos con la educación y la pedagogía que tienden al mejoramiento integral de la persona, creemos que es posible mirar hacia adelante. Así estaremos apostando por la responsabilidad personal, la actitud innovadora, el trabajo en equipo y la colaboración con el entorno. Y, empeñados en movilizar todos los recursos, realmente estaremos ayudando a la formación de ciudadanos libres e individuos plenos.Notas:1- Bambozzi, E.(2005) Escritos Pedagógicos Ediciones del Copista Córdoba2- Idem .3- Gadotti , Moacir y otro. Perspectivas Actuales de la Educación. Editorial Siglo XXI. Buenos Aires 20034- Documento de Medellin, Conclusiones 4,7Colaboración: Dra. Gladys LópezDirectora de la Licenciatura en Ciencia de la Educación de la Facultad de Ciencias Humanas de la Ucami. Profesora Titular de la materia Teoría de la Educación II de la Ucami
Discussion about this post