En nuestro paso por la vida encontramos gente muy inteligente, aunque muchos suelen tener dificultad para entablar relaciones sociales elementales.?Son parcos viéndoselos molestos, se sienten nerviosos, ríen fuera de tiempo y no parecen tener lo que llamamos “decoro o elegancia social”.Todos en alguna medida hemos experimentado la consecuencia de una falta de contacto social, como cuando no sabemos terminar una conversación a tiempo, o aquellos que solo hablan de sí mismo sin tener en cuenta a los demás, o quien habla insistentemente sobre un tema sin entender las señales de que es preciso terminarlo, o quienes se entrometen en conversaciones ajenas haciendo preguntas fuera de lugar, o quien en plena conversación se coloca demasiado cerca del otro escupiéndolo al hablar, o aquel que habla de forma chillona e inexpresiva hiriendo el entendimiento de los otros.También están aquellos que solo responden cuando alguien les habla, esperando siempre que otros le pregunten, no teniendo iniciativa para empezar una conversación ni mantenerla, o están quienes se limitan a contestar si o no, o no manifiestan gratitud a los otros, ni ceden el paso o el asiento a otra persona, ni dicen por favor o gracias, ni comparten ideas. ¿Podrían estas personas haber aprendido de niño las mínimas reglas del contacto social?, seguro que sí, el aprendizaje de ciertas normas de convivencia social durante la niñez nos va a permitir un intercambio social armónico, evitando la incomodidad y angustia producida por la torpeza que mostramos frente a otros.La mayoría de estos comportamientos “inoportunos y fuera de foco” son debido a la incapacidad que poseemos para interpretar y entender los “mensajes no verbales, gestos o señales corporales” de los otros.No estamos capacitados para entender las señales que nos manda el lenguaje corporal de nuestros interlocutores, como cuando no establecemos contacto visual para entender lo que nos dicen los ojos del otro, para ver si demuestran aburrimiento, nerviosismo o desatención.La consecuencia para estas personas que demuestran torpeza en el trato social es ser rechazados, dejados de lado u olvidados por sus compañeros, no se los tienen en cuenta en los planes ni en resoluciones grupales, como por ejemplo no se los invita a fiestas o salidas de esparcimiento después del trabajo.Otros son despreciados por agresivos, producto muchas veces de su incapacidad e impotencia por comunicarse, algunos suponen que es por falta de inteligencia o educación, o porque los consideraron “raros” y los evitan.A su vez estas personas desplazadas ya sean niños u adultos se sienten frustradas, sin saber qué ocurre y cómo solucionarlo, sienten que la gente reacciona en forma extraña rechazándolos, muchas veces sin saber porqué, debido a que no pueden ocultar su forma particular de comportarse frente a otros.Esto los hace sentirse aún más nerviosos y furiosos, siendo fácilmente transmitidos a otros, recibiendo iguales emociones, poniéndose los otros furiosos con ellos, teniendo consecuencias deplorables, porque se sienten impotentes, deprimidos y apáticos. Todo esto trae como única consecuencia el aislamiento social cada vez más pronunciado, en el aula, el trabajo, en el recreo, en el deporte, en los esparcimientos y juegos, quedando esta persona marginada de su grupo. No debemos olvidar que estos momentos de rechazo social probablemente todos los hemos sufrido alguna vez en nuestras vidas, dejando marcas, algunas veces pasajeras otras permanentes, aunque siempre dolorosas. Lo peor es que estos despechos sociales continúen en el tiempo haciéndose continuos.Dependerá de nuestra actitud particular, del consejo y acompañamiento de aquellos que nos rodean, que nos quieren bien, como nuestra familia, amigos, maestros o consejeros, que son los “acompañantes terapéuticos ad honorem y desinteresados” que nos apoyarán dándonos una guía o consejo necesario para sobrellevar esos momentos amargos.Si logramos enfrentar el problema y desarrollar una resistencia, podremos pasar el mal momento, pero si la frustración no se alivia irá agrandándose nuestra base de decepción y fracaso personal. La destreza en el comportamiento social adecuado se inicia en el nacimiento y se va puliendo durante toda la vida, yo personalmente siendo adulto suelo equivocarme, a veces, al valorar las actitudes y comportamientos de las personas que quieren hablar conmigo, y a veces suelo darme cuenta tardíamente que he sido cruel con alguien.Lo peor que puede hacer quien tiene problemas de adaptación, es abrirse paso abruptamente en el grupo, intentando cambiar de tema rápidamente, u ofrecer sus propias opiniones o directamente discrepar con lo que vienen opinando los demás, todos estos intentos de llamar la atención lo llevan directamente al rechazo más rotundo.Lo más importante para quien se aproxima a un grupo y desea integrarse, es no apurase a interactuar, ni querer dominar la situación para tomar las riendas de la situación, debe ser cortés, no mostrarse sabiondo, debe observar atentamente cuáles son las reglas sobre cómo está funcionando ese grupo y darle tiempo a los demás para que lo observen.Podemos manejarnos con comentarios poco serios y chistosos inicialmente, preferentemente matizados con humor, para” romper el hielo”, aunque muchas veces es preferible estar en silencio y opinar cuando se nos dé la entrada de forma cortés.Debemos tratar de ver quién del grupo concuerda con nuestro pensamiento para opinar, y quién está francamente en desacuerdo con nosotros para no engancharlo como enemigo de entrada, y busquemos si hay algún grado de tensión por diferencias de opiniones.La prueba máxima de habilidad social es cuando logramos desarrollar la capacidad de aliviar y aplacar las emociones alteradas de los demás, como el enojo, la ira, el despecho.Lograr enfrentar y neutralizar sin violencia a alguien que está en pleno ataque de enojo constituye tal vez la mayor muestra de que hemos descubierto el secreto de cómo ser sociables.Desviar la ira con la gran capacidad de contagio que posee, y transformarla en una muestra pacífica de reconciliación, constituye el mejor ejemplo de haber llegado a ser un “sabio emocional”.Colaboración:Bazán J. L. – MédicoDeseo tu opinió[email protected]
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