“Mi nieto me llamó el otro día para desearme un feliz cumpleaños. Me preguntó qué edad tenía y le dije que había cumplido 62 años. Mi nieto se quedó pensativo por un rato y entonces me preguntó: ¿Tú comenzaste desde el 1?”.Estamos acostumbrados a que en nuestra sociedad se nos prepara para desempeñar nuestras responsabilidades de la mejor forma, se nos dice como debe comportarse un hijo, un adolescente, un padre, un anciano, cuáles son sus deberes y responsabilidades, sus obligaciones según cada edad y de acuerdo a las circunstancias, por ejemplo si una mujer se embaraza deberá tener ciertos cuidados médicos como vacunas, ecografías, etc., y evitar ciertos comportamientos como no hacer tales ejercicios, no fumar. Pero nos sucederá a la mayoría en cada familia, que las edades y las obligaciones de cada uno se alterarán a tal punto de ponerse “patas para arriba”, y es que “todos los hijos seremos en algún momento padres de nuestros padres”.El orden cronológico se rompe cuando el padre se hace mayor, se enlentece, no puede valerse solo, ya no quiere quedarse solo, únicamente suspira o gime y parece que todo lugar le queda lejos.Ha llegado a esa edad en la que su mente en lugar de decirle, ni se te ocurra decir lo que estás pensando, le dice suéltalo ya y veamos lo que sucede.En esta edad tan difícil para los ancianos surgirá a los más jóvenes una última enseñanza, se nos abrirá la oportunidad de devolver los cuidados y el amor que nos proveyeron, pero ¿Si nuestros padres no fueron amorosos y cariñosos, como debemos comportarnos?, ¿le devolvemos el daño que nos hicieron?, ¿nos hacemos a un lado y lo abandonamos?La ley del “ojo por ojo” es despiadada y deja a todos ciegos, y el devolver mal con mal solo nos enterraría más en el pozo de rencor en que vivimos. Una vez que decidimos encarar el cuidado amoroso de nuestros mayores, debemos adaptarnos mental y físicamente, adaptar nuestra casa como lo hicimos al esperar un bebé, aunque ahora es para cuidar un anciano.Debemos distribuir los muebles, asegurar los baños y escaleras con barrales, bloquear las tomas de luz, darle un lugar cálido y particular, en el que pueda moverse seguro y serenamente.“Mi amigo J. Klein acompañó a su padre hasta sus últimos minutos. En el hospital, la enfermera hacía la maniobra para moverlo de la cama a la camilla, tratando de cambiar las sábanas cuando Joe gritó desde su asiento:“- Deja que te ayude.- Reunió fuerzas y puso por primera vez a su padre en su regazo, colocando la cara contra su pecho y acomodó entre sus brazos a su padre consumido por el cáncer: pequeño, arrugado, frágil, tembloroso.“Se quedó abrazándolo por un buen tiempo, el tiempo equivalente a su infancia, el tiempo equivalente a su adolescencia, un buen tiempo, un tiempo interminable. Meciendo a su padre de un lado al otro, acariciándolo y calmándolo.“Y decía en voz baja :- Estoy aquí, estoy aquí, papá!Lo que un padre quiere oír al final de su vida es que su hijo está ahí”.(F. Carpinejar “Todo filho é pai da morte de seu pai” versión al español Z. Pedroza).“Feliz el hijo que es el padre de su padre antes de su muerte, y pobre del hijo que aparece sólo en el funeral y no se despide un poco cada día”.Pobre el hijo que después de haberse ido su padre, no se da cuenta de que habría podido acompañarlo más, que habría disfrutado su presencia aunque dolorosa pero sabia, y pobre de aquel hijo que no supo perdonar.La muerte de un anciano, especialmente si es un abuelo, padre u otro familiar nos deja unas cuantas enseñanzas, una es que solo pensamos en la muerte cuando algún otro fallece y reconocemos que es el destino de todos.El pensar en la muerte nos acerca a otro tema, que debemos resolver: ¿es el final de nuestro camino o no?, ¿hay algo más después? De la respuesta que demos a esta pregunta emergerá un estilo de vida o conducta esencial de parte nuestra.A lo largo de la historia el ser humano, en su mayoría creyó siempre en una vida posterior a la muerte, muchos preparaban su partida construyendo tumbas, algunas muy costosas, como las tres pirámides de Giza en Egipto que son las tumbas de los faraones Keops, Kefrén y Micerino; o el Taj Mahal de la India que fue construido por un emperador musulmán en honor de su esposa favorita Mumtaz Mahal muerta en el parto de su decimocuarta hija; o las cavernas de Petra en Jordania que son fastuosas tumbas; o los ejércitos de terracota en China que son más de 8.000 figuras de guerreros y caballos en tamaño natural enterrados junto al primer emperador de China Qin para acompañarlo y cuidarlo en su viaje final. Pero lo que sí sé es que una vez muerto “estamos solitos mi alma” como dice la expresión, nada podemos rasquetear de este mundo para llevarnos al más allá, no valen mausoleos o cajones lujosos, ni discursos esplendorosos, ni ofrendas, muñecos o comidas, ni ropas o construcciones para acompañarnos en este viaje.Lo importante es que nuestras miserias y dones culminaron en esta tierra, nuestra materia se degrada a los elementos esenciales, y nuestro Espíritu de vida persiste esta etapa para empezar una nueva, la de la inmortalidad.Es en vida cuando podemos honrar a las personas, después de muertos todo arrepentimiento se cubre de dudas y mentiras. Así como deseamos vivir bien, con buena calidad de vida, así seguramente querremos morir, y el arrepentimiento forma parte esencial para este logro, quitar nuestros remordimientos significa pedir perdón por los errores cometidos.Y esencialmente no olvidemos que de todo lo que existe en nuestro mundo, lo material, nada podremos llevar; de las ideas y sentimientos solo quedará lo que perdura anclado en la memoria de los que nos conocieron y sobreviven, del resto solo Dios sabe.Colaboración:Bazán J. L. – MédicoDeseo tu opinió[email protected]
Discussion about this post