En los últimos años, los medios de comunicación han dedicado gran parte de sus espacios a llamar la atención y generar debate en la opinión pública sobre un nuevo fenómeno que tiene como protagonistas principales a jóvenes y adolescentes, las nuevas tecnologías de la información y comunicación, y las redes sociales. En efecto, varias notas periodísticas giran en torno a diferentes manifestaciones de violencia que circulan en las redes sociales entre los chicos: videos de peleas filmados y compartidos; mensajes de hostigamiento o discriminación hacia compañeros; divulgación de fotos privadas sin consentimiento; por mencionar solo algunas.En octubre de 2010, una investigación de UNICEF sobre el uso de las redes sociales entre los adolescentes, mostró que estas –sobre todo Facebook– son las herramientas de comunicación más utilizadas por la amplitud de posibilidades que brindan los muros, el chat, los videos, las fotos y las aplicaciones de juegos, preguntas o encuestas. Internet es una herramienta omnipresente en la vida de los chicos y esto se debe en gran parte a las posibilidades que les brinda la web 2.0 de acceder, publicar y compartir fácilmente todo tipo de contenidos en línea. Es un espacio de ejercicio de los derechos, de convivencia y de participación, desafortunadamente también es, al mismo tiempo, lugar de desconocimiento del otro, de violencia y discriminación. Alguien dijo una vez refiriéndose al impacto de la web, con Internet lo bueno es doblemente bueno y lo malo es también mucho peor. Una mirada crítica de las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información nos lleva a descubrir esta doble naturaleza de las mismas. Resulta claro que, tanto Internet como las redes sociales pueden ser una poderosa herramienta para la realización de los derechos de los jóvenes, pero también pueden constituirse en recursos usados para su vulneración. De allí que no se trata ni de endiosarlas ni demonizarlas. Las nuevas tecnologías, Internet y las redes sociales son espacios donde se juegan las relaciones humanas; la convivencia con el otro, el reconocimiento de la alteridad. Lo que sucede en las redes no es otra cosa que la amplificación de los que sucede en el aula. Hoy se habla con naturalidad sobre el bullying y su correlato el ciberbullying. El primero es un término anglosajón, que se lo debemos a Dan Olweus, psicólogo sueco, quien en la década de los 70 acuñó la expresión “bullying” para referirse a toda situación que ocurre “cuando una persona está expuesta de manera repetida a lo largo del tiempo a las acciones negativas de una o más personas”. Olweus entiende el problema bajo la lógica acosador/víctima. Por extensión, el ciberbullying posee todos los atributos del bullying pero la principal diferencia sería que la acción negativa se comete mediante la vía de las modernas tecnologías de la comunicación.La perspectiva del bullying heredada de Olweus, es una perspectiva de rasgos o esencialista. Describe identidades difíciles de modificar. De acuerdo con esta postura, las personas intrínsecamente son poseedoras de características que los fijan en el lugar de víctima o victimario y de lo que se trataría en términos de prevención es identificarlas e intervenir sobre las mismas (enseñando por ejemplo a las víctimas a defenderse y expresarse y limitar/corregir la conducta antisocial). Incluso, desde la época de Olweus, a la actualidad, la figura del bully o acosador tiene su lugar en las diferentes versiones del DSM asociado a trastornos psiquiátricos. Sin embargo existe otra perspectiva, para nosotros superadora, que promueve una lectura “relacional” de la violencia. Según este otro enfoque, la “violencia” viene a nombrar un modo de interacción social. La vida social se entiende como conjunto de prácticas, repertorios discursivos, códigos morales que constituyen todos, formas de lazo cuyo sentido se define en el marco mismo de esa relación. Esta postura rechaza todo tipo de categorías que fijen perfiles de víctimas o de victimarios, asumiendo que se trata más bien del ejercicio de roles dentro de ciertos espacios de relación social, como pueden ser el aula o las redes. Los roles constituyen en realidad posiciones subjetivas contingentes que se modifican en el tiempo, en el espacio y de acuerdo a quienes componen la escena. La violencia es irreductible a factores individuales puesto que nunca se da de manera aislada. Si queremos comprender en profundidad estos hechos, deberemos considerar cómo es el contexto cultural y social en que se inscriben, vale decir, las dinámicas institucionales en la escuela, que muchas veces se trasladan a las redes.Más aún deberemos leer este fenómeno en clave de época, en relación con procesos históricos y sociales que impactan en la constitución del lazo social y en la construcción de ciudadanía. Quienes estamos en educación e investigamos la temática, insistimos en la importancia de formar para la ciberciudadanía o ciudadanía digital, que implica no solo en el manejo de algunas reglas escritas o normas sobre el comportamiento y el buen uso de las nuevas tecnologías, sino también formación para el ejercicio de una ciudadanía responsable en las redes sociales, que puede medir y anticipar las consecuencias de ciertas acciones desencadenadas por un simple clic. Ser ciberciudadano es aceptar los límites a la propia omnipotencia en pos del bien común. Es aceptar que hay otro, semejante, pero distinto, que está allí, presente y sintiente detrás de las pantallas.Colaboración:Dra. Valentina Maltaneres Directora de la Licenciatura en Psicología – UCAMI – Universidad Católica de las Misiones
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