Mientras la vida parece transitar en la conectividad y la tecnología con placer, alegría y despreocupación, los expertos del mundo de la tecnología avisan que los avances y sus aplicaciones son como un auto que conduce sin reglas y sin cinturones de seguridad. Es una metáfora que alarma sobre una realidad que se desarrolla sin parar, produciendo revoluciones cada pocos meses y cambiando la forma en que vivimos, de a poco, pero sin tregua.La necesidad de hacer una parada, un buen stop, un semáforo en rojo para empezar a pensar sobre lo que hacemos y lo que la tecnología nos hace, es un reclamo de abrir un tiempo de reflexión ética para posibilitar una regulación legal acorde con los tiempos.El fenómeno de recogida de datos masivos que se produce por el uso de la tecnología, con cada click, con cada botón que apretamos, en los coches inteligentes, los electrodomésticos conectados por wifi, los sistemas de vigilancia de empresas, casas, computadoras, generan millones de datos que se conservan y se venden para… y esa es la cuestión. El llamado Big Data, los grandes datos, son millones de datos que un solo humano, o un grupo de macrointeligentes personas no podrían jamás procesar. Sin embargo, la capacidad de procesar datos que generan los algoritmos diseñados a tal efecto, hablan de una multiplicidad de usos de estos datos. Pueden servir para ayudar a una empresa a vender más, logrando entrar en los dispositivos digitales de sus potenciales clientes a través de la publicidad; pueden también ayudar a los científicos a analizar millones de datos de un grupo de pacientes para tratar de determinar factores de riesgo en enfermedades o patrones de comportamiento de éstas. Pero también pueden servir para facilitarle el trabajo a ladrones si saben hackear oportunamente el sistema de una casa o cruzar datos de un individuo. Y como no, pueden también servir a un estado autoritario a controlar y castigar a las personas que no se comporten según su estrecha ideología tiránica.Las computadoras que logran aprender están realizando un viejo sueño de la humanidad: crear objetos que imitan el comportamiento humano, no como mera mímica, sino como copia de procesos de aprendizaje, que es sin duda una de las características más desarrolladas en nuestra especie. El aprendizaje automático o aprendizaje de máquinas, del inglés, “Machine Learning” tiene amplísimas aplicaciones en medicina, finanzas y economía, pero también, y muy especialmente, en el campo de la robótica. Se alimentan de los Big Data y aprenden de forma intuitiva. Los casos más populares son las máquinas que ganan a los mejores jugadores del mundo de ajedrez o de tenis de mesa, por ejemplo. Pero los robots ya están copando sectores de la vida que hace solo cinco años eran inimaginables. Hace pocos meses se abrió en Barcelona, España, el primer burdel de muñecas sexuales-robots. Hoy, sin embargo, es noticia que varios de los líderes de investigación en Inteligencia artificial y robótica, Elon Musk y Mustafa Suleym, fundadores de Tesla y Alphabet’s se han reunido en Melbourne en el International Joint Conference on Artificial Intelligence junto con 116 especialistas para hablar de los avances tecnológicos y, particularmente, sobre los robots de guerra. A mediados de agosto han enviado una Carta Abierta a la ONU alertando de esta aplicación y sobre como una carrera armamentística en este sentido llevaría a una tercera guerra mundial. Piden que se pare antes de que se dispare, ya que después sería como haber abierto la caja de Pandora. No solo piensan en su uso dentro de los ejércitos, sino por los terroristas y por los hackers. En esta conferencia señalan la ambivalencia de esta tecnología, que sirve tanto para el bien como para el mal. Por ello, reclaman un debate ético para decidir quiénes queremos ser.El debate de las armas radica en la posibilidad del control humano o en su cada vez mayor autonomía. Este llamado a la reflexión es por lo menos el segundo, ya que en 2015, desde Buenos Aires, se publicó una primera carta firmada por físicos, intelectuales e investigadores de estos ámbitos. En dos años no se atendió. En dos años la tecnología se revolucionó una y otra vez. Por lo que ya podemos empezar a preguntarnos, ¿controlamos a la tecnología o ella nos controla?Estas preguntas junto con otros temas que plantean cuál es el límite entre lo público y lo privado, serán el centro de la reflexión colectiva que la UCAMI lanza en la segunda edición de las Jornadas de Desafíos Filosóficos. Se trata de una propuesta desde la Facultad de Ciencias Humanas para reflexionar junto con los alumnos de 4º y 5º año de secundaria de las escuelas de la provincia de Misiones. Más info en [email protected]ón: Mariana Urquijo RegueraFilósofa, Investigadora. Profesora Titular – Licenciatura en Filosofía – UCAMI
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