Para quienes viven lejos de las latitudes petroleras, hablar de una antigua formación geológica de más de 30 mil kilómetros cuadrados, que contiene gran cantidad de hidrocarburos no convencionales, tal vez no tenga la connotación debida. Pero si en cambio decimos que esa formación denominada “Vaca Muerta” es la segunda reserva mundial de gas no convencional y la cuarta de petróleo no convencional, pues la roca madre se vuelve valiosa y la vaca cobra vida. El área de Vaca Muerta, en jurisdicción de la provincia de Neuquén, podría albergar, según estudios científicos, unos 300 trillones de pies cúbicos de gas (TCF en su sigla en inglés), lo que significa el 38% del total del país y 16 mil millones de barriles de petróleo no convencional, o sea el 60% del total del país. Es decir, con Vaca Muerta, Argentina multiplica por 10 sus anteriores reservas hidrocarburíferas, de acuerdo con lo manifestado por las propias autoridades de YPF. Hablar de Vaca Muerta en un país cuya matriz energética siempre dependió de los hidrocarburos, es hablar también de una nueva oportunidad para el desarrollo y crecimiento, sobre todo por el gran efecto multiplicador que puede tener el recurso en toda la economía argentina. Coinciden los especialistas en afirmar que Vaca Muerta es el proyecto económico más relevante que tiene Argentina en la actualidad. Ello independientemente de que las operaciones de explotación recién están comenzando y el ritmo de las mismas está marcado por la influencia de diversos factores internos y externos, tales como la relación costo-rentabilidad, los precios internacionales del petróleo, los conflictos sociales y ambientales, las inversiones extranjeras, etc. Pero volvamos a la formación geológica: Vaca Muerta es una roca en la que se generó hidrocarburos a lo largo de millones de años. Este tipo de formación se denomina “shale”, por su contenido de arcillas y por ser escasamente porosa y casi impermeable. Parte de los hidrocarburos existentes en ese tipo de formación migra hacia otras formaciones más porosas y permeables, que es donde normalmente se perfora y se extrae petróleo y gas “convencional”. Pero en el caso de Vaca Muerta, la mayor parte de los recursos no migró, sino que continúan en la misma formación y es por ello que resulta tan atractiva, aunque la extracción implique mayores esfuerzos y costos, puesto que se debe recurrir al “fracking” o estimulación hidráulica. El fracking es una técnica que utiliza agua y arena para producir microfisuras en la roca a fin de facilitar la extracción de los hidrocarburos. De los 30.000 kilómetros cuadrados de Vaca Muerta, YPF tiene la concesión de más de 12.000. Según el sitio web de la petrolera argentina, esta región tiene propiedades geológicas que la distinguen como una formación de shale única en el mundo (www.ypf.com). También operan en el área, grandes petroleras como Shell, Chevron, Exxon Mobil, Pan American Energy, Tecpetrol (del grupo Techint), entre otras. Asimismo, las expectativas generadas respecto de las no convencionales sirvió de marco para la reciente conformación de la mayor petrolera privada del país, a partir de la fusión de la operadora PAE (Pan American Energy) con Axion Energy. Recientemente, en el marco de unas jornadas de energía realizadas en la ciudad de Neuquén, y en la que participaron decisores políticos y empresariales, se debatió sobre el futuro de Vaca Muerta. Hubo coincidencia en sostener que Vaca Muerta no solo es necesaria para Neuquén, sino para todo el país y que la creación de nuevas fuentes de empleo solo será uno de los efectos positivos del proyecto. El propio gobernador Omar Gutierrez reclamó mayor aceleración en los trabajos y destacó las inversiones que se conocieron este año, de casi 7.000 millones de dólares. Dijo que “la producción de las no convencionales ya representan el 8% del petróleo y el 22% del gas de lo que se saca en el país”. En tanto que desde el sector privado, también se mostraron muy optimistas, aunque cuestionaron algunos aspectos relacionados con los altos costos nacionales (por ejemplo de logística) o la falta de infraestructura (por ejemplo vial y ferroviaria). El objetivo de todos es bajar los costos y en ese sentido desde YPF señalaron que están cerca de lograr sacar un barril a superficie con valores similares a los de Estados Unidos, es decir, de alrededor de 10 dólares. Los negocios y las inversiones vinculados con hidrocarburos son siempre a largo plazo; mientras, Argentina -en los últimos años- pasó de ser un país exportador de gas y petróleo a ser netamente importador. La caída de los precios internacionales del crudo, los altos costos de las no convencionales, la falta de seguridad para las inversiones extranjeras y la constante regulación de los precios, desalentaron por años las nuevas explotaciones. Y para operar un yacimiento del tamaño de Vaca Muerta es necesario el know how de las más grandes, disponibilidades de recursos de todo tipo, alta tecnología, compromiso y responsabilidad del sector sindical y políticas de estado que promuevan las inversiones y garanticen la rentabilidad. Mientras tanto a Neuquén llegan diariamente migrantes de todo el país, atraídos principalmente por las expectativas laborales relacionadas con la producción de hidrocarburos e industrias anexas. Pero más allá de ese sector específico, por ejemplo en la capital neuquina, que exhibe uno de los índices nacionales más elevados en materia de construcción, se percibe un gran dinamismo económico. Los sueldos y salarios de Neuquén están en el top five del país y localidades cercanas al gran yacimiento ya se perfilan como las nuevas “Dubai” de la Patagonia, tal el caso de Añelo, que duplicó su población en los últimos años, aunque por lo pronto no sea más que una aldea con más sueños que realidades. Demasiadas expectativas, tal vez… Lo concreto es que el subsuelo neuquino es inmensamente rico en un recurso que, explotado y manejado correctamente, puede lograr que la Argentina recupere el autoabastecimiento energético que supo conseguir y hasta tal vez pueda volver a exportar. Pero ello tendrá que traer aparejado una baja de los precios que pagamos tanto por los combustibles, como por la energía en general. Solo así se podrá pensar nuevamente en desarrollo, crecimiento económico, nuevos y mejores empleos y por ende, una mejor calidad de vida para todos. (*)Profesora y PeriodistaPor Marta Braunstein (*)
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