Señora Directora: Nos guste o no, las elecciones del pasado domingo 22 han enviado un claro mensaje a nuestros gobernantes sobre cuál es el apoyo que se les brinda y la confianza que se deposita en ellos. También han vuelto a dejar en evidencia una división entre dos modelos antagónicos de país –la polarización así lo demuestra–, aunque sin darle la mayoría a uno u otro. Sobreviven terceras fuerzas, perdidosas esta vez, pero que marcan que no todos están conformes con las preponderantes.No quiero hacer la lectura fácil de quienes desde una visión crítica al gobierno dicen que, pese a haber ganado la elección, la mayoría del pueblo les votó en contra y suman toda la oposición enfrentando al oficialismo — en lo nacional y en lo provincial–. Y?no es así, porque ponen a todos en una misma bolsa de gatos cuando entre ellos hay propuestas que los enfrentan entre sí, algunas, y otras que coinciden con las de quien ganó en la compulsa comicial.Resulta en un facilismo oportunista que poco convence. Como también lo es, cuando el que triunfó se piensa alcanzado por la confianza de las mayorías y se cree propietario, no depositario, de todo el poder.En toda sociedad plural, hay cientos de intereses y necesidades que deben ser atendidas por gobernantes conscientes de sus responsabilidades, pero no dueños absolutos de la verdad. Solo son quienes lograron mayor apoyo, lo que les da derecho a avanzar en su concepción de gobierno, pero no sin tener presente que existen minorías y quienes opinan diferente, los que deben ser respetados.La ecuanimidad y la justicia son cualidades de todo gobernante que se precie.
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