Señora Directora: El pasado viernes 10 se realizó en el recinto del Concejo Deliberante un Parlamento para Personas con Discapacidad, del que participaron vecinos que se hallan en esa condición a causa de diferentes dolencias. El encuentro me pareció una iniciativa digna de aplauso, ya que permitió volver a poner en el centro del escenario una problemática con la que esas personas se encuentran cada día producto de la negligencia, el desprecio y la incomprensión de quienes, sin limitaciones físicas evidentes, se creen en superioridad de condiciones a ellas.Pese a las normas existentes y a la reiterada proclama de una “sociedad inclusiva” –y los muchos avances que hubo en la materia–, existen todavía quienes ignoran (¿desprecian?) esa realidad y en poco colaboran para facilitarles un trabajo y una vida dignos. Sin la necesidad de que se vean forzados a la mendicidad o a depender totalmente de terceros para su subsistencia diaria.Por ejemplo, además de las dificultades que padecen en el trato cuando desean hacer un trámite, son pocos a quienes se observa detrás del otro lado del mostrador realizando tareas. Se ignora la normativa legal que establece un cupo del 4% para estos empleados “distintos”. Una falta incalificable.Tampoco se obliga al cumplimiento, por ejemplo, de los dispositivos para el acceso en las unidades del transporte o la colocación de rampas en los locales y espacios abiertos al público.
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