Señora Directora: Los problemas de cada estado se resuelven respetando sus normas internas, su Constitución es el esqueleto de la nación. Pero así como el cuerpo del individuo es afectado por el ambiente externo, así hoy dependen los estados de los otros estados y del derecho internacional. El ser humano se debe sentir integrante de la familia humana, hay que ir dejando de lado los nacionalismos que tanto aprovechan algunos entes para sus propios beneficios. Por ejemplo, cuando se privatizan las ganancias y se solidarizan las deudas. No puede ser que las convenciones y tratados se dejen de lado cuando a un estado no le convenga. Cada vez que no se respeta un tratado se está poniendo en juego el futuro de la humanidad. Cuando un mandatario amenaza a otro con resolver sus controversias a través de la guerra, está rompiendo con los compromisos de paz asumidos. Nadie se puede dar el lujo de descuidar los hilos de los que se sostiene la paz mundial; tenemos dos ejemplos recientes. El ser humano racionalmente ha conseguido iluminar su destino, pero lo oscurece con las políticas económicas que está llevando adelante; levanta muros físicos y mentales, para protegerse de los que quedan relegados del sistema; el derecho solo lo aplica si le sirve, si no atenta contra sus fronteras financieras. Los que ganan dinero con esta forma de vida no quieren perder la inercia de sus prerrogativas y no aceptan mediación pertinente. Es por eso que el derecho internacional debe no solo ser una guía para buscar intenciones comunes, sino que debe obligar a los estados a tomar medidas concretas para resolver situaciones concretas; o lo terminará decidiendo la naturaleza. Se debe cumplir con los objetivos y la finalidad de los acuerdos. No puede haber derecho sin equidad; no puede haber justicia sin imparcialidad; no puede haber paz duradera donde la competencia voraz destruye los mercados emergentes; no puede haber buena fe, cuando unos aprovechan con ligereza las torpezas de otros o la liviandad de algunos dirigentes. Cada vez que un pueblo es dañado por otro, los tratados, las convenciones firmadas, los compromisos asumidos quedan como letra muerta; como poesía inerte. Lo que da validez a las promesas es su cumplimiento, caso contrario el derecho pierde su razón de ser, su legitimidad inherente y su imperium consecuente va perdiendo la fuerza que necesita para lograr imponer sus principios. Es hoy el derecho internacional el único garante de la sobrevivencia humana.
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