Como no sucedía desde hace mucho tiempo el año, arranca con un mundo disgregado. Ya no valen los abroquelamientos y el proteccionismo económico está en auge.
Estados Unidos ya no ve al resto del mundo como socios en inferioridad, pero socios en fin. Ahora son simplemente estados inferiores.
El MERCOSUR y la UNASUR parecen tener las horas contadas. Con los fallecimientos y derrotas de varios mentores de un bloque continental industrial, la región busca respuestas en mercados externos, en alianzas comerciales hacia afuera. De paso vale decir que las descomunales colas como las que se observan en el puente entre Posadas y Encarnación no ayudan mucho al hermanamiento de dos estados socios y hermanos.
Rusia y China siguen su camino de alianza estratégica, pero solo vale cuando se trata de poner un tope a la voracidad estadounidense. Por lo demás Moscú y Pekín se saben rivales comerciales.
A niveles más determinados vale destacar que durante el año pasado Argentina buscó tender lazos hacia afuera, pero el resultado hoy es difuso. Por ejemplo y si bien recompuso su vínculo con la primera economía global, solo lo hizo en materia diplomática. Comercialmente fue un fracaso dado el cierre a la exportación de limones (la reapertura sería este año humor de Trump mediante) y por los elevados aranceles que cierra el ingreso de biodiesel.
Con los números puestos hoy se sabe que Argentina sufrió el año pasado un déficit comercial de 7.635 millones de dólares.
Cuando de reconectarse al mundo se trata, algo que el propio Gobierno reclamaba cuando era oposición, Argentina parece no saber llevar las riendas. El país tiene un problema de relacionamiento con las grandes economías del planeta: tiene déficits relevantes con Estados Unidos, China, Alemania y con Brasil, por nombrar las principales.
Si volver al mundo era eso, dejar entrar mucho más de lo que sale en detrimento de los mercados internos y las economías regionales, entonces nos vendieron una mentira.
Discussion about this post