Luego de haber sintetizado los comentarios del maestro Iyengar sobre los tres primeros pasos del sendero del yoga -Yama y Niyama (el basamento ético de nuestra disciplina) y Ásana o postura (su soporte psicofísico)-, nuestra lectura vacacional de su obra fundamental Luz Sobre el Yoga nos lleva hoy al cuarto estadio: Pranayama.
La palabra Prana tiene un amplio significado: aliento, respiración, vida, vitalidad, viento, energía, fuerza y también alma; mientras que ayama significa longitud, expansión, extensión o restricción. La palabra Pranayama implica entonces la regulación ejercida sobre todos los procesos de la respiración, a saber: 1) Inhalación o inspiración, llamada puraka (llenado de los pulmones); 2) Exhalación o espiración, que recibe el nombre de rechaka (vaciado), y 3) Retención del aliento, que se denomina kumbhaka y tiene dos fases: a) cuando se suspende la respiración tras una inhalación completa, es decir, estando los pulmones completamente llenos con aire vital (antara kumbhaka), y b) cuando se suspende la respiración tras una espiración completa, estando los pulmones completamente vacíos de aire nocivo (bahya kumbhaka).
Pranayama es, pues, la ciencia de la respiración, el eje alrededor del cual gira la rueda de la vida. No obstante, el Hatha Yoga Pradipika nos advierte que este control del prana debe efectuarse lenta y gradualmente, con prudencia, de acuerdo con la capacidad y limitaciones físicas del practicante, evitando prácticas inadecuadas. Es preciso comprender que llegar a realizar inspiraciones y espiraciones lentas, profundas y estables de forma correcta toma considerable tiempo de práctica, y se debe dominar bien esta técnica antes de emprender kumbhaka.
En este punto el maestro Iyengar nos recuerda que la vida de un yogui no se mide por el número de sus días sino por el número de sus respiraciones; por eso adopta las adecuadas pautas de respiración rítmica, lenta y profunda que fortalecen el aparato respiratorio, calman el sistema nervioso y reducen las ansias. Porque chitta (mente, razón y ego) es como un carro uncido a una yunta de potentes caballos.
Uno de ellos es prana (aliento), el otro es vasana (deseo). El carro se mueve en la dirección del animal más potente. Si prevalece el aliento, los deseos son controlados, los sentidos retenidos y la mente aquietada. Si prevalece el deseo, la respiración se descontrola y la mente se muestra agitada y alterada.
Por tanto, el yogui busca el dominio de la ciencia de la respiración y mediante su regulación obtiene el control de la mente, aquietando su constante movimiento, porque también sabe que así como la excitación emocional afecta al ritmo respiratorio, la regulación intencionada de la respiración atempera dicha excitación. Ya lo decía el místico Kariba Ekken en el siglo XVII: Si se desea desarrollar un espíritu en calma, regúlese ante todo la respiración, pues una vez que ésta se halle controlada, el corazón estará en paz, los nervios se verán suavizados y el espíritu hallará sosiego.
Considerando que el prana existente en el cuerpo del individuo (jivatma) es parte del aliento cósmico del Espíritu Universal (Paramatma), y que mediante la práctica de Pranayama se busca armonizar el aliento individual (pinda prana) con el aliento cósmico (Brahmanda prana), manteniendo los ojos cerrados para evitar todo extravío de la mente, el yogui obtiene entonces el control de los sentidos para alcanzar el quinto estadio del yoga que es Pratyahara. Así, a medida que deseos y apetencias disminuyen, la mente se libera convirtiéndose en un vehículo apto para el sexto estadio que es la concentración (Dharana).
De ese modo, liberada de distracciones e inmóvil, la mente cede al estado de Dhyana o meditación, séptimo paso que conduce al estado supremo de Samadhi, el octavo grado, cuando se han absorbido prana y manas (mente) y sobreviene un gozo inefable.
Muy quietecitos, sintiendo que este regalo de la respiración siempre sucede en tiempo presente, comprendemos que la unificación de respiración, mente y sentidos, con el abandono de toda condición de existencia y pensamiento, en el ahora, es lo que llamamos yoga. Namasté.
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