Cada vez que abrimos un periódico o miramos un noticiero de TV, nos topamos cara a cara con los aspectos más tenebrosos de la naturaleza humana.
Esa que deambula por las calles, juega con nuestro dinero, alimenta la sed de poder de algunos políticos, corrompe nuestro sistema judicial, se agazapa traficando droga, incita el fanatismo terrorista, envenena nuestro ambiente y se cuela en las familias extendiéndose por doquier.
Estas facetas oscuras impregnan todos los estratos de nuestra sociedad y las soluciones que suelen ofrecerse no hacen más que agravar el problema. Me refiero a los excesos que se cometen en nombre de la justicia como el fascismo, el autoritarismo, la justicia por mano propia y cualquier intento reaccionario de solucionar el desorden social, más cercanos a la venganza que a la justicia. Esa sed de venganza contra cualquiera que no comparta nuestro punto de vista, nuestra moral o nuestras costumbres y que solo intenta justificar la violencia contra los del otro bando.
A través de las redes y los medios de comunicación parece esparcirse un poder hipnótico y contagioso de estas intensas emociones que tiene como consecuencia la expansión de la persecución racial, la violencia religiosa, las cuestiones políticas, o simplemente el hecho de que alguien piense diferente, transformándose en una cacería de brujas.
Hago un llamado a que, desde cada uno de nosotros dejemos de convertir mentalmente a los demás en los depositarios del mal y enemigos de la civilización por el solo hecho de pensar de manera diferente. La justicia como forma de venganza nos ha transformado en la sociedad que somos hoy. Que la existencia de estos hechos atroces y esta forma de proceder tan instalada socialmente no nos paralice en el intento por cambiarla.
Esta oscuridad existe, tanto individual como socialmente. Reconocerla es el principio para poder trabajarla y abordarla desde otro espacio, conocernos a nosotros mismos es el primer paso.
La dimensión intrapersonal, inscribe una fuerte impronta en todos los acontecimientos de nuestra vida y los conflictos surgen en base a como percibimos los opuestos.
Partiendo de las contradicciones internas, aprendamos a integrar. Aceptemos los sentimientos que nos producen, como el miedo y el dolor que se esconden detrás de ellas y a la vez nos hermanan. Expandámonos incluyendo hasta transformar nuestra mirada aún con lo que menos nos gusta.
Centrémonos en lo que nos une que siempre es mucho más que lo que nos separa, buceemos hasta encontrar los intereses en común que siempre existen y a partir de allí dialoguemos hasta entendernos para vivir más en la unidad y el amor.
Pacifiquémonos primero internamente y luego trascendamos socialmente ya que la convivencia pacífica con uno mismo se traduce naturalmente en una mejor convivencia con los demás.
¡VAMOS A SURFEAR!
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