Playing For Change, es una banda multicultural internacional que visitó la Argentina a fines del año pasado, su propuesta podría resumirse así: un mismo idioma, la cultura de paz.
Los artistas, que buscan inspirar y conectar al mundo a través de la música, se unieron en 2002 con el propósito de transmitir ese mensaje a través de vídeos musicales hechos por artistas callejeros de todo el mundo para lograr la inclusión.
Ellos proponen un cambio cultural, dirigido al empoderamiento individual y colectivo que permita a las personas sortear las diferencias en forma colaborativa, por medio del fortalecimiento de vínculos y relaciones. En el juego de palabras Tocar por monedas, tocar para el cambio, plasman su objetivo.
La semana pasada tuve la oportunidad de participar de las reuniones preparatorias del Congreso Mundial de Mediación que se llevará a cabo este año en nuestro país y no puedo evitar referirme a esta similitud de objetivos que se imponen desde diferentes caminos y espacios.
Entre otros, el Congreso Mundial de Mediación se vislumbra como una oportunidad para trabajar en una visión del mundo basada en la diversidad y el encuentro. Esta visión nos permitirá acceder a todos a una nueva noción de justicia, a un concepto amplio asociado a la inclusión y la integración social.
Ya sea desde la música, ya sea desde la mediación, por los distintos caminos llegamos a un mismo destino: el cuidado del otro como aprendizaje necesario y urgente en nuestra comunidad, a fin de plasmar la justicia que tanto reclamamos.
Ver el rostro de aquel que está a nuestro lado y asumirlo es clave para comprender qué significa su reconocimiento.
Aprender a cuidar del otro, de los otros y de lo otro se convierte en un desafío. Así bien lo expresa Maturana cuando afirma que la preocupación ética surge en el momento en que a uno le importa lo que le pasa al otro con las cosas que uno hace, o con las cosas que se están haciendo en la comunidad a la cual uno pertenece. Pero para que me importe lo que le pasa al otro tengo que verlo, y para verlo tengo que amarlo.
Tenemos que convencer, tiene que salir de nosotros mismos, que podemos y es necesario que hagamos algo, pequeñas acciones personales que vayamos sumando entre todos, desde lo cotidiano en casa, en la familia, hacia el barrio, el trabajo, las escuelas, las ciudades, etc. Esta responsabilidad nos lleva a pensar en ciudadanía y en el papel activo que nos debemos como agentes sociales autónomos, solidarios y garantes de los derechos humanos y los principios democráticos que tanto reclamamos. No nos quedemos en la proclama.
El Papa Francisco en la encíclica Laudato Si, lo expresa con su claridad habitual : Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo, pero ante todo la humanidad necesita cambiar. Hace falta la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos. Esta conciencia básica permitirá el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida. Justicia es
cuidar al otro.
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