Carmen Viera vive en Eldorado. Allí ella es profesora de pintura en la Epet N° 6. Sus alumnas la adoran. Y es que esta profe enseña con el corazón. Además de enseñar pintura, ella trabaja en algo muy particular. Junto a José Kura, ella lo llama su mentor ya que aprendió muchísimo de él, trabaja por toda la provincia, incluso fuera de ella, haciendo esgrafiado.
La provincia entera tiene su sello, infinitas obras a lo largo del territorio de la tierra colorada, en el que ella junto a este gran artista, bajo el sol, con frío o con calor, han utilizado sus herramientas para dejar la marca perpetua de su arte.
El esgrafiado es una técnica ornamental arquitectónica utilizada para la decoración en el enlucido y revestimiento de muros, tanto en el exterior como en el interior de edificios. En materia de albañilería, puede considerarse como una variedad o tipo de grabado realizado sobre una superficie estofada, a partir de dos capas o colores superpuestos que permiten revelar formas o dibujos al retirar o rascar la capa exterior.
Las manos de Carmen están castigadas, la piel endurecida, con callos y pequeños quiebres, por el uso del cemento y la arena. Esas manos trabajaron incansables, para afrontar la vida que le tocó. Valiente como ninguna, nunca dudó en ir siempre para adelante. Su mayor motivación fueron sus hijos, y siempre dejando todo en manos de la virgen a quien venera con devoción. Su vida entera fue una lucha constante para dar lo mejor a sus hijos y ellos supieron recompensarla siendo excelentes personas, que tomaron lo mejor de su madre para devolverle a ella en recompensa, el saber que son hombres hechos y derechos.
Hoy día Carmen también tiene el título de abuela. Ahora ya más tranquila, sigue trabajando en lo que le gusta. En la escuela sigue enseñando pintura, y organiza todos los fines de año una exposición con sus alumnas. Los trabajos son cada vez más lindos, y cada vez más mujeres la eligen.
Carmen Viera, delicada mujer, extremadamente bella, con los ojos azules que su madre le dio, no se quedó a llorar en un rincón, sino que salió a pelear de la única manera que ella conoce, con garras.
Colabora
Claudia Olefnik.
Artista plástica.
Responsable
del Taller Monarcas.
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