Hola queridos amigos! La semana pasada hablamos del mecanismo de los milagros, y que la llave para poder aplicar este conocimiento estaba, primero, en reconocernos como seres divinos, parte y Uno con toda la Creación y que el realizar este saber constituía un acto de fe.
En este pasaje, Jesús nos dice: Pide con fe lo que quieras en mi nombre y se te concederá, vemos que intencionalmente ocupa la palabra fe, la cual significa tener la certeza de la concesión del resultado en el tiempo presente en que se está haciendo el pedido, y que, de hacerlo de esta manera, te será concedido, o sea que la concesión de tu deseo se ubica en un futuro si la certeza de la concreción está en el tiempo presente. Entonces, el segundo punto de este mecanismo de realización de milagros, es hacer el pedido con todo tu cuerpo, con toda tu mente y todo tu corazón en tiempo presente. Acá hay varios puntos para tener en cuenta porque si cuerpo, corazón y mente hay que involucrar, quiere decir que debemos pensar, sentir y emocionarnos al visualizar la concreción de nuestro pedido como ya realizado. Y ocupamos el tiempo presente, dado que es el único tiempo que existe, puesto que el pasado ya fue, solo habita en nuestros recuerdos y el futuro, como dijimos en una entrega anterior, cuánticamente es un abanico de posibilidades y según sean nuestros pensamientos-sentimientos hoy, lo estamos creando. Podríamos decirlo de otra manera: ocupamos otro estado de conciencia en el cual nos ubicamos en la situación como si estuviera aconteciendo.
Y tercero, como también dije antes, agradecemos, pues el agradecer no solo significa que estamos seguros de la realización del pedido sino que esa es la forma de dar a entender al Universo que va por buen camino en la complacencia de nuestros deseos.
Esto es empezar a transitar el camino de la magia.
Para completar lo antedicho, trataré de contemplarlo desde otro ángulo, para lo que me referiré al libro Los cuatro acuerdos, del Dr. Miguel Ruiz, del cual haré un extracto, que engloba el conocimiento tolteca. En esta sabiduría ancestral, los naguales (maestros) se vieron forzados a esconder y a mantener su existencia en secreto a lo largo de los milenios. Las antiguas profecías vaticinaban que llegaría el momento de devolver la sabiduría a la gente y describe este conocimiento como una manera de vivir que se distingue por su fácil acceso a la felicidad y el amor.
Hace tres mil años un ser humano igual que tú y que yo, mientras dormía en una cueva, soñó que veía su propio cuerpo durmiendo. Salió de la cueva a una noche de luna llena y vio una infinidad de estrellas. Se miró las manos, sintió su cuerpo y oyó su propia voz que decía: Estoy hecho de luz; estoy hecho de estrellas.
Allí se dio cuenta que no son las estrellas las que crean La Luz, sino que es La Luz la que crea las estrellas. Todo está hecho de luz -dijo-, y el espacio del medio no está vacío. Y supo que todo lo que existe es un ser viviente, y que La Luz es la mensajera de la vida, porque está viva y contiene toda la información. Aquí haré una acotación: En Juan 1 (1-6) Jesús dice: La vida era La Luz de los hombres.
Entonces se dio cuenta que, aunque estaba hecho de estrellas, él no era esas estrellas.
Esto es lo que descubrió: todo lo que existe es una manifestación del ser viviente al que llamamos Dios; todas las cosas son Dios. Y llegó a la conclusión de que la percepción humana es solo luz que percibe luz. También se dio cuenta de que la materia es un espejo -todo es un espejo que refleja luz y crea imágenes de esa luz-, y el mundo de la ilusión, el sueño, es tan solo como un humo que nos impide ver lo que realmente somos. Lo que realmente somos es puro amor, pura luz, dijo.
Se vio a sí mismo en todas las cosas: en cada ser humano, en cada animal, en cada árbol, en el agua, en la lluvia, en las nubes, en la tierra.
Diré acá que esto es ser Uno con Dios, ser Uno con todo y con todos y al igual que San Francisco, poder llamar hermano a toda manifestación del Padre: Hermano Sol, hermana Luna.
En esos instantes lo comprendió todo y quiso revelar a su gente lo que descubrió, pero ellos no lo entendían. Vieron que había cambiado, que algo muy bello irradiaba de sus ojos y de su voz. Comprobaron que ya no emitía juicios sobre nada ni nadie. Creyeron que era una encarnación de Dios.
Es cierto -dijo- Yo Soy Dios, pero vosotros también lo sois. (Como Dioses sois, dice el Antiguo Testamento). Todos somos iguales. Somos imágenes de la luz. Somos Dios.
Cada uno es un espejo, dijo. Y comprendió que todos soñaban, pero sin tener conciencia de ello, sin saber lo que realmente eran. No podían verse a ellos mismos en él porque había un muro de niebla o humo entre espejos. Y ese muro de niebla estaba construido por la interpretación de las imágenes de luz: el sueño de los seres humanos.El humo es el sueño, y el espejo eres tú, el soñador.
Vemos en la sabiduría tolteca, el paralelismo en todo lo que venimos diciendo. La vida, como la conocemos es un sueño, por eso se dice que el hombre está dormido y por eso también es que se habla de un despertar de la conciencia. Ese nagual de hace tres mil años hizo un salto de conciencia al soñarse dormido, para el cual sus congéneres no estaban preparados pues sus creencias actuaban como un humo que no les permitía reflejarse en él.
La similitud de esta narración de la experiencia del nagual con El mito de la caverna, en la que Sócrates le pide a Glauco que se figure el estado de ignorancia en que se mantiene la naturaleza humana, es increíble dada la distancia y el tiempo que separan a ambas.
De esto hablaremos en la próxima entrega, pero a la conclusión que quiero llegar es la de que entendamos que si hoy nos son entregadas estas enseñanzas, que en su momento tuvieron que ser ocultadas porque los mensajeros fueron asesinados, es porque el hombre, en forma colectiva ha hecho un cambio en su consciencia, y ya no reacciona violentamente a lo nuevo que pueda oír, y permite que la Luz penetre en la maraña de sus pensamientos elevándolo al leer con indulgencia un escrito como éste, por ejemplo, donde mezclo distintas creencias, sin desmerecer a ninguna, sino amalgamándolas, tratando de encontrar su punto de unión.
Entonces, este es el tiempo, como dijo el Dr. Ruiz, de devolver la sabiduría a la gente para que podamos acceder fácilmente a la felicidad y el amor.
Colabora
Graciela
del Carmen
Zaimakis de Abraham
Escritora
En Facebook: Escuela de Pensamiento.
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