Paraíso del arte y la naturaleza en el corazón de Brasil. Es uno de los mayores museos de arte contemporáneo al aire libre del mundo.Inhotim cuenta con 140 hectáreas de terreno compuesto por jardines, galerías, instalaciones y obras de arte distribuidas por el jardín, cinco lagos ornamentales y flora silvestre.
Si viaja por el sur de Brasil, agende esta joya escondida a unos 70 kilómetros de Belo Horizonte, en el estado de Minas Gerais, donde se encuentra la ciudad de Brumadinho.
En las afueras, en la década de 1980, el empresario minero Bernardo Paz -quien se dedicaba a exportar metales a China- compró un pequeño campo y continuó con el desarrollo de un jardín ya existente en el lugar. Poco tiempo después, Paz vendió una empresa a US$ 250 millones e invirtió íntegramente el dinero en lo que actualmente es el Instituto Inhotim, uno de los mayores complejos artísticos del mundo.
El visitante llega, recorre un camino de adoquines entre bambuzales como muros de un fortín verde, cruza un puentecito sobre un arroyo y se encuentra con un enorme claro en el que se ve al fondo un lago azul rodeado de una pradera limpísima y un majestuoso árbol del tamaño de una casa de cinco pisos y de 90 años de edad llamado tamboril cuyas ramas se extienden por el espacio en forma de manos abiertas.
Más allá hay caminos empedrados que lo llevarán a uno por los rincones lejanos del parque-museo en busca de cualquiera de las obras de artistas como los estadounidenses Matthew Barney, Chris Burden o la colombiana Doris Salcedo, entre otros.
En una colina hay una piscina con forma de agenda telefónica gigante, obra del argentino Jorge Macchi. Las escaleras son las letras ordenadas alfabéticamente. Es preciosa. Pero no está ahí solo para contemplarla sino para zambullirse en ella. Cerca hay donde cambiarse y donde encontrar un traje de baño.
Todo en este parque (o museo, o jardín, o bosque o lo que sea) invita a zambullirse en él, al puro disfrute. Hay salas de exposiciones rodeadas de hamacas para que el visitante se tumbe a contemplar las obras desde los cristales de fuera.
Los números son los que son (galerías enteras, como mini-museos diseminados, 300.000 visitantes al año,) pero no explican lo que se siente cuando, harto de andar, el visitante se tumba en un banco y deja pasar el resto de la tarde mirando cómo el sol dora una deliciosa escultura de bronce mientras una mariposa azul eléctrico del tamaño de un mini-ipad revolotea nerviosamente alrededor.
Una visión distinta de Brasil, lejos de las playas, pero en el corazón de la naturaleza, rodeados de arte.
Un paseo con garantía de ser inolvidable. La decisión de viajar es suya, del asombro, entusiasmo y admiración que en usted se generen se encargará Inhotim.
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