En la relajación final, mientras cuerpo y mente reposan conscientes, le damos al alma la oportunidad de expandirse dichosamente. Son múltiples los beneficios de la práctica asidua del Yoga. Recordemos que es un excelente ejercicio de concentración, en un ambiente sereno, al buen ritmo de la respiración, donde cada postura puede adquirir las características de una breve meditación mientras cumple su función psicofísica. Y en la relajación final, mientras cuerpo y mente reposan conscientes, le damos al alma la oportunidad de expandirse dichosamente. Luego, el sentarse quietecitos y armonizados unos instantes se produce espontáneamente, y nos vamos de la clase con lo mejor de nosotros, portando una actitud peculiar que podemos trasladar a las distintas actividades de la vida cotidiana, al descanso o a los contactos con nuestros semejantes y con la naturaleza.
Desde su visión integradora, el Dr. Chaudhuri nos dice que para el Yoga es muy importante que cada persona tenga la oportunidad de conectar con las raíces de su propio ser y desarrollarse, siguiendo las inclinaciones determinadas por su constitución psicológica, en pos de la libertad plena, superando todo miedo, ansiedad, duda y desesperación, hasta que su individualidad pueda florecer y convertirse en un centro creativo del Cosmos.
Con este propósito, la actitud meditativa se centrará en la apertura activa de uno mismo hacia lo superior y hacia el interior, en un proceso de inmersión en las profundidades de nuestra naturaleza física, constitución emocional, capacidad intelectual, impulsos estéticos y pautas de conducta moral y social, mientras abrimos esos diferentes aspectos de nuestra persona a la luz y al poder superior de lo trascendente, en un proceso de ascenso a las alturas del propio ser. Así promovemos la transformación de la personalidad en un centro de expresión de la Realidad Superior, que se halla tanto en lo alto como en nuestro interior, tanto arriba como abajo, porque aspiramos a la unión del ser y el devenir para vivir en armonía con el infinito.
Esto nos conecta hoy con las vivencias de la reciente celebración del Día Internacional de la Mujer, que inspiran nuestra actitud meditativa para concentramos en llenar nuestro corazón con el espíritu de unidad con toda la existencia, con el amor cósmico como diría Indra Devi. Como albergadoras de vida, daremos sentido así a nuestras actividades y contemplaremos el amor divino que habita en el corazón de todo ser humano, para irradiar amor y buena voluntad hacia todos los rincones del planeta, a todas las criaturas vivientes, a toda gente y nación del mundo, a nuestros amigos y no tan amigos, familiares, compañeros, vecinos y extraños, recordando que todos compartimos la misma identidad cósmica.
Es muy importante que esta actitud cultivada durante la meditación se pueda plasmar en todas las relaciones cotidianas, mientras vamos por la calle, en nuestro lugar de trabajo o en el hogar, con plena conciencia de la Presencia Superior en todos los transeúntes y relacionamientos laborales, personales o sociales, de manera que se puedan ir permeando del espíritu de buena voluntad y amor. Y ante actitudes inaceptables podremos actuar sin odio ni venganza, sintiendo preocupación auténtica por el bienestar último de todos los implicados, basándonos en la visión de la unidad espiritual de toda la existencia.
De este modo, con la actitud meditativa incorporada, en cualquier momento podemos hacer un breve silencio, traer la conciencia al presente, respirar la paz con el yo soy, conectarnos con todo lo que es y regresar con la mejor disposición a la vida corriente. Entonces, cuanto más armónica sea nuestra modalidad de existencia con las aspiraciones de nuestro ser más profundo, tanto mayor será nuestra sensación de libertad, abundancia y alegría. Namasté.
Colabora
Ana Laborde
Profesora de Yoga
376-4430623
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