Si tan solo por un instante pudiéramos percibir y darnos cuenta ¡todo lo que la naturaleza nos da! Es tanto… ¡tanto!
Nos da todo: abrigo, cobijo, sustento, pertenencia. Ella es todo para nosotros, es nuestro hogar y el de todos los reinos.
Si tan solo por un momento lo pudiéramos abarcar en nuestro pensamiento
creo que cambiaríamos completamente nuestra actitud, no solo para con ella, con todo.
Alguna vez tan solo por un momento pensamos ¿que haríamos sin ella? Es nuestra gran sostenedora, la vida toda está sostenida por su inagotable fuerza. Ella se transforma y vuelve una y otra vez a resurgir de todas y cada una de las heridas que le causamos.
Quizás en esta incapacidad que tenemos de darnos cuenta que sin ella no somos nada, hacerle algo a la naturaleza es ponernos en riesgo. Así como hijos adolescentes que somos, con esta típica arrogancia que nos caracteriza, como humanidad todavía pensamos que lo podemos hacer mejor que ella, sin siquiera percibir los hilos infinitos e invisibles que sostienen todo.
¿Lo pensaste? ¿Lo sentiste?
Creo que solo bastaría el darse cuenta de unos pocos para que algo mejor se ponga en marcha, algo mejor para todos y cada uno de nosotros.
Es tan delicado y sutil el equilibrio que nos rodea, es tan inmensa la vida y su diversidad y es tan infinita su capacidad de resurgir ¡Ella como una gran madre! nos permite en su inmenso amor e infinita misericordia seguir haciendo experiencia al borde de la autodestrucción.
Tan sutil y delicado es el equilibrio que nos envuelve, como profundo y fuerte en su capacidad de sostenernos a cualquier precio. Eso es ¡amor incondicional! Ella está ahí, es la que está en el trasfondo sosteniendo todo para que podamos seguir hasta comprender que somos solo un eslabón más dentro del todo mayor.
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Patricia Couceiro
Consteladora
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