Los tiempos son cambiantes. La característica de los tiempos actuales es la vertiginosidad en que vivimos inmersos. Podríamos sospechar que el avance en los instrumentos tecnológicos, especialmente en el campo de las comunicaciones, tienen una influencia directa en esta manera de percibir la realidad. Con solo asistir a los grandes cambios en las maneras de relacionarnos a partir de la aparición de las redes sociales, podemos reafirmar las sospechas.
Frente a este panorama se hace necesario encontrar el sosiego y la tranquilidad mental para detenernos a pensar qué está pasando. Podríamos redireccionar la pregunta hacia nuestra realidad existencial y preguntarnos: ¿qué nos está pasando? ¿Qué les está pasando a nuestros hijos y familiares? ¿Hemos perdido algo con la utilización de este tipo de tecnología? ¿Es positiva o negativa la utilización de estos dispositivos?
Podemos presentar un posible parangón a la situación que intentamos revisar. Hace no mucho tiempo, las naciones más poderosas discutían la posible influencia que el hombre podría tener sobre el ambiente. Aunque hoy en día parezca que la cuestión es clara, en ese entonces no parecía claro qué tanto daño podría representar la intervención del hombre en nuestro hábitat. Evidentemente el avance de la intervención del medio ambiente se desarrolló sin mayores reparos. Sin embargo, la cuestión que a nosotros nos interesa es el hecho de que hoy en día se conocen las consecuencias de ciertas prácticas que el hombre actual realiza con cierta liviandad y que no obstante, no se aplica en cambiarlas. Nos hemos acostumbrado a ciertas formas que están lejos de ser naturales y menos aún convenientes. Podríamos plantear que en realidad no entendemos la gravedad de esta cuestión y del lugar y la responsabilidad que tenemos en el mismo.
Teniendo como antecedente la situación descrita, podemos entender la necesidad de no acostumbrarnos a lo que se nos da y cuestionarnos qué tipo de influencia podría causar en nosotros. No sea que el tiempo pase y nos encontremos contaminados, enfermos y lo que es peor sin la lucidez para darnos cuenta. Frente a este riesgo la Filosofía se presenta como el dispositivo crítico que desmantela la habitualidad y desmaleza el paisaje para que podamos observar con más lucidez los límites e implicaciones de lo que consumimos.
Para enfrentar esta titánica tarea podemos pararnos en los hombros de un gran maestro del pensamiento: Platón. Este filósofo del siglo IV a. C., en un diálogo titulado Fedro nos advierte de cierto avance técnico, comparable con los instrumentos de tecnología actuales, la escritura.
Aunque podría parecer contradictorio que un autor como Platón, tan prolífero en su producción textual, critique justamente esta herramienta tan usada por él. Sin embargo, este punto se aclara una vez adentrado en su crítica.
El Fedro es un diálogo de madurez de Platón donde el autor presenta a Sócrates charlando amablemente con Fedro, un joven entusiasta de los oradores. Particularmente el joven Fedro se muestra emocionado por un rollo escrito, que contiene el discurso de un famoso orador de la época. A partir de este escrito surgen todas las discusiones. En la última parte del diálogo se toca la cuestión de la escritura. Como buen filósofo, Platón pone en tela de juicio la apariencia de utilidad de la escritura como un dispositivo de crecimiento cultural. Por otro lado, como buen maestro y pedagogo, incita la reflexión a partir de una narración mítica, que devela las aristas de la utilización de este dispositivo.
El mito comienza presentando a un inventor egipcio, Theuth, que expone sus inventos a un rey llamado Thamus. La pretensión de Theuth era que sus inventos fueran distribuidos entre el pueblo egipcio. El rey le solicitó que explicara la utilidad de cada uno de sus inventos. Así lo hizo el ingenioso inventor, quien cuando llegó el turno de presentar su más preciado invento, la escritura, es atrapado por un desbordante entusiasmo.
Theuth declara al rey que este invento es grandioso, que hará más sabios a los hombres y aumentará la memoria de los mismos.
Es interesante en este momento plantear una similitud con nuestro tiempo. Circula en el ambiente actual el mismo entusiasmo que Theuth mostraba sobre la escritura, al referirnos a los avances tecnológicos de los últimos tiempos, como ser internet y su ampliación en el uso en dispositivos celulares. Se puede escuchar a entusiastas que mencionan la gran posibilidad que internet genera al acercarnos una cantidad enorme de información, de poder acceder a las grandes bibliotecas del mundo y en la comodidad de nuestros hogares.
Volviendo al mito platónico, frente a este entusiasmado Theuth, el rey Thamus adopta la postura de un filósofo y analiza críticamente el objeto presentado. El precavido rey detecta que en realidad la escritura va a generar consecuencias contrarias a las esperadas por el inventor. Es el olvido y el debilitamiento de la memoria lo que va a generar la escritura, pues los hombres van a dejar de ejercitar la memoria al plasmar las ideas en las letras. De esta manera se genera un desplazamiento del recuerdo al exterior del hombre, desarticulando la internalización del recuerdo y por lo tanto su extrañamiento y no comprensión. El recuerdo se devalúa a simple recordatorio (nosotros como argentinos podemos encontrar muchos ejemplos de esta degeneración de la memoria).
Por otro lado, insiste el rey Thamus, la escritura no hará sabios a los hombres sino que los empapará de apariencia de sabios. Por conocer, a través de la escritura, los pensamientos de otros aparentarán tener inteligencia y discernimiento, sin tenerlo. A lo sumo, contarán con un conocimiento, podríamos decir, enciclopédico pero sin reflexión. Pero lo peor de esta consecuencia es que estos hombres se creerán sabios sin serlo.
Es en este momento en que podemos recuperar el concepto de ignorancia socrático-platónico. El mismo consiste en creer saber lo que realmente no se sabe. Dicho estado de creencia de saber lo que no se sabe es una traba a la adquisición de conocimiento, pues no buscamos lo que ya creemos poseer. Si creemos que conocemos, no vamos a reparar en la necesidad de buscar dicho conocimiento.
Podemos en este momento, nuevamente, traspolar estas ideas a la actualidad y preguntarnos, frente al ya mencionado entusiasmo de las maravillas de internet, si esta sociedad que tiene tan a la mano tanta información y las ilimitadas bibliotecas del mundo entero, ¿es más lectora, más culta, tenemos jóvenes más lúcidos e intelectuales, el nivel de cultura general es más alto que el siglo pasado? ¿Somos una generación más crítica frente a los medios de comunicación? ¿Consumimos en internet información que nos alimenta el espíritu?
Tal vez tendríamos que seguir el ejemplo del rey Thamus, y de Platón en el fondo de la escena, y repensar nuestra relación con los dispositivos tecnológicos actuales, sin que eso signifique negarlos o dejarlos de usar.
En el caso de la escritura, Platón no la descarta, pero advierte que no nos tenemos que dejar llevar por este invento artificioso y olvidar que tanto la memoria como la inteligencia nacen del ejercicio constante de pensar, reflexionar, analizar, criticar y no absorber acríticamente lo que se nos presenta.
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