Ernesto Benítez tiene 27 años y, en Eldorado, recibió un puntazo en la espalda que lo dejó con lesiones graves en la columna. Su madre, quien recibió amenazas tras el episodio, pide que se haga justicia. Tengo un hijo que sobrevivió de milagro y ahora sólo nos queda rezar para que Dios nos vuelva a ayudar y permita que vuelva a caminar. Los que lo atacaron, lo dejaron parapléjico. María Sena vive en un asentamiento lindante a la Unidad Penal III de Eldorado, tiene 49 años, y no se despegó de Ernesto Benítez (27) los 31 días que permaneció internado en el Hospital Ramón Madariaga por la puñalada que recibió en la espalda y dañó de gravedad la médula ósea.
Su hijo, el segundo de un total de ocho, fue atacado durante la madrugada del lunes 5 de febrero en plena calle Piray Guazú del barrio 40 Viviendas. Al menos tres hombres lo corrieron hasta alcanzarlo y golpearlo salvajamente hasta que uno de ellos le introdujo un arma blanca que le ingresó por la espalda entre dos vértebras y le perforó la médula espinal.
Ernesto fue rescatado en medio de un charco de sangre a las 2.10 de la mañana, inconsciente y en estado desesperante, por lo que fue derivado de inmediato a Posadas.
Los médicos me dijeron que sobrevivió de milagro y para que vuelva a caminar iba a necesitar de otra ayuda similar divina, porque la lesión le rompió la médula y va a quedar postrado toda la vida en una silla de ruedas, resumió María Sena en diálogo exclusivo con PRIMERA EDICIÓN.
Hay tres personas que se escaparon, que casi matan a mi hijo. Ahora con nada tengo que ayudarlo, necesita un colchón inflable para evitar infecciones y tiene que seguir un tratamiento de medicamentos el resto de sus días, pero sin posibilidad de volver a caminar y yo no puedo alzarlo siquiera.
En condiciones precarias, María intenta atender a sus hijos -cinco de los ocho, menores de edad- y continuar su trajinar por la Justicia para que atrapen a los responsables del ataque. Ernesto no recuerda nada de la madrugada que lo atacaron, despertó y le aparecen escenas cortas y salteadas de lo sucedido. Dice que lo corrieron cuando iba con su amigo, pero no sabe, dice que no recuerda quiénes son los que lo lastimaron.
La mujer se ilusiona con que a medida que se sienta más fuerte y vaya recordando va a poder declarar, desde la Policía ya me lo adelantaron, que cuando esté mejor podrá ser llevado a dar su testimonio. Mientras tanto tenemos que darle un espacio aceptable en mi casa, somos gente humilde pero nos arreglamos.
La madre de Ernesto aseguró que no siente temor por su seguridad y la de su familia, aunque agregó que hasta en el hospital Madariaga me llamaron de un celular con número sin identificar y me amenazaron para que no insista en acusar a nadie sobre el ataque a mi hijo. Yo sé quiénes fueron, o sospecho con fuerza, y también sé que dejaron pasar mucho tiempo y los tipos estos huyeron del barrio y de la ciudad.
Una mujer me llamó y me dijo que no hable más, pero yo no le temo ya ni al diablo, casi me mataron a un hijo y tengo otro hace diez meses detenido por un robo calificado que en realidad fue una pelea en la calle. Yo voy a hablar, no tengo otra ayuda, quiero justicia para Ernesto y voy a esperar otro milagro para que camine, finalizó María, a la espera de ese milagro que todavía no llega, pero que aguarda con fe ciega.
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