La víctima de un año y siete meses rescatada ayer, miércoles, tenía quemaduras de cigarrillos, puñetazos en la cara, marcas de cintarazos e incluso rastros compatibles con mordidas en la espalda. La madre, de 18 años, no habría denunciado por las amenazas de su concubino. De héroes sin estridencias a menudo se construyen historias de coraje donde el bien a preservar, la vida, resulta a salvo como desenlace. En este caso el de la de un pequeño y su joven madre.
El valor de varias vecinas del barrio San Onofre permitió, durante las últimas horas, que efectivos de la comisaría Decimoprimera pusieran a resguardo a un menor de un año y siete meses y a su progenitora de 18 luego de atravesar un literal calvario de golpes, torturas y amenazas de muerte en un humilde de hogar en este asentamiento de la zona Sur de Posadas.
El rescate del pequeño se concretó el martes por la noche en una vivienda de las calles 71 y 168, donde los uniformados de la Unidad Regional X se presentaron y corroboraron que el menor tenía golpes en el rostro, por lo que procedieron a demorar al padrastro y a trasladar a la madre con el niño para que lo revisaran médicos legistas y se constataran graves lesiones como quemaduras de cigarrillos en pies y brazos, rastros compatibles con mordidas en la espalda, marcas de cintarazos, ataduras, golpes de puño cerrado y cachetadas, excoriaciones e infecciones en la oreja derecha, entre otras cicatrices.
Golpes y amenazas
Vanessa Machado tiene 22 años y fue una de las mujeres que demostraron el valor suficiente y recurrieron a la fuerza de seguridad para poder alejar al niño de la situación de violencia.
Dialogó con PRIMERA EDICIÓN y detalló el sometimiento al que habrían sido sometidos el menor y su madre. Hace poco más de una semana comenzamos a sospechar que el niño era maltratado por las peleas y llanto que se escuchaban en su casa.
El día que lo vimos en manos de su madre y vomitando sangre nos desesperamos. Lo llevaron al Hospital de Pediatría y allí estuvo durante dos días. El padrastro dijo que se había caído y golpeado la cabeza; pero cuando le dieron el alta lo tuvieron encerrado en la vivienda, el lunes vi que tenía una piña en un ojo, un moretón que no era de caída, era de golpe de puño. Por eso, hablamos con otra vecina y fuimos a la Decimoprimera a pedir que nos ayudaran. El martes por la noche llamamos al 911 y vino un patrullero. El nene ya tenía mordidas y la cara hinchada de golpes, hasta la marca de una cachetada se le notaba. Los llevaron a los tres a la comisaría.
La madre tiene miedo de su pareja, ella lo cubrió cada vez que le preguntamos por qué lloraba tanto su hijo, hasta le faltaba un diente por las golpizas, pero ella lo defendía, sospechamos que estaba amenazada.
Machado también remarcó que los tormentos fueron de una crueldad extrema: Hasta lo ató y le puso un cinto en la boca y con otro lo marcó por todos lados, la madre nos lo confesó y que lo hacía porque el nene lloraba y no dormía.
Las lesiones consignadas por la Policía a la Justicia indicaron, según fuentes de este Diario, que el menor presentaba múltiples excoriaciones y hematomas en varias partes del cuerpo, principalmente en el ojo derecho y mejillas, tres mordidas en la espalda, heridas en el cuello y rastros de infecciones en una oreja y cejas. En la denuncia, una de las tres vecinas aseguró que escuchó, entre los gritos y golpes, que el padrastro le decía al niño: Callate no llores al pedo.
También remarcó que el menor era atacado cada vez que el sospechoso se embriagaba, pero la pareja no se animaba a denunciarlo porque padecía todo tipo de maltratos y tenía mucho miedo.
El joven de 18 años quedó alojado en una celda policial mientras se investiga su responsabilidad en las lesiones del menor.
La madre y el niño mientras tanto, permanecen bajo la contención de profesionales de la Policía. La mujer también fue notificada de la causa y la víctima directa de los ataques fue llevada a un hogar para su tutoría provisoria.
Se investiga si la progenitora sufría presión psicológica (artículos 4 y 5 de la ley 26.484 de violencia de género), motivo por el cual no denunciaba los tormentos.
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