Vivimos influenciados bajo dos paradigmas: el miedo o el amor. El miedo nos muestra que la vida es difícil, nos lleva a creer que no somos capaces de hacer las cosas que soñamos o deseamos, nos hace ver el mundo de formas injustas y nos lleva a comportarnos y ser de maneras que poco amables para nosotros mismos y para los demás. El miedo nos vuelve apáticos, desconfiados, temerosos, con tendencias autodestructivas, viciosas e incompresibles.
En cambio el amor nos muestra una vida agradable, grata de vivirla en todas sus facetas. Bajo la influencia del amor podemos ser solidarios, amorosos, compresibles, serviciales y en cada momento difícil vemos una oportunidad de crecimiento y aprendizaje.
El amor es el paradigma que hace a las personas felices y agradecidas, y por lo tanto son personas que mantienen conductas de amor propio que influyen en los demás, cuidan de si mismos tanto en la salud como en lo espiritual, incorporando hábitos que son de carácter positivo.
Puede que hayas nacido en una familia que vive bajo el paradigma del miedo, con ideas de imposibilidad, dificultades, castigos, egoísmo, carencia afectiva o poca comprensión. Pero a medida que vas creciendo tanto física como mentalmente vas observando diferentes maneras de ser quizás opuestas a las que estas siendo, y puede que ocurra dos cosas, sentirte a gusto o querer transformar aquello que incorporaste en ti alguna vez. Y eso es posible, ¿Cómo? Eligiendo.
Andar por la vida sin tomar decisiones de quien soy es posible, pero más responsable y agradable que eso es poder elegir, elegir quien quiero ser, porque cada uno tiene la capacidad de elegir quien quiere ser independientemente de las circunstancias en las que haya nacido, vivido o sentido.
Puedes elegir ser amor con los demás o egoísmo. Y lo que decidas es lo que demuestra lo que llevamos por dentro. Algunos necesitan más tiempo que otros para comprender y poder gestionar sus experiencias, otros lo captan con más facilidad. Aceptar y respetar los procesos de cada uno también es parte de ser amor.
Elegir nos hace también ser responsables de lo que vivimos, de lo que nos rodea y de lo que nos afecta, cuando empiezas a elegir ya no puedes echar culpas ni delegar responsabilidades, porque todo depende de ti.
Obsérvate y empieza a elegir, y observa lo que en consecuencia empieza a suceder. Te sorprenderás.
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