Con sus 91 años, esta mujer que no pierde su acento cuyano, con la voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas recuerda los momentos vividos junto a su familia en la Ciudad de las Cataratas.PUERTO IGUAZÚ. Aun siendo inhóspita, la tierra colorada sedujo a quien la conoció e incluso atrapó a quien se animó a conocerla en sus profundidades, como a Nelly Elva Sotelo, viuda de Calvo, mujer que supo conquistar, junto a su familia, un lugar en la Ciudad de las Cataratas.
Al pie de la Cordillera de los Andes, en San Rafael, Mendoza, paraíso en la tierra, de ricos y variados paisajes, aguas límpidas y aire puro, Nelly Elva Sotelo, viuda de Calvo, llegó a la vida, allá por 1926. Sin embargo, ninguna de las características de ese oasis favorecían la salud de uno de sus hijos, Leandro (a quien todos conocieron después por Pinocho), el niño tenía bronquitis asmática. Probaron con todos los tratamientos a su alcance, hasta que un médico recomendó cambiar de clima. Así los Calvo llegaron a Misiones, primero a conocer y luego definitivamente.
En 1953 la familia se estableció en Posadas, donde se quedó por dos años para ambientarse, y luego se trasladó a Iguazú. Con un camión, Pedro Calvo, marido de Nelly, comenzó a transportar productos de Mendoza, vinos, frutas secas y demás, hasta que Parques Nacionales abrió la convocatoria para otorgar en concesión la explotación del camping en el salto Dos Hermanas, cuando todavía se usaba como piscina natural y el lugar era frecuentado no solo por los turistas sino también por la gente de Iguazú.
Una vez más se mudaron, ahora al lado del salto. Él había ejercido el oficio de ebanista y tuvo la idea de hacer un gran quincho, todo con madera de la zona, ornamentado con tacuaras y paja. Y así arranca un nuevo capítulo en su historia, con mucho trabajo para salir adelante.
El sacrificio, la audacia y el coraje fueron los ingredientes que marcaron la vida de Nelly. Mandaba a sus tres chicos, Lilia, Leandro (Pinocho) y Pedro, a la escuela de Cataratas, cerca del viejo hotel, lavaba, cocinaba, atendía a los turistas
las 24 horas no le alcanzaban, a veces amanecía en el arroyo lavando manteles para todo se vea impecable.
El único vecino que tenían era don Guillermo Isidoro Larregui Ugarte, más conocido como El Vasco de la Carretilla, porque la población estable vivía en las inmediaciones de la escuela. Por las noches, el sonido del aire se mezclaba con el rugido del agua y producían un efecto similar al de voces, pero la naturaleza nunca les jugó una mala pasada, a pesar de haber visto de todo, hasta tigres persiguiendo a los chanchos del monte.
Pedro Calvo había construido unas casillas de madera que alquilaban a los turistas que llegaban al camping. No había luz eléctrica ni mayores comodidades, sólo una heladera a kerosén y velas para iluminar las noches profundas, pero eso no era un impedimento para que la gente se sintiera atraída a vivir en una especie de aventura.
Finalmente, el esfuerzo comenzó a dar sus frutos. Por entonces los barcos llegaban al puerto de Iguazú una vez por semana y los taxistas comenzaron a llevar a los turistas al camping, a la gente le encantaba el lugar, que era como un refugio en el medio de un vergel, en cada cabreada había un cacho de banana, los colibríes libaban las flores silvestres y los boyeros peleaban con los tucanes que se querían comer los huevos de sus crías. Naturaleza en estado puro. Y, para completar, el lugar se empezó a conocer por el pescado fresco que servían en el comedor.
Once años estuvieron en Cataratas, hasta que llegó un intendente de Parques al que no le gustó que les fuera tan bien y los corrió. Por suerte habían comenzado a construir la casa que Nelly todavía habita en la avenida Brasil, que por ese entonces todavía era de tierra. Levantaron un restaurante al que llamaron El Ciervo y poco después, en 1971, obtuvieron la habilitación de la agencia Tucán Turismo, que con el número de legajo 377 fue la segunda de Iguazú (según Pinocho la primera fue Selva Tour, de Rolón y después de ellos vinieron Ortega y Guembé).
Compraron combis para los traslados de turistas a las Cataratas y trabaron relaciones comerciales con Brasil, que derivó en una linda amistad con Rafain.
Un acontecimiento que les cambió la vida
En 1963 la fábrica italiana Fiat se instaló en Córdoba y llegaron a Argentina los tres directores más importantes de la compañía, con sus respectivas esposas, para inspeccionar las nuevas instalaciones de la planta recién inaugurada, obviamente no podían dejar el país sin conocer Cataratas, así que la Fuerza Aérea Argentina puso un avión a disposición para que volvieran en el mismo día, como era de esperar, almorzaron en el comedor de los Calvo, con una sobremesa se extendió hasta pasadas las 15, a partir de cuando comienza a entrelazarse una secuencia de casualidades que casi le cuestan la vida al emprendedor.
La primera, el piloto que trajo a los directores era un viejo conocido de Pedro, que se había formado con él en la escuela de aviación, porque también era aviador. La otra, la familia necesitaba un auto para dejar de depender del colectivo, qué mejor oportunidad que aprovechar el viaje y comprarlo en la fábrica.
Avanzada la tarde, cuando iban a salir, comenzó a formarse un frente de tormenta. El piloto lo advirtió pero decidió salir igual. A pocos minutos de despegar se vieron envueltos en ella y el avión comenzó a dar vueltas. Pedro iba en el último asiento y dejó su lugar para ir hasta la cabina para indicar que estaba errando el rumbo.
¡Estás equivocado! éste no es el Paraná, ¡éste es el Piray Guazú! Tenés que dar la vuelta para tomar el Paraná y así llegar a Posadas, imploró, pero cuando el avión giró se encontró con un cerro con el que chocó de frente. La aeronave se partió en dos y Pedro salió despedido. Fue el único sobreviviente. Estuvo seis días en el monte, sin agua, quebrado, desangrado, con una pierna gangrenada. Succionaba las plantas de ortiga tratando de extraerles el líquido. Después, encontró un casquillo de una cámara de fotos en el que comenzó a orinar y a tomar su propio orín para no deshidratarse. Vivió seis días perdido en el monte y en la última hora de sol del último día que podría haber soportado lo encontraron.
Mientras tanto, en Cataratas, el único que se había enterado del accidente era El Vasco de la Carretilla, que le pidió a Pinocho que no le contara nada a su madre y tampoco le trajera los diarios del pueblo, porque ya habían publicado las crónicas del accidente.
Emociones y sentimientos
A Pedro lo llevaron al sanatorio Nosiglia, en Posadas, donde estuvo internado tres meses. Los médicos dijeron que debían amputarle para pierna para salvar su vida. Ese fue el dolor más grande que tuvo que soportar Nelly, porque fue ella quien, a pesar de la oposición de toda la familia, autorizó el procedimiento.
Con sus 91 años, esta mujer que no pierde su acento cuyano, con la voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas recuerda el doloroso momento: No lo dudé, les dije que le cortaran la pierna, pero que me lo dejaran vivo. Y debió enfrentar también el momento de contarle a su espodo lo que había sucedido. Suspiró cuando me vio entrar a la sala donde lo habían operado. Me dijo que no sentía la pierna y tuve que arreglármelas para decirle, memoró Nelly.
Pedro tuvo que permanecer otros seis meses en el Hospital Italiano, en Buenos Aires. Cuando le dieron el alta mandaron a hacer una pierna ortopédica en Italia, pero como quedó un poco más alta, empezó a usar un bastón. A modo de resarcimiento, Fiat le ofreció trabajo a él, a ella y estudios completos para los hijos; pero no se quiso ir. Sólo aceptó, como regalo, el primer auto que fabricó Fiat en el país.
El ciervo y Tucán Turismo permanecieron hasta el 87. Antes, Iguazú era otra cosa, mucho mejor que ahora, pero la época más linda de mi vida fue la que pasé en Cataratas, agregó Pinocho, al lado de su madre, una mujer que supo escribir parte de la historia de esta ciudad.
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