A fines del siglo XX se comenzó a hablar del comportamiento particular de algunas personas que presentaban ciertos síntomas ligados al ámbito laboral. En 1986 las psicólogas norteamericanas Maslach y Jackson definieron al burnout como un síndrome de cansancio emocional, despersonalización y una menor realización personal que se da en aquellos individuos que trabajan en contacto con clientes y usuarios.
El síndrome es una respuesta a un estado de stress originado en el contexto laboral. Quienes los presentan sufren un conjunto de síntomas como sentimientos de vacío, agotamiento, fracaso, impotencia, baja autoestima y pobre realización personal. Es frecuente apreciar nerviosismo, inquietud, dificultad para la concentración y una baja tolerancia a la frustración con manifestaciones físicas como dolores de cabeza, insomnio, alteraciones gastrointestinales, taquicardia, entre otras.
Quienes están más propensos a sufrir este síndrome son aquellas personas que se identifican demasiado con su trabajo y dejan de lado su vida personal y familiar y que asumen más tareas de las que le corresponden y se ven, en ocasiones, atareados de cosas por hacer. Por otro lado en aquellos trabajos en los que la relación es directa con personas se está más proclive a tener el síndrome de las cabezas quemadas como médicos, enfermeros, docentes y trabajadores sociales.
Hacer ejercicio diariamente, valorizar las tareas laborales que se hacen, tomarse tiempo libre cotidianamente, compartir con amigos, dormir lo suficiente e implementar ciertas técnicas de relajación pueden ser algunas indicaciones para evitar padecer de este síndrome.
Por
Laura Mingo
MP 656
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