Me sirvió muchísimo la experiencia en los yerbales, el frío y la vida muy sacrificada, para valorar hoy otras cosas, repite una y otra vez Agustín Da Silva.OBERÁ. Infancia dura, vulnerable y con pocas posibilidades fue el pasado que marcó la vida a fuego de Agustín Da Silva. Un chico que con tan solo trece años se adentró a los yerbales para ayudar a su familia, en un campamento donde vivió días muy duros, frío penetrante, oscuridad y silencio profundo. Pero todo quedó atrás, hoy es uno de los mejores atletas de la Capital del Monte, buen alumno, excelente compañero y mejor persona.
A los diez años vivía atrás del complejo del barrio Villa Cristian, me crié con mi mamá Margarita, con mis hermanos y mi abuela, en ese entonces andaba sin camisa y descalzo corriendo en la pista de la cancha que tenía cerca. Un día me acerqué a los chicos que estaban entrenando y los profesores Marcelo, Tito y Fabián me invitaron a participar, así comencé a ir. Ponerme las primeras zapatillas fue complicado, parecía que no podía correr, era incómodo, entonces me las sacaba y corría descalzo, como andaba siempre, confesó.
Y agregó que un tiempo después vinieron los hijos de mi abuela desde Buenos Aires y me fui a vivir allá un tiempo, pero no me hallé y decidí volver, extrañaba mucho. Después de esa vuelta no volví a correr, me robaron los trofeos y es como que se me olvidó que corría.
Un año después, con once años, comencé a juntarme con chicos del barrio con quienes jugábamos al fútbol. A los trece decidí salir a trabajar, un poco por necesidad y otro para ayudar a mi familia, fui a tarefear, me iba de campamento, me instalaba quince días en los yerbales, durante más de tres años, recordó e insistió en que como mis compañeros tarefeaban yo me enganché y les seguía los pasos.
Recuerdos que marcan para siempre
Hay cosas que no me puedo olvidar de esa vida en el yerbal, por ejemplo, en una oportunidad, el cuadro donde íbamos a trabajar quedaba a cinco kilómetros del lugar de donde estábamos durmiendo; nos acostamos temprano, porque a las 3 nos teníamos que levantar, hacía mucho frío, tanto que no se aguantaba, cuando me despierto a las 4 ya no había nadie en el campamento, se habían ido todos, sostuvo y añadió que me levanté y salí corriendo, desesperado en el medio del monte, en una oscuridad terrible. Hasta que encontré a los chicos. Después de caminar una hora llegamos al lugar donde ya había más de veinte personas. Recuerdo a dos hombres que tenían muchas necesidades, eran los que no paraban, porque debían mantener a sus hijos, nada los detenía, ni el frío de ese día, yo me sumé a ellos. El resto hizo fuego para calentarse porque era imposible de otra manera.
Recuerdo que en las hojas de yerba había hielo, eso congelaba mis manos, solamente el que tarefea soporta y sabe lo duro que es, cualquier persona ni se imagina, tampoco soportaría ni siquiera media hora. El sol era nuestro mejor aliado para esos días. En ese tiempo no pensaba en estudiar, había perdido toda la esperanza. Solito hacía 500 kilos por día y mi objetivo era llegar a los mil. Fue duro, mis brazos estaban todos cortados, nunca trabajé en blanco, porque era menor, confesó.
Seres que se cruzan por alguna razón
Cada quince días Agustín visitaba a su familia en el barrio Caballeriza, ese fin de semana estaba a punto de volver al monte, pero un ángel vestido de blanco llegó a su casa, era la maestra Irma. Me ofreció terminar la escuela primaria. Ese día me quedé, no fui a tarefear. Al día siguiente me dirigí al lugar que ella me había indicado, apenas ingresé la maestra notó mis brazos cortados, entonces me dijo: Nunca más vayas a tarefear, a partir de ahora quiero que estudies. Desde entonces me puse a estudiar, no paré ni un segundo. Quería recuperar todo lo perdido y fue ahí en la escuela satélite nocturna donde terminé la primaria y con la promesa de volver con el título de la secundaria para mostrarle a la maestra Irma, dijo orgulloso el joven.
Al mismo tiempo que comenzó la escuela secundaria volvió a correr en los Juegos Evita y a pesar de que hacía mucho tiempo no corría sintió las mismas ganas, regresó aquel recuerdo de cuando tenía apenas diez años.
En la actualidad Agustín cursa quinto año en el Centro de Educación Polimodal (CEP) 46, cada palabra que dice es de gratitud, de fe y esperanza, lejos del resentimiento del pasado, dice que todo lo que vivió le enseñó a valorar más todas las cosas.
Cada palabra que nos enseñan los profesores la aprendo y valoro, porque todo me sirve, trato de superarme todos los días. Todos los consejos que ellos me dan los escucho. Me esfuerzo para lograr todos los objetivos. De cada día mejorar como persona, como deportista a través del esfuerzo y la constancia, comentó.
El día de mañana quiero llegar a terminar una carrera universitaria. Otra de las tantas cosas que me enseñó la vida es que si se quiere algo, se puede, con mucho esfuerzo uno lo puede lograr, no hay nada imposible. Nunca me imaginé que iba a terminar la secundaria y menos tener como objetivo completar una carrera. Lo que sueño es seguir Kinesiología, sé que si me lo propongo lo voy a lograr. Creo que es un sueño que tengo de ahora en adelante que quiero cumplir. A mis hermanos también les exijo que estudien y se esfuercen para aprender y superarse cada día un poco más, expresó Agustín.
Objetivo como deportista
Me encantaría representar al país en un mundial en atletismo, puede ser en Cross Country, el año pasado fui campeón nacional, es lo que más me gusta. Siempre tengo como referencia a los atletas campeones, trato de imitarlos y hacer las cosas bien y así algún día llegar a ser como ellos, en el deporte, sostuvo.
Y, para finalizar, Agustín solamente tuvo palabras de agradecimiento a quienes los ayudan a seguir adelante con sus sueños personales y deportivos, comercios, Municipalidad, profesores, familiares y amigos.
Discussion about this post