La frase trascendió ayer durante el juicio oral y público a un hombre acusado de asesinar de 23 puñaladas a la pareja de su exesposa, el sábado 11 de julio de 2015, en el barrio kilómetro 10 de Puerto Esperanza. Luego de amenazarla el acusado agredió brutalmente tanto a la mujer como a su propio hijo de once años, quien le asestó un palazo en la cabeza y logró que el violento hombre huyera.
Con el testimonio de los testigos, los policías iniciaron un rastrillaje que acabó a los pocos minutos, con la detención del violento hombre quien caminaba visiblemente herido por una calle de tierra de la zona.
Mediante una orden de allanamiento emitida por el Juzgado de Instrucción 3 de Iguazú, en ese entonces a cargo del magistrado Osvaldo Rubén Lunge, los policías requisaron la escena del crimen y secuestraron dos armas blancas, que estaban guardadas dentro de un bolso, tal como se publicó en su momento.
Durante la jornada del lunes, declararon seis testigos, entre ellos la expareja del imputado y sus exsuegros, quienes complicaron su situación, teniendo en cuenta que ratificaron los detalles que reconstruyeron los investigadores policiales durante la instrucción de la causa, indicaron las fuentes consultadas.
En la ocasión también hizo uso de la palabra el imputado, quien dio su versión de los hechos, alegando que actuó en defensa propia, ya que la víctima extrajo una escopeta. Lo llamativo del caso es que los peritos no hallaron dicha arma de fuego en la escena.
Ese sábado alrededor de las 14.30 el acusado, siempre de acuerdo a lo que se volcó en el expediente, fue con la excusa de retirar a sus hijos menores en la casa de sus exsuegros, en Puerto Esperanza. No obstante, se supo que era el domingo el día que tenía permiso para retirar a los chicos.
Pese a tener una medida judicial de prohibición de acercamiento a su exmujer, el sujeto – quien era soldador en la zona y en ese entonces tenía 38 años- ingresó a la vivienda de su exconcubina y atacó por sorpresa a Osvaldo Ávalos, pareja de la mujer, un albañil de 39 años que se hallaba descansando.
La víctima impuso tal resistencia (era de contextura fornida), que luchó con su agresor desde el interior del domicilio hacia el patio y de allí a una zona de monte, donde cayó muerto debido a las mortales estocadas.
La valentía de un menor de once años
Tras consumar el homicidio el acusado atacó y lesionó en brazos y cuello a su expareja, sin embargo un hijo en común de ambos, de once años, salió en defensa de su madre y le asestó a su padre un palazo en la cabeza.
Esta intervención, más la del exsuegro del acusado, evitaron más víctimas fatales, siempre de acuerdo a la fase investigativa del hecho. Ayer los testigos presenciales, salvo el menor, ratificaron lo dicho en la instrucción y complicaron al hombre que se encuentra en el banquillo de los acusados.
Reciente relación
Se supo que al momento de los lamentables sucesos, la víctima llevaba apenas cuatro meses de relación con la dueña de casa, de 33 años. El imputado llegó a esta instancia judicial por los delitos de homicidio simple, tentativa de homicidio (a su expareja) y lesiones leves calificadas en perjuicio de su hijo menor.
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