En 2009 un terrible tornado ubicó a este rincón del norte misionero en las primeras páginas de los medios nacionales. Lamentablemente, a pesar del empeño de los lugareños, parece ir extinguiéndose. TOBUNA (San Pedro). Su nombre llegó a los medios nacionales en septiembre de 2009, cuando un tornado arrasó con cuanto encontró a su paso, sin perdonar si quiera vidas humanas y dejando grandes secuelas a los sobrevivientes, lo que motivó incluso la visita de la entonces presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, sin embargo, a pesar de ser uno de los parajes más antiguos de San Pedro, es hoy una mezcla de bellos lugares y abandono creciente, del que Ko ape rescató atrapantes historias.
Se dice que la ruta nacional 14 pasaba por el medio de Tobuna, sin embargo la desviaron casi tres kilómetros, por vaya a saber por qué razones, los lugareños soñaban con el asfalto, dijo el escritor Marcelo Moreyra, cuyo padre, de idéntico nombre, fue el primer jefe del Destacamento Policial del paraje, donde llegó a mediados de 1957, con su flamante esposa, doña María Esther Róttoli (su madre biológica), edificio que construyó junto a dos amigos de San Pedro, porque no había nada y no podían funcionar en una pieza prestada.
El destacamento de madera era tres cosas al mismo tiempo, vivienda del jefe y su familia, oficina y calabozo. Este último inaugurado por mi propio padre, debido a una broma de sus amigos, el día que terminaron el trabajo dejaron una botella de ginebra adentro, con la excusa de la sombra, pero cuando él entró a buscarla, lo encerraron allí durante el tiempo que duró el asado que estaban haciendo para festejar el edificio policial, contó el escritor, que actualmente vive en Puerto Iguazú.
Y recordó que fue muy marcante su presencia en Tobuna porque logró frenar y correr a varios famosos y temibles delincuentes de la zona, como Chico Bunda, Chico Torto y varios otros de origen brasileño, ya que, por su ubicación geográfica, servía como una suerte de guarida para muchos prófugos de la ley. Algo así como un Macondo argentino. El primero, luego de ser detenido y castigado severamente, varias veces, con los criterios e interpretación de las leyes de la época, finalmente, intentó suicidarse dentro del calabozo, cortándose la garganta con una hoja de afeitar, pero no logró su cometido, por lo superficial del corte y porque mi padre tomó hilo y aguja de mi madre y lo cosió, gracias a lo cual lo llevó el mismo, en un viejo jeep, para una mejor atención, hasta San Pedro.
Preguntado por qué hizo eso, respondió que estaba cansado de ser castigado por el jefe. Luego de eso no se lo volvió a ver.
Nací allí, dentro del destacamento, bajo el estricto control de la famosa partera sampedrina doña Lapáz Gauto, el sábado 1 de noviembre, a la tarde, de 1958. Lo primero que hizo mi padre fue envolverme con un ponchillo rojo, luego salió al patio, conmigo en brazos, y descargó la pistola en señal de alegría y festejo.
Tobuna está cargado de historias impresionantes, de creencias y leyendas, de hechos reales sorprendentes, de la abnegada gente de lucha que supo abrir la selva a machete y hacha para establecerse e ir formando su familia, como los Maidana, los Bandera
algunos de los cuales cultivaron una gran amistad con mi padre, a pesar del poco tiempo que estuvo allí. Mi homenaje a Tobuna y a la memoria de mi padre y mi madre, está detalladamente en mi novela La cárcel, publicada por la Editorial Universitaria de la UNaM, en 1988, y presentada ya en varios países (agotada actualmente), sostuvo Moreyra, quien por todo esto continúa conectado con este bello paraje de su vida y que, en 2006, por iniciativa de la Municipalidad de San Pedro, gestión de Pedro Wolfart y su director de Cultura, Fabián Tite Vadillo, le hizo un doble homenaje en vida. Fue una marcante e inolvidable experiencia, pues pude ir acompañado por mi familia (esposa e hijos) y por periodistas y amigos que fueron a cubrir el peculiar evento, confesó.
En 2013, a pedido suyo, junto a la ONG Un sueño para Misiones, dirigida por Patricia Ocampo, pudimos llevar más de mil libros para crear la Biblioteca del CEP 37, en una jornada nuevamente emotiva e inolvidable, para lo cual algunos autores misioneros donaron generosamente sus obras literarias, para engrosar la lista de donaciones. El año pasado, nuevamente fui convocado por destacados coterráneos, entre los cuales está la profesora Lorena de Barba, para ser jurado del concurso de todos los secundarios de la región, llamado La araucaria necesita una leyenda, que luego me honraron con la lectura del trabajo ganador, que me llenó de emoción y orgullo, por ser un hijo de allí. El día anterior, compartí la presentación de libros en San Pedro, en la Biblioteca Thay Morgenstern, junto al poeta local Rodolfo Camacho, Aldana Geissin, de Pozo Azul, y el periodista y escritor Sergio Álvez, de Azara, donde también expuse mis pinturas y fotografías, añadió Moreyra.
Además, anticipó que la novela de 300 páginas, Las araucarias azules, que estoy terminando, comienza en la cordillera peruana, pero está ambientada en San Pedro, con ricos personajes lugareños, como también de Tobuna y zonas aledañas, por aquel dictado sagrado de Tolstoi: Pinta tu aldea y pintarás al mundo, claro que también tiene chispazos de policial negro, sobre lo cual no adelantaré nada.
Otros tiempos…
En el mismo destacamento donde nació el escritor llegó al mundo Ángel Moreira, en el año 62, mi padre era policía, se llamaba Lindolfo Moreira, y su jefe era el cabo Marcelo Moreyra, eran primos, dijo.
Teníamos la Escuela de Frontera 613, el primer juez de Paz fue don José Junes y teníamos hospital, el médico se llamaba Valdovino; en cuanto a las familias, eran de apellido Maidana, Machado, Ferreyra, Bentos, Prestes, eran las más antiguas, había todo lo necesario para vivir, afirmó y memoró que los primeros colectivos era de las empresas Fontana, León, La Victoria, eran tiempos lindos, cuando pasaban era fiesta para nosotros que éramos chicos. El micro de Tobuna a San Pedro (35 kilómetros) tardaba tres horas, si estaba lindo el tiempo, era el pueblo más cercano.
Hoy Tobuna está a punto de desaparecer, ya es una colonia sin futuro, lo único que queda es un destacamento, un colegio secundario, la escuela y por ahí nomás, se lamentó Ángel Moreira, quien actualmente vive en San Pedro.
Un comienzo que no supo de futuro
La historia de Tobuna narra que el pueblo data de aproximadamente 1924, cuando un grupo de inmigrantes llegó desde Brasil y se instaló en la zona, a quienes con el tiempo se sumaron nuevas familias en busca de tierras fértiles y que dieron lugar a la instalación de industrias, como una laminadora ubicada en la zona de Puente Alto, que se convirtió en una importante fuente de trabajo, y una fábrica de ladrillos en la zona de Santa Rosa, a unos pocos kilómetros de la zona urbana, pero la prosperidad fue solo un instante, las empresas quebraron y muchos se vieron en la obligación de buscar nuevos rumbos.
Además, por muchos años Tobuna fue centro de investigación biológica de su ecosistema especialmente avícola, particularmente del loro de pecho vinoso, para la que un grupo de científicos se asentó en la zona y, luego de un tiempo de trabajo, determinó que se trata de un hábitat propicio para la reproducción del mismo.
A T O B U N A
A mi pueblo solitario
de polvorientos cristales
cuánto daría por volver
en otoño alguna tarde
a rescatar las violetas
y los sueños de mi madre.
Por aquellas lejanías
de azulados minerales
sus manos buscaban ríos
bajo las cruces de sangre
sobre la estrella dormida
de gastados almanaques.
El embrujo de los grillos
cuando morían las tardes
llenaba su alma de duendes
de imaginarios rosales,
el monte de oscura mueca
se arrastraba por las calles.
Las araucarias buscaban
la bruma para ocultarse
al fondo de las colinas
donde el verano no arde
tras las mieles invisibles
de alguna Tobuna errante.
Tal vez encuentre si vuelvo
las quimeras de mi padre
su grave voz en el patio
de soldado trashumante
la puerta del sol perdido
que en silencio nos abrace.-
Marcelo Moreyra
26- 08- 99
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