Con su emprendimiento agroecológico, que funcionó durante 20 años en Oberá, difundió los principios de la alimentación natural en la Zona Centro. Paulina Schegg de Webber, vecina de Oberá que recientemente cumplió 80 años, mantiene vivo su testimonio de alimentación natural el cual sirvió de inspiración para varias generaciones de huertas agroforestales en la Zona Centro de Misiones.
Es que a dos años del cierre del emprendimiento familiar agroturístico que la tuvo como responsable principal durante más de 20 años, conocido como la Chacra Suiza de Oberá, Paulina mantiene intacta su filosofía de vida saludable en su cálida cabaña en la que muy cerca mantiene su huerta.
Allí la pionera reflexionó sobre el camino recorrido con la confianza de haber hecho escuela junto a su esposo, fallecido hace ocho años, con quien compartió más de cinco décadas. Era mucho trabajo mantener la Chacra Suiza, además de tener ordenado, tenía que recorrer con las delegaciones que venían, explicarles lo que teníamos, para mí era como dar clases. Vinieron desde chicos del jardín de infantes a universitarios, confió.
Paulina es reconocida en la Zona Centro por ser precursora de la agroecología, primero con fines de satisfacer las necesidades de sus ocho hijos. Aunque con el pasar del tiempo se convirtió en el sustento de la familia a partir de la comercialización de los productos de su huerta orgánica.
Sabíamos que todo lo que es químico, siempre es malo. Sabíamos que si queríamos conservar la tierra, nosotros lo teníamos que hacer de manera natural. Durante 33 años cociné con biogás. Para nosotros como era una forma de vida, no nos costaba. Fue trabajo empezar pero después era nuestra costumbre. Es lo más puro y saludable.
La primera fruta que sacaron al mercado y que aún hoy la sociedad demanda a Paulina, fue la frutilla.
Fuimos los primeros en vender frutilla, mi suegro en 1974 trajo de Suiza la fruta, y antes de irse repartió entre sus hijos. A mi marido le tocó tres plantas, yo las planté en mi huerta y al año tenía 19 y así fue aumentando la producción, recordó Paulina.
Contó que en esa época toda la familia se dedicaba al trabajo en la chacra. Plantábamos, vendíamos y obteníamos nuestra ganancia. Teníamos animales y empezamos a hacer los abonos orgánicos, aprendíamos de libros que teníamos, íbamos probando, rememoró.
Detalló que las tierras a las que se fue a vivir tras casarse, dejando su casa natal de Colonia Guaraní, tenían una extensión de tres hectáreas, lugar en donde se concretó el emprendimiento.
Teníamos 11 animales vacunos, cerdos y gallinas. Una chacra chica pero siempre tenía excedentes. Por sugerencia del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agroindustrial), empezamos con el Agroturismo en el año 1996, asestó.
Posteriormente, apuntó que en 1998 abrieron la granja a las escuelas para dictar clases de ecología.
Yo misma les daba las clases. Nosotros vivimos esa vida, todo lo que sacamos de la tierra debemos devolver a la tierra era la premisa, señaló.
Según Paulina al principio muchos los observaron con incertidumbre debido al desconocimiento que existía sobre los métodos naturales para la producción de alimentos en la chacra.
Cuando mi marido empezó con los biodigestores mucha gente pensó que estaba totalmente loco, pero a los cinco años hubo una escasez de gas y no entendían cómo a nosotros nunca nos faltaba. A las 6.30 íbamos al tambo, ordeñábamos las vacas y las llevábamos al pastoreo, limpiábamos el tambo y todo eso iba a los biodigestores, mi tambo siempre estaba limpio. No teníamos moscas, había menos parásitos, y hubo muchos otros beneficios que con el tiempo descubrimos, precisó.
Con esos principios, afirmó la pionera, fue fácil tener una huerta orgánica.
De los biodigestores queda un residuo, es el mejor abono. Lo que se quema con el biogás es lo tóxico del estiércol, lo que queda es un abono de primera. Teníamos un invernadero de 30 por 6 metros de ancho, lleno de plantas de verduras con las que abastecíamos a los restaurantes de la zona. En la época que no había frutillas teníamos toda clase de verduras, el abono hacía que nunca nos falte, enfatizó.
Por todo esto, Paulina celebra que la corriente ecológica se extienda en la provincia.
El hombre es duro para aprender y cambiar. Tenemos que aprender que estar bien físicamente es el valor más grande y eso se logra con una buena alimentación. Es posible dejar de usar herbicidas. Me gustaría que la gente tome conciencia de que haciendo sus propios productos va a estar mucho mejor. El primer paso es duro, pero después es muy gratificante, concluyó.
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