Miryam Smiguel junto a su marido e hijos producen yerba mate, forestación, ganadería, mandioca, verduras y vid, entre otros cultivos. También elaboran y comercializan vinos artesanales en Apóstoles.El trabajo de la mujer en la chacra no fue siempre muy visibilizado. Su función estaba limitada al de ama de casa y a la crianza de los hijos. Sin embargo, desde tiempos de la inmigración a Misiones las mujeres vienen contribuyendo y mucho en las tareas rurales. En los últimos años, ganaron espacio en las organizaciones que agrupan a la gente de campo, tal como ocurre con la apostoleña Miryam Smiguel.
Radicada en el paraje Las Tunas, a 14 kilómetros de Apóstoles, en una zona agrícola donde se radicaron muchos de los que llegaron de la lejana Europa. Miryam Smiguel conserva la tradición heredada de los abuelos de su marido, habitan incluso en la misma chacra en la que vivían los antepasados de la familia. Como ellos, hasta hoy siguen cultivando vid y elaborando vinos artesanales.
Se la percibe activa y entusiasmada en innovar con las propuestas que surgen de los organismos provinciales para promocionar los cultivos y productos de la chacra. En uno de los encuentros organizados por el Instituto de Fomento Agropecuario e Industrial (IFAI), Smiguel relató cómo es su vida cotidiana entre el trabajo de la chacra, la casa y sus ocupaciones en la filial Misiones de la Federación Agraria Argentina.
Se puede hacer todo y hay que aprovechar las capacitaciones para hacer más rentable el trabajo de la chacra, dijo exhortando a sus pares de género a animarse a innovar y participar para que se visualice más el trabajo femenino en el campo misionero. Desde el IFAI se promueve, a través de políticas y capacitaciones, la participación de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad.
Miryam Smiguel desde que se casó, vive en la misma chacra de su marido. Allí producen yerba mate, forestación, ganadería, mandioca, verduras y vid, entre otros cultivos. En familia mantienen entre todos una chacra bien diversificada. Viven de lo que producen y la elaboración de vinos artesanales es tradición familiar que se remonta a los años 60. Incluso algunas plantas de vid datan de aquella época y conservan la calidad de las uvas que comercializan en el verano en la región.
Trabajamos entre todos, con mi marido y mis hijos. Nos repartimos las tareas y nos capacitamos permanentemente para adaptarnos a las nuevas exigencias y que nuestros productos lleguen a la mesa del consumidor, explicó.
Esta inquietud también la llevó primero a asociarse a la Federación Agraria Argentina, luego a ocupar cargos en la conducción como el actual al frente de una subsecretaría representando a las mujeres de la zona.
Miryam Smiguel es una de las mujeres que contribuyen a la economía y representan una gran parte de la mano de obra agrícola del mundo.
Los últimos datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estiman que si las mujeres del campo tuviesen el mismo acceso que los hombres a recursos agrícolas, se podría aumentar la producción en las granjas de mujeres de países en desarrollo a más del 30% y reducir potencialmente la cantidad de personas que sufren hambre en el mundo entre 100 y 150 millones de personas.
El gran problema, si pensamos en las mujeres en el campo y su relación con el trabajo agropecuario, es la falta de estadísticas vinculada a sus actividades. Ellas siempre responden que trabajan en sus quehaceres domésticos y que les genera mucho más trabajo que el que tienen las mujeres en las ciudades. Se ocupan de las huertas, de las chacras, de cuidar animales para la producción, elaboran conservas y artesanías para su comercialización. Este es un fuerte mandato histórico que siguen conservando algunas de ellas. La globalización y las nuevas tecnologías ayudan a la toma de consciencia de las trabajadoras rurales y su explotación, relata Alejandra de Arce en su libro Mujeres, familia y trabajo: Chacra, caña y algodón en la Argentina (1930-1960).
De Austria a Misiones
Los familiares de Miryam Smiguel llegaron a Misiones en 1901, oriundos de Austria. Desde entonces se radicaron en Las Tunas. Según cuenta el historiador Esteban Snihur, estos inmigrantes que ingresaron a Misiones entre 1897 y 1904 venían del Imperio Austro-Húngaro, que estaba integrado por una multiplicidad de grupos étnicos. Concretamente venían de un distrito o provincia llamada Ruthenia o Galitzia, donde convivían con judíos, alemanes, rusos, húngaros e inclusive musulmanes.
Los polacos y rutenos (luego identificados como ucranianos) eran la población mayoritaria de la región. Eran campesinos y agricultores en su mayoría, y constituían el segmento más pobre de la población. Los documentos oficiales de la época los identifican como autro-húngaros, rutenos, polacos o galitzianos. El gentilicio ucraniano apareció tardíamente, hacia la segunda década del siglo XX y terminará por desplazar del uso al vocablo ruteno.
Antes también sembrábamos arroz, recordó Miryam al explicar cómo y por qué fueron variando al cultivo de la yerba mate y de lo que tienen actualmente en producción.
Lo que sí se mantiene es la tradición familiar del cultivo de la vid y la elaboración de vinos artesanales, remarcó homenajeando a quienes la precedieron en el trabajo rural.
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