Me llaman imprevistamente porque no encuentran un médico que pudiera acompañar a Buenos Aires a un bebé que estaba grave. Pensé un poquito, y aunque tenía compromisos dije “sí”. Me decían que ya lo esperaban allí, que tenía turno a las 7 y que habría que salir a las 19 de acá. Eso fue el jueves 22 de marzo, a las 17.
Llegué en tiempo y forma, pero había que esperar un vehículo que venía de Buenos Aires, en el cual haríamos el traslado. Ya se encontraban listos los dos choferes y el enfermero, pero esperamos finalmente 5 horas para cargar combustible y buscarlo a Agustín, el niño de 2 años con un cuadro de leucemia mieloide severo, en último estado. Cuando lo vi, en terapia de niños del Hospital Barreiro de Posadas, me di cuenta de la gravedad y supuse que no llegaría destino.
Me dijeron que también debíamos trasladar a otro niño con una tumoración. Me negué firmemente pues no caben dos niños con oxígeno y suero en una misma camilla. El jefe de guardia asintió. Viajamos solamente con aquel que agonizaba.
Salimos a la 1 de la madrugada del día viernes 23 y llegamos a las 13 al Hospital Posadas de Buenos Aires. Erramos más de una vez el camino y la entrada, pero llegamos. Como ya sabía que tenía que ir al cuarto piso, donde lo esperaban dos médicos, avancé apresuradamente por cuanto atajo tenía en el camino hasta llegar a tomar el ascensor que me llevara al servicio de Hemoterapia de niños.
Lo que les cuento ahora es que Agustín, en esas 12 horas, fue primero un bebé, un infante, un niño medianamente maduro, a mediodía fue adolescente y luego de 6 horas fue un adulto. Al llegar, se comportaba como un anciano; apenas gemía, ya no lloraba, ya no pedía. Llegó agonizando ¿Por qué les digo esto? Cada una de sus reacciones respondía de acuerdo a lo que habían descrito ya otros médicos observadores: cuando la muerte se acerca, el enfermo atraviesa distintas etapas, incluso en determinado momento parece que se mejora, pero finalmente el frío y la palidez le lleva a la muerte con ligero lagrimeo y suspiro.
Gracias a Dios, todo bebé tiene un ángel que lo cuida y lo protege y trata de no llevarlo mal. Lo que relato ahora es la impresión que me dieron los médicos que me recibieron, que estando en su horario de almuerzo se levantaron presurosamente y todos, como si fuera un ejército, tomaron su lugar de combate por la vida. Ahí mismo donde se hallaban improvisaron un quirófano, trayendo los aparatos, los análisis, los sueros, la sangre y el plasma. Pero el niño no recibía nada.
Llegaron los especialistas en acupuntura para la venoclisis, entrenados para eso, y ninguno de los cuatro miembros podía hacer nada. La sangre no circulaba más, estaba completamente espástico. Uno y otro ensayaban distintos métodos sin conseguir el objetivo. Hasta que apareció un joven como venido del cielo, que tomó la venita yugular del cuello e inyectó un tubo con varias entradas, a través del cual pudieron accionar de acuerdo a lo que el laboratorio informaba.
Prácticamente este fue el momento en que se salvó. Todos pudieron respirar aliviados antes de llevarlo a la terapia intensiva.
Una pregunta, ¿cuánto vale el gesto humanitario de este grupo de personas? Un grupo que se juntó para salvar la vida de un pequeño misionero, que según dice la madre, 20 días antes corría, saltaba, jugaba, hasta que una inflamación en la pierna le impidió caminar. Tras recorrer guardias y médicos, llegaron desde San Antonio, su localidad de origen, hasta Eldorado, donde en el SAMIC detectaron el cuadro de leucemia. Entonces fue trasladado a Posadas, allí a partir de los estudios pertinentes se decidió llevarlo a Buenos Aires, dada la gravedad del caso y la agudización del cuadro. Le pregunté a la madre de qué trabajaba, ella respondió: “En la huerta y en el tabaco”.
Sospecho, a partir de esto, que se trata de una intoxicación aguda por agrotóxicos. Aparte, la jefa de Pediatría y del grupo de emergencias del Hospital de Niños, una joven hematóloga de apenas 30 años, llamada Alejandra Deavia, manifestó que había otras dos personas de Misiones con cuadros similares. Esta mujer dirigía con la mirada a más de 30 especialistas y técnicos.
Nosotros regresamos de la travesía un lluvioso sábado 24 de marzo, a las 6.Y me permito sugerir que los choferes de ambulancia debieran hacer un examen psicofísico anual, tal como se realiza a los camioneros.
En fin, el caso de Agustín me trae a la memoria las clases del pediatra Dr. Gómez Demaio, cuando hablaba de tumores y leucemia que se recolectaban de las regiones tabacaleras, donde se utiliza abusivamente los fosforados. Se combaten las plagas causando estos estragos.
Para terminar, manifiesto que no estoy en contra de la industria del tabaco y mucho menos de las familias tabacaleras, a las cuales respeto y admiro. A lo que me opongo rotundamente es a la forma de comercialización improvisada e indiscriminada que existe sobre las peligrosas sustancias que se aplican. Estos productos están prohibidos en el mundo; la Argentina es uno de los pocos países que continúa con este negocio y a gran escala.
Los grandes compradores, según dicen, lo hacen para poder acceder a las semillas transgénicas; se sienten obligados a comprarlos para acceder a ellas.
Hay que cortar con esta cadena macabra. Los buenos amigos que distribuyen semillas de tabaco, también distribuyen los venenos sin el recaudo necesario para volver a recibir ese bello envase que el pobre colono acepta apenas enterado de lo que contiene; por eso lo arroja sin cuidado al agua donde habitan los peces; otro lo lava y utiliza como bidón de agua; el más cauteloso lo guarda hasta que alguno de los niños lo encuentra y por su llamativo color lo utiliza de juguete.
Estos envases tienen que ser devueltos a quien los entrega para asegurarse de que no sean mal usados, generando intoxicaciones, malformaciones y tumores. Las personas que lo distribuyen tienen el deber de recibirlo y encargarse de reciclarlos sin poner en riesgo la vida de trabajadores, niños y niñas, mujeres embarazadas, familias enteras que son víctimas de esta situación.
Hace más 40 años que vivo diciendo lo mismo, en esta lucha desigual donde los grandes intereses de todo tipo se imponen en desmedro de la salud de la población. Está científicamente comprobado a nivel mundial que estas sustancias causan cáncer, leucemias, tumores. ¡Tomemos las cosas en serio! ¡Ayúdeme usted también!