Ernesto Doedderer – Posadas (Misiones) Señora Directora: Por cierto hay muchas formas de provocar, una palabra que encierra conceptos variados y en este caso puntual es referido a provocar deseo, provocar excitación, que generalmente es dado por el lado de algunas mujeres que, quizás sin querer o sin darse cuenta, se viste de tal manera que llama la atención incluso de otras mujeres-, y eso hace que ciertos hombres se atrevan también a expresar su poesía o su grosería produciendo la reacción de quienes no aceptan piropos cuando se encuentran en la vía pública.
Esta historia tal vez sea tan antigua como la misma existencia del ser humano en la faz de la Tierra y llama la atención que de pronto surjan ciertas ideas que propongan castigos a los hombres que dirijan frases o palabras molestas a mujeres sensibles a esas expresiones. El nivel cultural es quizás el motivo más común en estos casos, aunque hay un cierto número de hombres formados que se suman al supuesto mal ejemplo masculino.
Siempre se dijo que la moda no incomoda, pues entonces las mujeres que visten con un exagerado escote o una falda extremadamente diminuta, al salir a la vía pública mostrando sus atributos, no puede después denunciar acoso o expresiones groseras provenientes de quienes están acostumbrados a esos modales que, equivocados o no, son su identidad cultural.
Hablé con un número importante de mujeres, la mayoría consideraba curiosa, graciosa o estúpida al pasar por esa situación y eso demuestra que buscar disposiciones que sancionen a los culpables suena un poco a capricho de un bajo porcentaje femenino que busca llamar la atención en una sociedad acostumbrada a esos hechos.
Otra cosa es si el acoso llega a la acción de tocar, aprisionar o actos más graves que atentan contra la dignidad de la mujer, porque ahí entra a jugar su papel la justicia que será la que pondrá los límites y tolerancia de lo sucedido.
¿Qué pasaría si algunos hombres saldrían a pasear o andarían por lugares públicos con su parte íntima cuasi a la vista? Con seguridad aparecerá el 911 en acción inmediata tomando las medidas correspondientes.
No se trata de ser exagerado ni permisivo, simplemente coherente y respetuoso ante los demás, sabiendo que las palabras las lleva el viento y el viento no es testigo de las palabras.
Este tema agranda la grieta entre argentinos que de por sí, ya estamos bastante vapuleados con todos los dimes y diretes que escuchamos y vemos cotidianamente, con la situación económica inquieta, con los salarios insuficientes, con las asimetrías, con la falta de consideración de los responsables de administrar el orden y la limpieza de la ciudad, con el ping pong y ojos grandes al conducir en una ciudad cuyo tránsito es caótico, con los escándalos televisivos y el ataque artero de opositores que no aflojan y carecen de argumentos, con la opinión negativa y agresiva de quienes están procesados, detenidos o son líderes de agrupaciones que todavía no han rendido cuentas del dinero que han recibido en el pasado.
Así estamos y ¿todavía somos disconformes con el país maravilloso que tenemos, con las posibilidades de crecer y surgir entre los más grandes del mundo? Basta de odio, de agresiones gratuitas, de buscar el pelo en la sopa, de generar polémicas absurdas, de buscar ventajas sin fundamentos, de fanatismo enfermizo, de mostrar falta de cultura y educación.
Cada uno tiene la obligación moral de poner su granito de arena para después opinar y exigir.
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