Es lo que aseguran aquellos que conocieron la cárcel invisible en la que vive un alcohólico. PRIMERA EDICIÓN se reunió con Juan, José y María (no son sus nombres reales), quienes gracias a Alcohólicos Anónimos (AA) lograron encontrar una salida al oscuro laberinto que empieza con el primer trago.
El grupo de AA comenzó hace muchos años en Posadas de la mano de la hermana Regina Sian, quien trajo el mensaje. Hoy ese mensaje se reproduce en la casita, ubicada en la calle Estado de Israel al 4.900, donde recibieron a PRIMERA EDICIÓN.
La mayoría de las personas que llegan a AA lo hacen porque admiten que el alcohol es más que ellos y ha vuelto su vida ingobernable, indicaron a este Diario. El programa de ayuda surgió en Estados Unidos de la mano de Bill y Bob, en la década del 30, y fue pensado para personas de entre 40 y 50 años pero en Posadas llegan chicos y chicas desde los 16 años, subrayó Juan.
El programa consta de 12 pasos y tiene una parte espiritual pero no es religioso. Al que llega, lo único que le piden es que tenga el deseo de querer dejar de beber.
Los que formamos parte de este círculo somos voluntarios. Con nuestra presencia aquí devolvemos lo que AA hizo por nosotros cuando recién ingresamos. La ayuda es mutua, agregó pero hizo una diferenciación importante porque yo hace tiempo que pude haber dejado de tomar, pero eso no significa que no siga con el problema. En el grupo no hay jefes ni líderes y todos tienen la total libertad de entrar y salir cuando quieran.
Además, indicó que AA no es una liga antialcohol porque no estamos en contra de que la gente tome y, para explicarlo mejor, diferenció entre el alcohólico y el no alcohólico.
Una persona no alcohólica puede comenzar a tomar hasta emborracharse. Al otro día se levanta con resaca, toma unos mates y se va a trabajar normalmente. El alcohólico empieza con un trago y se le despierta la necesidad de tomar cada vez más, en una sensación incontrolable. Ese es el problema, el alcohol se vuelve una obsesión mental. El alcoholismo es lento, progresivo y mortal, aseguró y repercute en toda la familia. Cuando yo salía se preguntaban cuándo iba a volver. Cuando regresaba todos se escondían de mí y yo pensaba que me tenían respeto, pero en realidad sentían miedo de mi presencia, relató Juan.
Entendió que ésto era una enfermedad mental cuando en un día radiante, sin un peso para poder comprar alcohol, para él era un día horrible. Bastó que apareciera un amigo y le dijera tomá, andá y traé tres (cervezas). Me cambió el ánimo inclusive antes de que llegara al kiosco. Pasado un tiempo de haber asistido al grupo y sintiéndose bien pensó: Voy a empezar a tomar, total ya lo puedo controlar. Compró una cerveza, no discutió con su esposa y estuvo tranquilo. Dos días después volvió a tomar otra y no pasó nada. A la tercera vez que decidí tomar, me desperté mentalmente tres días después, desnudo. Había roto mi casa y no me acordaba de nada.
Me costó admitirlo
Los enfermos alcohólicos nacemos con una tendencia que provoca que ante una discusión, una infidelidad o la muerte de un ser querido empecemos a tomar, relató María a este Diario. Yo comencé por un problema familiar. Una lata de cerveza a la que le siguió otra y otra hasta que cuando me quise dar cuenta ya no podía estar sin esa dosis. Fue mi familia la que buscó ayuda, porque yo no admitía que era alcohólica, dijo sobre su llegada a AA. Cuando asistió por primera vez estaba desnutrida. Me costó admitir que era una enferma, pero acá encontré un grupo que sufrió las mismas cosas que yo. Con las experiencias que se compartían me fui dando cuenta que yo sufría lo mismo.
Señaló que hay personas que desde el primer día dejaron de tomar, pero a mí me costó mucho. Cada día que volvía aquí me daba vergüenza de contarlo o directamente no venía. Me di cuenta que si yo no compartía lo que me pasaba los compañeros no me podían ayudar. Hoy estoy aquí la mayor parte del tiempo porque me siento contenida, porque en cada esquina está la tentación de volver a tomar.
Acá nos damos cuenta
José relató que cuando se enteró que existía AA, él ya se había dado cuenta que tenía problemas con la bebida. Se acercó con la idea que ahí le iban a enseñar a tomar menos. Dijo que muchos tienen esa idea y creen que pueden hacerlo para seguir tomando sin que eso genere problemas en su entorno familiar y social pero acá nos damos cuenta de que estamos enfermos, remarcó. No importa cuál es el tipo de bebida, puede ser vino, cerveza, caña o whisky, el problema es que cualquiera de ellas puede generar alcoholismo. No nos hace mal la última botella, sino el primer trago. No podemos parar.
En relación a ésto aseguraron que quienes pasan por la casita pero después se alejan cuando se sienten que ya superaron el problema, pueden volver a recaer. El que es alcohólico lo es para siempre. La ilusión más grande de todos los alcohólicos del mundo es algún día volver a tomar de vez en cuando, como un bebedor social, dijo Juan.
No es fácil venir acá, aseguraron. No es fácil porque la misma sociedad tiene trucos discursivos para que el alcohólico no valore a la institución. Frases como más vale borracho conocido que alcohólico anónimo, es una evidencia de la trama que teje el que está en la bebida para negar su problema. Por otra parte indicaron que existe el mito que afirma que los alcohólicos se reúnen para tomar en ese lugar, cuando lo único que hacen es compartir charlas para dejar de beber. Además, cargan con el estigma de la negación: cuando alguien muere a causa de una cirrosis, la familia prefiere decir que la persona murió de cáncer, antes que reconocer que murió a causa del alcohol. Otra de las cruces que llevan es la indiferencia del sistema de salud ya que cuando un alcohólico va al médico, no le dan importancia, lo hacen esperar por último. Nunca lo acompaña nadie. Por su condición, la soledad es una constante en su vida.
Pasos
Explicaron que hay cuatro etapas en la vida de un alcohólico, de menor a mayor, en cuanto a gravedad del problema.
El primero es el mono, el divertido, que levanta una fiesta o una reunión. Luego el tigre que es quien toma y se vuelve agresivo con cualquiera. Después está el chancho que ya no se asea, no le importa su apariencia y luego la oveja, el alcohólico que se sienta en un lugar con su bebida y no molesta. El que ingresó a la etapa del tigre ya debería darse cuenta que está con problemas, indicaron.
A aquellos que sienten que están con dificultades con la bebida les pidieron que se acerquen, que AA es una gran posibilidad de salir adelante. No de curarse, pero sí de tener esa vida digna que buscan. La posibilidad de experimentar la libertad de poder vivir sin alcohol.
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Reuniones
En la casita de Estado de Israel, en Posadas, hay reuniones todos los días del año de 14,30 a 16 horas y también de 20 a 22. Depende del día, se pueden llegar a reunir cerca de 50 personas.
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