Hoy se recuerda el Día del Sodero, en coincidencia con la constitución de la Federación Argentina de Trabajadores de Aguas Gaseosas y Afines (FATAGA), el 10 de abril de 1957.Para los argentinos, la soda es una de las bebidas predominantes y más usadas en las mesas familiares. Según documenta el Club del Sifón de Argentina, en 1860 Domingo Marticorena fundó una fábrica de licores y soda.
Se cree que fue la primera en Argentina y una de las primeras en Sudamérica. Estaba situada en la calle 25 de Mayo frente al Hotel del globo. Luego la vendió a Emilio Billat y el 1 de mayo de 1866, se vende a los hermanos Andrés y Pedro Inchauspe. En 1868 éstos fusionan su fábrica con la de su hermano Juan Inchauspe y se trasladan a Moreno y Defensa, en pleno barrio de San Telmo. Pronto el local quedó chico y adquirieron un terreno en Venezuela entre Balcarce y Defensa. Corría el año 1869. La epidemia de fiebre amarilla les hace comenzar la construcción recién en 1872. Allí funcionó la fábrica durante algunos años, pero se separaron de la firma Juan y Andrés, quedando al frente Pedro Inchauspe. En 1886 la fábrica se trasladó a calle Independencia 456 al 472. Con el prestigio que adquirieron los refrescos Inchauspe y por ser su fabricación tan diferente a la de las aguas y sodas, en 1904 se le dio comienzo a la edificación para la fabricación de estos productos en San Juan 2850 bautizándola con el nombre de La Argentina.
Hasta la década de 1930 la soda se compraba en despensas y bares. Pero a partir de esa época comenzaron los repartos a domicilio con carros tirados por caballos.
La soda es agua con gas carbónico. Su llegada al país se remonta a la época en la que venía en garrafas de metal con un cabezal especial para extraer el agua gasificada. Provenía de Inglaterra a partir de la última década del siglo XIX. Con la fabricación del sifón de vidrio con malla de alambre con carga individual, que se compraba en ferreterías y bazares de la época, comenzó la historia del sifón en Argentina. Siguió con la aparición de las máquinas para llenar sifones de uno y dos picos, que eran cargados en forma manual e individual. Más tarde, la malla de alambre fue reemplazada por aluminio, hasta perfeccionarse, llegando así a la industrialización del producto.
Antes de salir a circular de casa en casa el sifón se curaba. Es decir, se colocaba un poco del contenido y se dejaba reposar por una semana. A la semana siguiente se agregaba un poco más de líquido y se dejaba reposar nuevamente por una semana. Luego se llenaba para que después de este procedimiento, pudiera salir a circular libremente.
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