Casi nunca ofrecía buena pesca, pero era el punto de partida para salir al Paraná en busca del pintado o los combativos manguruyú. Eran épocas de remos, de motores Yumpa, de nylon enliados en latas de durazno, anzuelos enormes…
Había que transitar por las estrechas calles de tierra y piedra del barrio Villa Blosset para llegar hasta el destacamento de la Prefectura montado sobre pilotes para preservarlo de las constantes inundaciones A un costado, un claro en la costa permitía bajar las lanchas para adentrarse en ese río que tenía mucho para ofrecer y que el progreso terminó convirtiendo en un lago. El cementerio de embarcaciones oxidadas eran el recuerdo fiel de un pasado donde la navegación fluvial mostró todo su esplendor.
Los más veteranos recuerdan todavía la iglesia San Cayetano cuando estaba a un paso del río y muy cerca de allí un pequeño puente que se convertía en la Meca de los pescadores de a pie cuando el río crecía. Era la oportunidad de conseguir grandes moncholos sin necesidad de adentrarse en el torrentoso Paraná.
El llenado del embalse arrasó con el destacamento, la laguna y buena parte de la población costera, que terminó exiliada en el barrio Yacyretá y en A3-2, lejos de esa enorme masa de agua que todos los días brindaba el sustento.
El llenado del embalse era por ese entonces sólo una amenaza latente que un día se convirtió en realidad y Posadas se despidió de su legendaria Laguna San José.
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