En Salud Pública de Misiones, evidentemente, ningún funcionario puede quejarse públicamente y menos aun pedir recursos (humanos, económicos) para mejorar la atención en las unidades sanitarias misioneras.
Ese es el mensaje que parece querer transmitir el ministro del área, Walter Villalba, con la separación del cargo del doctor Ricardo Martínez de la dirección del hospital de Apóstoles quien acompañó el reclamo de los trabajadores para dotar de anestesista a la Maternidad, por lo cual debió cerrar ese servicio porque el designado por el Ministerio no cumplía los horarios.
Y luego, en lo que el gobierno sanitario no parece admitir, salió públicamente en PRIMERA EDICIÓN a contar otras necesidades a las que ni Villalba ni el viceministro Germán Bezus, le daban respuestas.
No es la primera vez que el titular de la cartera de Salud provincial muestra una falta de aceptación a las críticas. Precisamente desde la publicación por parte de este Diario del cierre de la Maternidad de Apóstoles, no responde los llamados, no acepta ser entrevistado ni da respuesta a mensajes de texto que envían los periodistas de nuestra Redacción. Así de democrática es la actitud de un funcionario público que debiera dar respuestas.
¿Qué director o funcionario de Salud se animará a contar a los medios alguna carencia o necesidad con el antecedente que sienta el Ministro de Salud con la remoción de Martinez? Seguramente ninguno.
Claro que no todos los nosocomios atraviesan por la misma situación. El hospital Escuela Ramón Madariaga es sin dudas la excepción, convertido en el mejor de la región y una referencia para, incluso, los países vecinos por su tecnología y los especialistas que atienden en el mismo.
El Gobierno provincial debería sugerir a Walter Villalba un cambio de actitud. Sería saludable para la gestión.
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