Para estos tiempos es necesario abrir espacios de reflexión y lo estamos haciendo.C ómo podemos las mujeres recuperar el amor hacia el arquetipo femenino? ¿Es posible rescatar y valorar la naturaleza de su principio dominante que es la femineidad? Son preguntas que se planteó Helen Luke, escritora y terapeuta junguiana, quien a través de seis décadas de experiencia pudo guiar con amor y claridad a las mujeres, en su camino hacia la comprensión de su propia naturaleza esencial. Son cuestiones esenciales para estos tiempos en que es necesario abrir espacios de reflexión.
Esta maestra, personificación de la anciana sabia, nos invita a preguntarnos sobre qué se entiende por femineidad. El primer paso es reconocer los engaños, conscientes o inconscientes, acerca de su verdadera naturaleza, pues conlleva en sí misma una profunda culpabilidad. Es como si estuviéramos aún atrapadas entre el viejo concepto de condenada a limpiar la casa y cocinar, o ser esclava de los hijos. Es interpretar la femineidad como elección entre utilizar a los hombres o ser utilizada por ellos.
En muchos casos esa sensación de culpabilidad se convierte en un deseo compulsivo de hacer estudios académicos. La mujer siente que es la única manera de superar sentimientos de inferioridad. Es muy distinto obtener títulos para acceder a trabajos o tener logros académicos por amor al aprendizaje. Lo primero es neurótico, lo segundo produce placer.
La esencia del arquetipo femenino es el dar y recibir, como la Tierra que recibe la semilla y nutre las raíces, afirma H.Luke. En la búsqueda de ocupar su lugar, la mujer se fue alejando de su cualidad nutricia como la Tierra, de la luz plateada de la Luna, de lo oscuro, profundo y desconocido del mar del Inconsciente. Somos nutricias en todos los sentidos, sentimos y transitamos los ciclos lunares en nuestro propio cuerpo y con la fina intuición, propia del cerebro femenino, nos sumergimos en lo no visible.
La receptividad es otra cualidad de la femineidad. Es la capacidad de estar en silencio, en servicio, sin buscar reconocimiento, nutriendo sin querer controlar. La forma de copa de la pelvis femenina es la corporización de la receptividad: abierta para recibir la semilla. En equilibrio con los principios emisores masculinos internos.
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