Tienen 84 y 83 años, 8 hijos, 22 nietos y 16 bisnietos. Él le cumplirá el sueño a la mujer de su vida. Habrá ceremonia civil y por iglesia en Posadas.
Cruzaron miradas, por primera vez, en 1957 y fue un flechazo instantáneo.
Como de esos que se ven en las películas. Anselma Leiva, por ese entonces de 24 años, notó a Lorenzo López, con 23, por su desempeño en la pista de baile: era -y aseguran que aún es- un gran bailarín de tango. Tras ese primer baile juntos no se separaron más: hoy tienen ocho hijos, 22 nietos y 16 bisnietos pero falta algo: la libreta de matrimonio, pasar por el altar, intercambiar los anillos. Después de 61 años de novios decidieron que era hora y el próximo sábado jurarán su amor frente a Dios, un día después de declararlo ante el Estado.
Anselma y Lorenzo recibieron a PRIMERA EDICIÓN en su nido de amor: una casa donde por estas horas se respira felicidad. Los preparativos para la gran boda están listos: ya se presentaron todos los papeles, el vestuario está casi definido -falta que Lorenzo decida qué traje se va a poner y encontrarle una corbata- y solo resta decidir qué nieto, o bisnieto, llevará los anillos hasta el altar el día de la ceremonia. Será el casamiento que Anselma siempre soñó. Lorenzo nunca quiso casarse, siempre decía que quería ser soltero toda su vida, recordó la mujer entre risas.
Se conocieron el 14 de julio de 1957 en un baile en Puerto Mineral. Allí nació Anselma y Lorenzo, que nació en Carmen del Paraná, Paraguay, había ido para jugar un partido de fútbol porque, por aquellos años, su profesión era la de futbolista. Jugué en Piray, Libertad de Mineral, Juventud de Puerto Rico, Independiente de Montecarlo, Garuhapé, señaló. El destino los encontró en ese baile. Yo bailaba muy bien el tango y todas querían bailar conmigo. Ella me miró y me señaló como para que la saque a bailar. Cuando la invité me dijo lo único que quería era bailar con vos, recordó Lorenzo, pero Anselma, riéndose, aseguró que la historia no es así tal cual la cuenta su novio y entre risas aclaró que me invitó y me fui con él.
A los tres meses ya vivían juntos. En la familia de Anselma nadie le reclamó que no se haya casado, algo muy importante para la época. Mi papá ya había fallecido y mi mamá no dijo nada, quería que yo esté feliz y tranquila. Entonces se vinieron a Posadas y un año después, aunque las fechas exactas ya aparecen algo borrosas, se enteraron que estaban embarazados y 9 meses después nació Beatriz. La primera de los ocho hijos. Después nacieron Norma y Blanca. Lorenzo quería el varón y siguiendo al pie de la letra las simpatías de la época para conseguirlo nacieron Juan, Hugo Orlando, Jorge, Beto y Cristian. Por esas épocas Lorenzo ya había dejado el fútbol y comenzó su profesión como pintor.
Él me mantuvo siempre, yo nunca trabajé, dijo Anselma. Con su trabajo de pintor, en 1964 compró el terreno donde ahora está su casita y mantuvo a su familia. Trabajó hasta en Buenos Aires, adonde compró un terreno para llevarse a todos con él. Cuando vine a buscarlos, ella no quiso irse. Así que nos quedamos acá, recordó y hoy, agradece porque la vida en Buenos Aires es muy jodida, nosotros vivimos en la gloria acá.
La familia fue creciendo. Con el paso de los años llegaron los nietos, que hoy suman un total de 22, el más grande tiene 39 años y la menor apenas cinco. Más adelante le dieron la bienvenida a los bisnietos, hoy un total de 16, la más grande de cinco añitos y la menor un año y cinco meses.
La organización para la ceremonia
Entre hijos, nietos y bisnietos sumarán casi la mitad de los 95 invitados a la gran boda del 21 de abril. Fecha que, además, tiene un significado especial: es el cumpleaños 85 de Anselma. Yo quería casarme el 14 de julio, pero él quería antes, dijo Anselma en referencia a Lorenzo, que dejó atrás su vieja ilusión de mantenerse soltero toda su vida para, al fin, casarse con su amor. ¿Cómo lo convenció? Y… ya está viejo, dijo Anselma y desató la risa de los presentes.
Mamá decía que si llegaba a los 85 iba a festejar su cumpleaños, y hace menos de un mes comenzó con que si cumplía 85 se iba a casar, dijo Beatriz. Una vez hecho el pedido fue el turno de los hijos de comenzar a sacar turnos, buscar papeles y demás. En un primer momento la ceremonia iba a ser solo por iglesia. La elegida fue la de San Antonio.
Entonces Beatriz se volvió una especie de wedding planner. Para casarlos, en la capilla pidieron fe de bautismo de ambos, un papel casi imposible de encontrar después de más de 80 años. Desde la secretaría de la iglesia se mostraron accesibles y les dijeron que ellos organizarían todo, pero que los novios debían asistir a una charla ayer sábado. Una especie de prenupcial pero destinado a dos personas que ya llevan juntas más de medio siglo. El cura dijo que los va a casar sin problemas, dijo Beatriz.
Después Lorenzo dijo que también debían casarse por civil, un día antes de la ceremonia por iglesia como indica la tradición. No se quería casar antes y ahora de repente se quiere casar hasta por civil, dijo Beatriz entre risas. Para esta parte le cedió la organización a su hermana que fue al Registro de las Personas donde pidieron las partidas de nacimiento, otro papel difícil de encontrar. Viejos amigos de la pareja serán los testigos en el civil del viernes 20 a las 11.30 horas en la Sala de Matrimonio. Después ya está contratado el chico que se encargará del asado.
Los pedidos de la novia
Para el casamiento por iglesia las exigencias de la novia fueron varias: pidió una alfombra roja para entrar del brazo de su padrino/hijo Juan, el sábado 21. En el altar estará esperando Lorenzo, del brazo de Beatriz, su madrina/hija. Todavía no sabemos quién va a llevar los anillos, dijeron al tiempo que discutían quién podía hacerlo. Detalles. Después, habrá gran fiesta gran: 95 invitados bailarán hasta las cuatro o cinco de la mañana, dijo Anselma que en la iglesia usará un vestido semilargo en color celeste y en el civil un trajecito azul marino por las rodillas.
¿Cuál es el secreto para mantenerse juntos y felices durante tanto tiempo? Anselma dijo que la paciencia. Yo no soy de esas que tiran todo y se van, aunque se porte mal. Hay que aguantar. No se puede abandonar por un día de enojo. Yo veo que hoy la gente se separa por cualquier cosa. No todos los días fueron buenos, pero la clave es la paciencia, dijo.
El próximo sábado va a cumplir esa vieja ilusión de casarse. Estoy emocionada de entrar por fin a la iglesia, pero por ahí me resbalo, dijo riéndose. Será un momento que esperó 61 años: dar el sí junto a su novio de toda la vida.
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