El Museo de la Selva reabrió sus puertas. Un espacio único, para sumergirse en la vida de un hombre que eligió honrar a la Ciudad de las Cataratas con su obra.PUERTO IGUAZÚ. Se dice que la tierra roja significa amor inseparable y es en ese sentir que es capaz de cobijar a quienes llegan en busca de paz como, seguramente arribó hace ya siete décadas Rodolfo Allou, un hombre que supo estar al lado de los vecinos de la Ciudad de las Cataratas hasta sus últimos días y continuar, de alguna manera, sirviendo al pueblo aún tras su muerte, a partir del legado escultórico que dejó a la Diócesis local y que desde hace pocos días pueden volver a disfrutarse en un renovado Museo de la Selva, en el kilómetro 5 de la ruta nacional 12.
Rodolfo Allou nació en 1909 en Yaguarón, Paraguay, y emigró a la Argentina por cuestiones políticas en 1947. Radicado en Puerto Iguazú ejerció su profesión de mecánico dental y dejó en la madera su particular visión de la forma de percibir la naturaleza.
En 1953 comenzó a organizar sus trabajos y hallazgos en lo que él mismo dio en llamar Museo Imágenes de la Selva. Pero su obra seguía creciendo, cada vez necesitaba más espacio para exponerlas y recibir a quienes visitaban las Cataratas y querían conocer a este personaje que había dado vida a cientos de criaturas nacidas de los árboles de la región.
En una charla con Ko ape, su hijo, Guaito Allou, confió sentirse agradecido de que el municipio haya tomado cuenta de ese espacio, porque es un poquito la voluntad de mi padre en vida.
Yo tenía apenas dos años cuando nos radicamos en Puerto Iguazú, así que nos consideramos muy nativos de la tierra roja y de esta ciudad. Mi padre, en agradecimiento a este suelo misionero, quiso dejar este patrimonio como un regalo al pueblo y decidió donarlo al Obispado, que sería responsable de cuidar las obras y que no salgan del municipio, tiene muchas figuras religiosas talladas en madera, fue un hombre muy creyente, muy católico; únicamente el día que salgan del municipio los herederos tenemos derecho a reclamar la devolución, algo así fue el testamento de donación, describió.
Tuve la suerte de ser uno de los hijos que lo pudo acompañar a entrar al monte, confesó orgulloso Guaito y recordó grandes anécdotas, todas con un toque de humor.
Primero sus obras eran prácticamente talladas en su totalidad y luego empezó a aprovechar las formas naturales, explicó y trajo a memoria el día en que hallaron una de las más exquisitas piezas de la colección.
Los gajos no crecen para abajo, crecen para arriba, entonces él veía una jirafa patas arriba, yo pensé papá está cada vez peor, cómo me va a decir que en el árbol hay una jirafa, entonces me dice, mirá, estas dos ramas son las patas traseras, el otro gajo es la cola, el más grueso, que se inclina hacia la derecha, el cuello; subí al árbol, cortá este gajo, el otro, y cuando cortó el principal las ramas se dan vuelta y cae la jirafa parada, describió.
Recorriendo el monte fue logrando muchas obras a través de las formas naturales, así encontró un chanchito, un tronco que largaba dos raíces superficiales, se inclinó, se apoyó sobre la tierra y volvió a largar dos raíces y una liana, y sí, era un chanchito, así que lo limpió, lijó y resultó ser una excelente obra, agregó.
Además, tiene muchas obras en nudo de pino, que es muy difícil de tallar, porque es una madera muy dura, con mucha resina, muy difícil porque se quiebra cuando se golpea, pero es muy bonita cuando se logra pulir porque parece una porcelana, son piezas muy bonitas y quiso dejar esto de regalo al pueblo de Puerto Iguazú porque lo acogió. Todos los hijos apoyamos su deseo y las obras fueron entregadas al obispado, hoy el municipio se hizo cargo, reabrió el museo, la directora de Cultura se puso al frente para que todos puedan acercarse, dijo el heredero.
E hizo hincapié en que el turismo es muy ágil, tuvimos épocas que hubo poco, se iba a Brasil, hubo otros conceptos y aunque el museo no estaba abierto las obras siempre estuvieron cuidadas, juntas, como hijo estoy muy contento que esto esté como está y se esté cumpliendo el deseo de mi padre.
Un hombre que supo ser el primer odontólogo de Iguazú, trabajó en su profesión muchos años, mi madre fue idónea en farmacia y tuvimos la primera farmacia, así que la familia siempre estuvo activada a servicios a la comunidad y este es un servicio que dejó, finalizó.
Rodolfo Allou nació en 1909 en Yaguarón, Paraguay y emigró a la Argentina por cuestiones políticas en 1947. Radicado en Puerto Iguazú ejerció su profesión de mecánico dental y dejó en la madera su particular visión de la forma de percibir la naturaleza. En 1953 comenzó a organizar sus trabajos y hallazgos en lo que él mismo dio en llamar Museo Imágenes de la Selva.
La obra completa de don Rodolfo Allou quedó al resguardo de la Diócesis de Iguazú, y a través de los años se exhibió en distintos lugares, hasta que en el año 2009 fue creado el museo Imágenes de la Selva, concebido como parte de la tarea de responsabilidad social empresarial que practicó el empresario, ya fallecido, Eduardo Arrabal, pero por algún motivo, una vez que la empresa no pudo continuar con el sostenimiento del museo, la Diócesis decidió cerrarlo y las piezas quedaron resguardadas. Ahora, por decisión de las autoridades de la Municipalidad local, las obras de Allou volverán a estar a la vista de todos aquellos que las quieran disfrutar.
El museo está emplazado en un local ubicado sobre la Ruta 12, a la altura del km 5, donde se levantó este edificio que fue arreglado y modificado estructuralmente: cambio de techos, pisos, área de estacionamiento, reorganización del espacio interior con un concepto moderno con grandes infografías y una disposición mucho más adecuada que permite al visitante contemplar la obra de Allou en toda su magnitud.
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