Desde el momento de su nacimiento, toda persona tiene derecho a obtener una identidad. La identidad incluye el nombre, el apellido, la fecha de nacimiento, el sexo y la nacionalidad. Es la prueba de la existencia de una persona como parte de una sociedad, como individuo que forma parte de un todo; es lo que la caracteriza y la diferencia de las demás. Todos los niños tienen derecho a poseer una identidad oficial, es decir, a tener un nombre, un apellido, una nacionalidad y a conocer la identidad de sus progenitores.
Es fundamental llevar este tema a la infancia porque no siempre se aborda en las escuelas y todas las personas necesitamos hacernos esta pregunta: ¿Quién soy? Los niños tienen una relación muy espontánea con su identidad y es importante que los adultos apreciemos y le demos un valor a estas producciones espontáneas.
La identidad en los niños se va dando a medida que éste va creciendo y se va insertando en el ambiente exterior en relación con los demás, en la medida en que el niño se va diferenciando del mundo exterior va construyendo su propia identidad. La etapa de tres a seis años descrita por Wallon como del personalismo es las más significativa en la construcción de la identidad de la personalidad. El niño se diferencia de los demás mediante la oposición hacia gran parte de las propuestas que las personas puedan ofrecerle. Crear un clima de seguridad de relaciones de calidad entre el adulto y los niños, la valoración y confianza ajustada de aquel en las capacidades de progreso de éste, y la interacción de los niños con las personas que conforman su entorno, con las que establecen relaciones de diferentes índole desempeñan un papel importante en la constitución de la identidad y de una imagen positiva.
Es clave señalar que la responsabilidad no es de nadie más que de los Estados y de los adultos en general, quienes deben velar por el bienestar de todos los niños y niñas del mundo. Especialmente en lo que refiere a impedir y limitar lo más posible el uso de los menores de edad para actividades ilícitas o que puedan implicar un perjuicio tanto físico como para su psiquis. Estos daños muchas veces se reproducen y mantienen a lo largo de la vida de la persona si el niño o niña no es protegido y cuidado como corresponde.
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Cecilia Castillo
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