El Gobierno nacional se embarcó y nos embarcó a todos en una viaje con destino incierto, pero que transita aguas muy agitadas que difícilmente nos lleven a buen puerto.
El consumo interno comenzó a dar señales de estrés ante las múltiples contradicciones oficiales que se acentuaron en cuestión de días de la mano de diversas variables que tienen en común el aumento: los precios, el dólar, un potencial acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y las constantes idas y vueltas de la agenda económica.
Cambiemos pasó del cómo hacer para resolver la crisis que asumió, a qué resolver primero en una crisis que engrosó a fuerza de las propias impericias.
Volviendo hacia atrás, cuando el oficialismo afirmaba que saldar la deuda con los fondos buitre era necesario para no tener que recurrir al FMI, queda una vez más el sabor de la estafa electoral. Pareciera ser que el Fondo estaba en la ruta del Gobierno desde el primer minuto.
Y mientras tanto el Presidente organiza reuniones de urgencia con el gabinete y con empresarios cercanos. Mientras se cocina una crisis de magnitudes inciertas, pretende el Gobierno enviar señales de certidumbre con conferencias a medias y spots publicitarios.
El oficialismo debe dejar de hablar en realidad con los mercados y en ficción con los argentinos. Necesitamos verdades para saber cuánto nos costará el mientras tanto.
Porque mientras nos dicen que lo del dólar es pasajero, como afirmó ayer el ministro Francisco Cabrera, se producen aumentos en todos los rubros, con marcado acento en el más sensible, alimentos.
Mientras tanto aquellos que tramitan uno de los formidables crédito UVA se quedan a mitad de camino producto de la devaluación del peso. Mientras tanto se fueron cerrando paritarias que se ciñeron a la meta oficial del 15% y hoy, cuando todavía no transitamos la mitad del año, ya se quedaron cortas.
Necesitamos saber de una vez por todas en qué segundo semestre de qué año será cierto eso de lo peor ya pasó.
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