Imaginemos. Un broker se contacta con su cliente extranjero que invirtió algunos dólares en nuestro país. Vía whatsapp le va dar una noticia: -Hola, tengo que informarte que Argentina pidió un crédito al FMI. Del otro lado no hay pedido de explicaciones, solo el emoji del hombrecito que se lleva la mano a la cara.
Este último martes cuando Mauricio Macri apareció en la televisión para informar que se habían iniciado conversaciones con el Fondo Monetario Internacional, estallaron sentimientos encontrados por todo el país.
Estaban los que se alegraban de esa situación, porque era un signo más de un gobierno que no le encuentra la vuelta a la economía y porque les daba la razón por sobre los que votaron a Cambiemos. Además, los que detrás de rostros adustos por lo bajo mencionaban felicidad porque, así se van a ir más rápido del Gobierno. Y los que votaron a Macri, pero están defraudados con sus políticas. Les cuesta reconocer en público que las advertencias de la campaña del miedo que instaló el kirchnerismo en las elecciones pasadas, eran ciertas.
El ministro de economía Nicolás Dujovne viajó a Washington para reunirse con los equipos técnicos del organismo, que son los que diagraman las condiciones para que Argentina reciba el crédito. Se reunió con la directora Cristina Lagarde y ella le aseguró que la institución está comprometida con ayudar a salir a Argentina de la crisis. La verdad no se sabe si esto es buen o es malo. Si miramos la historia reciente, coloquialmente hablando, lo más acertado sería decir ¡estamos en el horno!
El Gobierno fue con intenciones de buscar un crédito de línea flexible. Este tipo de préstamos no tienen demasiadas condiciones para que sea otorgado, porque están dirigidos a los países que tienen sus economías medianamente saneadas y fuertes, ergo, si Dujovne se presentaba en ventanilla a pedir esa plata le iban a preguntar:
¿De dónde viene señor?
– De Argentina.
– Ah, es en la otra fila.
Por no decir todos, a decir de la mayoría de los economistas, como nuestro país es un desastre en términos macroeconómicos, el crédito que iremos a recibir es del denominado Stand by. Es como una vacuna. No dicen que nos hará bien, pero duele. Servirá como una caja donde Argentina podrá meter la mano cuando se vea en aprietos para pagar la deuda que ha emitido, o cuando necesite dólares para mantener en equilibrio la demanda de billetes para turismo, compra de insumos en el exterior, etcétera. Todos los recursos en dólares que nuestra propia economía no genere saldrán de ese préstamo. En principio lo que se supo es que se pedirán 30 mil millones de dólares. Todo se maneja con mucho hermetismo y la negociación llevará varios días por lo que recién en la semana próxima se sabrán los detalles del acuerdo.
Lo único seguro es que para ese tipo de créditos, el FMI exige que se hagan los deberes para reducir el déficit. Literalmente se meten dentro del ministerio de Economía y autorizan que se puede hacer y que no. Pedirán más ajuste fiscal, recorte de gastos que se empezaran a ver con creces en las próximas semanas y meses. De hecho es algo que Cambiemos comenzó a hacer desde que tomaron el Gobierno. Reducción de empleo público, recorte de subsidios y proyectos productivos que había comenzado el kirchnerismo. Según sostienen, el déficit de entre el 6 y el 7% que dejó el Gobierno anterior es fruto de las políticas populistas. Finalizado el boom del valor de la soja ya hace años, el gasto se sostuvo de forma artificial, con emisión de moneda que llegó al 40% de todo el circulante que había hasta diciembre de 2015. Como la economía no crecía desde el 2011, la única forma de sostener la actividad e impulsar el consumo interno era poniendo la máquina de la Casa de la Moneda a imprimir billetes. Resultado: inflación de 25% promedio anual, pero todos contentos porque había plata. Párrafos más adelante hay una explicación del origen de esto.
Lo que hizo Macri no cambio casi nada lo que se venía dando. Como fabricar más y más billetes sin que hubiera crecimiento genuino generaba inflación, optó por seguir consiguiendo dinero pero a través de deuda externa. Patear la pelota hacia adelante, confiando que en poco tiempo la economía iba crecer y generar recursos para impulsar la actividad hacia todos los sectores y a la vez poder pagar los vencimientos. Lo cierto es que como en el kirchnerismo, siguió emitiendo dinero, aunque a razón de un 20% de la base monetaria. La inflación sigue a los niveles de la era K, que a la vez es impulsada por la suba de tarifas y los combustibles. Recortan el déficit quitando subsidios pero generan suba de precios con la liberación del valor de las naftas (ahora frenado al menos por dos meses). Y por si eso fuera poco, retraen el consumo y la actividad. La gente recorta gastos para pagar las cuentas.
Pero volvamos al Fondo. Como decíamos, lo que ya se vislumbra como más ajuste para equilibrar las finanzas no va ser algo diferente a lo que ya existe, pero se va profundizar. Eso generará más conflictividad social, tanto en Buenos Aires como en las demás provincias. Habrá que ver como lo manejan políticamente. Ya hubo reuniones con gobernadores peronistas.
Como todas las semanas, este último miércoles los movimientos sociales volvieron a mostrarse en pleno centro porteño. Marcharon contra el FMI. Y, era obvio, se vieron como los primeros en la línea de fuego al momento de seguir con los recortes. Recordemos que actualmente Argentina tiene aproximadamente 43 millones de habitantes. Adentro de ese mapa hay casi 20 millones de personas que cobran algún tipo de plan social y solo un poco más de ocho millones de trabajadores en blanco que aportan al sistema. Un desfasaje descomunal que Macri tiene intenciones de achicar.
Tarea titánica será hallar la forma para que los que cobran planes deriven hacia a un trabajo formal. Para algunos líderes de organizaciones piqueteras, negociar constantemente con el Gobierno por ayuda para los excluidos del sistema es una forma de cuidar a los que no se pueden cuidar por si solos, pero esa presencia también les sirve para tener poder, extorsionar, amenazar con el caos y ser un ariete de la política partidaria.
Pero dentro de ese cúmulo hay dirigentes mucho más responsables. Dialogan para que las tareas menores de la obra pública la puedan hacer los piqueteros, de forma que logren una transición hacia el mercado laboral.
En estos días un periodista dejó ver lo que parecía ser un memorándum del FMI, donde se podía leer que apoyaba la línea de ajuste que estaba haciendo Macri, pero ponía el acento en no desproteger a los sectores más vulnerables de la sociedad. Si eso es cierto, no habría ningún tipo de recorte en los planes sociales. En el fondo, el Fondo sabe que si eso sucede puede estallar una crisis política que se llevará puesto a Cambiemos. Pero son especulaciones, en los próximos días se sabrá por dónde seguirá la tijera.
¿Corralito como en 2001?
Economistas reconocidos como Martín Redrado, quien llegó a ser presidente del BCRA durante el Gobierno de Néstor y en el primer mandato de Cristina Kirchner, sostuvo en una entrevista que lo que hay es una crisis cambiaria. Según su parecer, no era necesario recurrir al FMI para salvar la disparada del billete verde. La suba de tazas que aplicó la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED), provocó que el dólar adquiriera más valor por sobre las demás monedas del mundo. La gran mayoría de ellas se depreciaron para poder acompañar ese desfasaje, pero como históricamente sabemos, cuando se escucha un ruido afuera, aquí suena como una explosión. Apenas se movió la tasa en Estados Unidos, aquí el dólar pasó de 21 a 23.70 en su peor momento.
Lo que agravó la situación fue un artículo de la revista económica Forbes, de gran relevancia en el mundo de las finanzas. Puede que sea momento de salir de Argentina, fue el título. La publicación puso en alerta que la suba de la taza iba traer problemas en Argentina. Dieron a entender que el país podía volver a tener problemas para pagar sus deudas. Algunos inversores prefirieron poner sus dólares en bonos del Tesoro de EEUU y ganar un 3% en 10 años que correr el peligro de que los viejos fantasmas del default argentino volvieran a aparecer y tener que litigar para poder cobrarlos.
Mientras se agitan los fantasmas de corralito, tal como lo dijo Redrado, no hay condiciones objetivas para que eso ocurra. Explicó que los bancos argentinos superan ampliamente los estándares de Basilea, que marcan la cantidad de dinero que debe tener un sistema bancario. Tienen fondos suficientes para devolver el dinero a los ahorristas. Tampoco hay condiciones para una crisis como la de diciembre de 2001 porque la deuda externa que tomó el Gobierno de Cambiemos es una tercera parte de la que tenía De La Rúa. Además, el precio de las materias primas es tres veces más alto que el valor que tenían en aquella época. Eso asegura la entrada de dólares genuinos, aunque más baratos respecto a los 600 dólares la tonelada en los años de la presidencia de Néstor Kirchner, que ayudó muchísimo a salir de la debacle. ¡Agradezcamos a la soja!
No huyan
El Banco Central de la República Argentina (BCRA), dirigido por Federico Sturzenegger, volvió a subir la tasa de interés, esta vez a una ganancia sideral del 40%, (la de un plazo fijo está a 24%), para tentar a que se queden a los que querían sacar sus dólares del mercado argentino.
Solo para evitar que el precio de la moneda estadounidense se disparara, en los últimos cuatro meses el BCRA quemó algo así como 4.000 millones de dólares de las reservas y casi mil millones solamente el viernes. Aún así, ni siquiera con esa ganancia altísima ofrecida por las tasas, el dólar continuó siendo la niña bonita al momento de ahorrar o preservar ganancias. La alta demanda hizo que pasara de 19 pesos en diciembre a los 24 de esta última semana. Por consiguiente, hubo un caldo de cultivo perjudicial para el Gobierno. Como se mencionó en párrafos anteriores, volvieron a aumentar las tarifas, los combustibles se mantuvieron en alza y con el billete verde hacia arriba impulsado por la decisión de la FED, aquí hubo una remarcación de precios que partió del 6%.
El ruido económico fue capitalizado por la política. ¡Y bueno, se la hicieron al kirchnerismo, se la hacemos a ellos! habrán dicho los editores periodísticos responsables de C5N y Crónica TV, después que el presidente anunciara la vuelta al FMI. Una imagen asociada a una frase es un arma poderosísima. El helicóptero saliendo de la Casa Rosada y el zócalo con la leyenda Se va Macri, era una canallada. Era la profecía autocumplida del FMI, Fernando de la Rúa y su escape por los techos de la casa de Gobierno aquel aciago 22 de diciembre de 2001.
Préstamo más barato
El BCRA venía utilizando los bonos Lebac (Letra del Banco Central) con una tasa del 37%. Estas letras se utilizaron para que inversores extranjeros trajeran dólares al país. Pero esa inversión es de la peor, solo le sirve al Gobierno para acumular reservas. Son los llamados especulativos (prácticamente todos los que vinieron hasta ahora), de los que hoy están y mañana si se asustan por algo huyen despavoridos. Ese era otro frente de tormenta que se le avecinaba al Gobierno. Si no hay confianza, los tenedores de esos bonos tienen la potestad de llevarse sus dólares más los intereses, desaparecer del país y generar una nueva corrida que puede terminar bajando aún más el valor del peso con una consecuencia explosiva.
Se habla que el crédito que va conseguir Argentina con el FMI tiene un interés del 4%. Es la más baja si se tiene en cuenta que gran parte de los aproximadamente 150 mil millones de dólares de deuda que emitió Argentina desde que asumió Macri la obtuvo con una taza de mercado del 8%. Aunque, a decir verdad, en enero de este año emitió bonos a 5, 10 y 30 años con una ganancia del 4,625; 6 y 6,95% en dólares.
Cristina evitó al FMI
En los últimos días los economistas desfilaron por los programas de Tv. En uno de ellos estuvo Marina Dal Poggetto, del estudio Eco Go, de Miguel Bein, aquel que sonaba como ministro de Economía si ganaba Daniel Scioli. Ella explicó cómo la administración de CFK hizo volar por los aires el superávit que le había dejado Néstor en 2007.
Al principio el kirchnerismo se financió con un superávit de cuenta corriente muy alto, que fue heredado de lo que fue la devaluación de 2002 y de un nivel de consumo en la economía que era muy magro. Ese nivel de consumo empezó a subir y el superávit de las cuentas comenzó a achicarse. ¿Cuándo se perdió el superávit? Con la elección de 2011. En 2009, el kirchnerismo había perdido las elecciones e hizo lo que Miguel Bein llamaba ‘macrocidio’, que fue básicamente subir en dos años el salario en dólares en un 50%, lo que implica un desastre en términos macroeconómicos y un éxito maravilloso en términos políticos.
Había plata, la gente estaba contenta y servía para ganar la reelección (ndlr). De dónde sacaba los fondos, le preguntó el periodista: Se consumió el superávit de las cuentas externas y, a partir de ahí, en seguida después de las elecciones de 2011 vino el cepo, y lo que vino fue una administración de la escasez. Estuviste desde 2011 hasta 2015 administrando la escasez de dólares, viviendo de lo propio; cuando se acabaron los dólares, el gobierno de Cristina Kirchner intentó volver al crédito: arregló con Repsol, con el Club de París, con el CIADI, se quedó sin dólares de nuevo y ahí apareció el swap de China (y la base militar de observación espacial en la Patagonia) que la salvó. Se quedó hasta el final sin crisis y entregó un Banco Central sin reservas y sin deudas, cerró la especialista.
Ese macrocidio descripto por Bein fue lo que se arrastró durante todo el último Gobierno de CFK. Y ese fue el desastre económico el que le tocó agarrar a Macri. Si Daniel Scioli salvaba esos 800 mil votos de diferencia y era él el que llegaba a la Rosada, hubiera tenido el mismo problema. Se hubiera dado la misma lógica que cuando Carlos Menem dejó el poder en 1999: Yo entregué el país funcionando dijo el riojano más famoso. La bomba la tomó De La Rúa y no supo desactivarla. Dicen que esta vez no volverá a pasar. Oremos.
El viejo cuento
En esa línea y ya para finalizar, hablando de ajuste viene a la memoria una columna que escribió un reconocido politólogo hace aproximadamente un año y medio atrás. Peronismo, herencia recibida y el cuento de la buena pipa: El peronismo se nutre, del fracaso de los sucesores. A los que se los deja siempre, en efecto, con la culpa servida. Es una adaptación libre del clásico divertimento explicativo del General. No somos buenos, los que nos siguieron fueron siempre peores. El que sucede al peronismo, en general, nunca acierta. Pero se le brinda la justificación: si no acierta es por la pesada herencia que le deja el peronismo.
Por lo tanto el peronismo siempre se prepara, para el reparto del regreso. Con el cuento de la justicia social, el peronista suele siempre disiparse. Hace crecer escandalosamente el gasto público, hace un desastre con los números, por supuesto se la lleva toda.
Aparece entonces el gil, el intermediario que paga la fiesta. Es el que llega para ajustar, recortar, despedir y poner orden. Pero al ponerse el país irremediablemente de sombrero, el peronismo se propone volver, con el cuento de la buena pipa. El de la justicia social. Para lanzarse otra vez despreocupadamente a repartir, a gastar sin responsabilidad. Hasta que aparezca el próximo gil, para hacer el trabajo sucio y renovar el ciclo.
Por
Hernán Centurión
Discussion about this post