Una antigua leyenda persa cuenta que Al Jaffed, un hombre rico con una gran granja, una noche escuchó a un visitante contar acerca de las inmensas cantidades de diamantes que se encontraban en otros países.
Pensando en esto, vendió su finca para viajar por el mundo buscando las riquezas de las que le habían hablado. Sin embargo sus esfuerzos no dieron frutos, ya en la miseria y desesperado se suicidó.
Mientras tanto, el hombre que le compró la granja a Al Jaffed un día mientras abría un surco, se dio cuenta de una piedra que brillaba. Se acercó y, asombrado, sacó un gran diamante.
Es común caer en el error de este hombre rico, nos pasamos anhelando fama y virtudes del prójimo, soñando, ambicionando fortunas y riquezas de otros, deseando la inteligencia y el conocimiento de maestros, profesionales y sabios.
Somos presa fácil de propagandas e intereses de los medios de comunicación como televisión, internet, que nos hacen descuidar y menospreciar nuestras propias riquezas.
¿Pero cuáles son nuestros diamantes o riquezas?; son los valores con los que edificamos nuestra vida y estimamos la importancia que le damos a las cosas materiales, a las personas, a las instituciones, a lo espiritual, a los derechos civiles como la libertad, etc.
Esencialmente valoramos con una idea de un precio a cada cosa, elemento o experiencia que vivimos, todo lo que existe vale, y un mismo objeto, persona o idea, puede poseer diferentes valores, como por ej. un coche es útil y al mismo tiempo bello.
El valor que captamos como un bien lo relacionamos con lo bueno, lo perfecto o lo valioso que obtenemos de ese objeto o persona y que es bueno para mí, por ejemplo el auto es bueno porque me traslada a mi trabajo.
Hay bienes que son útiles, por ejemplo el auto me traslada al trabajo y para ir de vacaciones, también hay bienes útiles en sí mismo como las personas que valen por sí misma, tienen dignidad y no deben ser abusadas.
Los valores se refieren a las necesidades o aspiraciones humanas que todos buscamos satisfacer, algunas son básicas, primarias o fisiológicas como alimentarse, vestirse o seguridad.
Hay otros valores como el afecto y la salud, así como los económicos para poder tener una existencia con un mínimo de confort y satisfacer estas necesidades básicas.
También tenemos valores que surgen de necesidades sociales como formar una familia, participar de grupos o asociaciones como clubes, iglesias, cooperadoras; donde buscamos integrarnos, ser dignos ante uno mismo y los demás, desarrollando valores como el prestigio, la fama, el poder, el amor y el afecto.
Otros valores se refieren a necesidades personales de autorrealización, donde buscamos un sentido y propósito a la vida, buscamos trascender en el tiempo y el espacio a través de una fe, una obra creativa, como una música, un cuadro o una escultura.
Otras necesidades personales de autorrealización son luchar por un ideal común con valores como la justicia, la verdad, la bondad, que se satisfacen desarrollando la ciencia, la justicia, la moral, la religión y la espiritualidad.
El sanyasi (asceta religioso hindú) llegó a la aldea y acampó bajo el árbol, de pronto llegó corriendo hasta él un aldeano y le dijo:
– ¡La piedra! ¡La piedra! ¡Dame la piedra preciosa!
– ¿Qué piedra?, preguntó el sanyasi.
– La otra noche se me apareció en sueños el Señor Shiva, -dijo el aldeano-, y me aseguró que si venía al anochecer a las afueras de la aldea encontraría a un sanyasi, que me daría una piedra preciosa que me enriquecería para siempre.
El sanyasi rebuscó en su bolsa y extrajo una piedra, -Probablemente se refería a ésta, -dijo mientras entregaba la piedra al aldeano-, la encontré en un sendero del bosque, puedes quedarte con ella.
El hombre se quedó mirando la piedra con asombro. ¡Era un diamante tan grande como la mano de un hombre, tomó el diamante y se marchó!
Pasó la noche dando vueltas en la cama, totalmente incapaz de dormir, al día siguiente, fue a despertar al sanyasi y le dijo: -Dame la riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de este diamante. Anthony de Mello.
Los humanos poseemos valores absolutos como la verdad, la bondad, el desinterés, la sinceridad, la nobleza y el amor, que son inagotables si los desarrollemos.
Existen valores obligatorios y universales como el sobrevivir, otros son subjetivos, modelados por cada persona, como la belleza que es diferente para cada ser.
Frente a nuestras necesidades le damos forma y significado a cada valor, siendo algunos independientes o inmutables, es decir que en esencia no cambian, como la justicia y el amor.
Es fundamental que cada persona descubra y defina sus valores, porque forman parte de nuestra personalidad, enseñándonos a elegir y cuidar lo valioso de nuestro camino, como la familia, nuestro trabajo, nuestros dones y talentos como las artes, amigos y nuestras creencias o fe.
Tenemos y poseemos objetos y talentos, pero nos desvivimos por lo que no poseemos, tenemos familia pero la descuidamos pues no le damos tiempo, ni atención, ni cuidados o la engañamos.
Tenemos trabajo pero ansiamos otro con mayor paga y menos esfuerzo, y si lo obtenemos, pasamos a añorar otro más.
No descuidemos lo que tenemos, nuestro ser con sus valores, la salud, nuestra mente y espíritu, son nuestras riquezas y diamantes, que están enterrados dentro nuestro, solo debemos trabajar la tierra que se nos confió, y comprobaremos su riqueza.
Uno no sabe lo rico que es hasta que pierde la salud, o pierde una función, o le sobreviene una discapacidad.
Cada parte de nuestro organismo tiene su valor, que al funcionar bien no se nota, pero al perderlas las valoramos; una extremidad, la vista, caminar sin dolores, la audición, la agilidad, la fuerza; los cuáles ninguna suma de dinero lo reemplaza.
En muchos aspectos somos tan ricos que no nos damos cuenta.
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