El enojo es una emoción que se encuentra en la mayoría de las disputas. Se trata de un remanente de energía que está destinado a aumentar nuestros recursos para resolver el problema que nos lo provoca.
Sin embargo, al no saber canalizarlo termina convirtiéndose en un factor que daña aún más la situación a la que nos enfrentamos.
Es importante conocer cómo está compuesta esta emoción y aprender a transformar el enojo que destruye en enojo que resuelve.
Ante la presencia de un obstáculo vivido como una amenaza, el organismo segrega adrenalina y noradrenalina, los neurotransmisores que posibilitan los comportamientos de alerta y actividad, de confrontación y de lucha.
En épocas primitivas de la humanidad esta secreción hormonal era adecuada, ya que incrementaba la fuerza física. El desajuste se produce cuando seguimos utilizando una respuesta biológica de ira generada en situaciones antiguas para resolver situaciones actuales que no requieren de ella.
Es decir, el enojo es útil para aumentar la fuerza física, pero no es útil para aumentar la capacidad de coordinación necesaria para resolver un problema.
Por ejemplo, si el cirujano se enoja en plena operación, disminuirá su eficacia.
Además de observar cuánto nos enojamos debemos poner el foco en cómo reaccionamos cuando nos enfadamos. Esto nos permitirá, o no, graduar nuestras reacciones.
Advertir que tras un enojo hay una necesidad insatisfecha, miedo o dolor y ser conscientes de estas emociones que subyacen nos permitirá superar el desafío de la transformación constructiva.
Si nos desconectamos del tema que ha provocado nuestro enojo solo trataremos de herir a quien nos ha irritado, operando desde los juicios, las descalificaciones, los reproches y quizás hasta la venganza.
El enojo que destruye, a la larga no resuelve nada, crea frustración, impotencia y el malestar se vuelve crónico, dejando heridas, resentimiento y culpa.
Una de las actitudes que más ayuda a que el enojo conduzca a un camino resolutivo es poder sentir y expresar el enojo con afecto. Es recordar que algo nos enoja cuando nos importa, cuando sentimos algo por esa persona. Desandemos la idea instalada que si expresamos nuestros enojos perderemos el afecto del otro.
Como nos enseña Norberto Levy: aprender a enojarse constructivamente es una conquista de la especie. La graduación de la reacción es una conquista evolutiva que, a su vez, es producto de la ejercitación. Ejercitémonos en lo cotidiano buceando en las emociones y necesidades que subyacen a nuestros enojos y la humanidad no tendrá que llegar a situaciones extremas para transformar las situaciones que le desagradan.
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