El 15 de mayo fue declarado por las Naciones Unidas como el Día Internacional de la Familia desde 1994 para reflexionar sobre el valor y la belleza de las familias en el mundo entero. Es una oportunidad para profundizar sobre nuestra concepción de familia, desde las nuevas realidades que viven las familias en nuestra sociedad.
Cada vez que hablamos de conmemorar un día se lo relaciona con el aspecto comercial, lo que implica regalos, reuniones de amigos, reconocimientos y festejos. Sin embargo, el verdadero espíritu de esta celebración, yace en la esencia de la misma vida familiar que es compartir entre los miembros de la familia, significando y valorando la presencia de cada uno.
Como sociedad es fundamental que nos abramos a la reflexión sobre la importancia de este núcleo de formación de las personas humanas con amor y entrega. Lo principal y más importante al celebrar este día es que no importa cómo es tu familia -si es chica, grande, monoparental-, lo que importa es el amor que se tienen y la ayuda y comprensión que todos se brindan. Es poder celebrar la belleza de amar y sentirse amado.
A pesar de tantos ideales que fuimos sosteniendo a través de la historia, la familia actual vive grandes transformaciones. También la institución de la familia sufre cambios por la modernización, nuevas concepciones de los derechos, obligaciones, concepciones respecto al género, etc.Todo esto hace que haya reflexión, conciencia plena sobre el gran valor que tiene la vida familiar.
Y ese valor de la familia se hace cada vez más importante cuando los muchachos, jóvenes, chicos y chicas son llamados al matrimonio y a la fundación de familias nuevas. A pesar de tantas experiencias de dolor que trae la convivencia, es alentador que muchos jóvenes dicen SI a la convivencia y a la vida de familia. Es de gran valor que nuestras familias mantengan vivo el deseo de comunión. Es el gran proyecto de Dios para la humanidad y cada vez que el varón y la mujer se unen y realzan el deseo de apostar por su vocación de la maternidad y la paternidad responsable, es posible que se cumpla el proyecto de Dios en nuestra humanidad.
La familia es una hermosa plantita que debemos regarla y nutrirla cuidadosamente para que pueda producir hermosos y grandes frutos de amor. Es necesario apostar por una sana convivencia, desde el diálogo sincero, respeto hacia la riqueza que cada uno aporta, confianza en el otro para que cada miembro pueda realizarse como persona, en su vida profesional, permitiendo que la convivencia se extienda más allá del hogar. Es el lugar donde los miembros se nutren de los verdaderos valores que afianzan la convivencia.
Ante tantas situaciones de fragilidad que vive la familia, acechada por permanentes peligros de desintegración, es prioridad que sea sostenida por la fe y confianza plena en un Dios que une a las familias con la mística del amor. El mejor ejemplo de sana convivencia lo encontramos en la sagrada familia de Nazaret, que supo sobrevivir a tantas adversidades, a las que se exponen todas las familias. Y desde la fe, hacer posible que cada hogar sea un lugar donde los hijos puedan, como Jesús: Crecer en sabiduría, estatura, en gracia con Dios y con los hombres (Lc 2, 52)
Que esta conmemoración, sea una nueva oportunidad para revalorizar el valor de la familia como sociedad y para descubrir la belleza del hogar que Dios nos ha regalado a cada uno, a pesar de las contrariedades que son parte de nuestra realidad. Dios bendiga a todas nuestras familias y nos permita defenderla como bien preciado de convivencia, realización personal y transmisión de la vida.
Por
P. Juan Rajimón
Misionero del Verbo Divino
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