A fuerza de discursos y spots publicitarios de supuestos ciudadanos sin inclinación partidaria que celebran una nueva Argentina, el Gobierno nacional busca imponer la verdad a medias de que la turbulencia se disipó.
Y lejos de predeterminar el rumbo y aflojar la presión sobre las clases más urgidas y las economías regionales, se convoca ahora a un gran pacto nacional para que entre todos le pongamos la firma a la nueva agenda de Gobierno que, desde ahora, se nutre con la temible sigla FMI.
En medio de la tormenta financiera y cambiaria los que personifican el cambio abrieron la jugada, al menos discursivamente, para convocar a todos a ser parte del rumbo de un país al que le faltan cimientos sobre los que construirse.
Al ritmo de las pretensiones del Fondo Monetario Internacional que busca un acuerdo rápido, las puntas de lanza del oficialismo salieron esta semana a convocar a todas las partes para rubricar un gran pacto político que no es otra cosa más que un nuevo y ácido programa fiscal.
Una vez más el Gobierno nacional reclamará a las provincias que se hagan cargo del costo político de seguir ajustando las cuentas.
Gobernadores, sindicalistas, empresarios y hasta la Iglesia Católica fueron llamados a tomar parte de una mesa que poco tendrá de discusión y bastante más de imposición.
De la mano de los nuevos hits no dimensionamos la bomba que nos dejaron y nuestro error fue habernos impuesto metas demasiado ambiciosas, el Gobierno les dirá a los convocados que es necesario seguir apretando los cinturones y, seguramente, pondrá sobre la mesa la siempre temida carta de la obra pública con la que se premia adhesiones y se castiga el disenso.
Aunque claro, al final será tiempo del joven y gastado hit lo peor ya pasó, aun cuando el contexto sea de una crisis igual o peor que la que estamos intentando sortear.
Nos embarcamos entonces en una nueva agenda oficial, aunque con nuevos y complejos actores.
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