Nuestro destino siempre estará marcado por nuestras decisiones, el cual se nutre de la famosa fórmula: causa y efecto. Nadie puede escapar de ello. Nuestro presente siempre será el resultado de las determinaciones que tomamos en el pasado. Es decir, siempre podremos conseguir lo que deseamos solo con proponérnoslo, pero una de las limitaciones será la circunstancia, aunque las condiciones de la vida cambian constantemente llegará ese día en que los vientos cambiarán y podremos concretar eso que anhelamos cambiar.
Esto me llevó a recordar la historia de un madrileño de ojos azules, cejas gruesas y una piel blanca quemada por el sol, que vendía recuerdos para los turistas en una playa de Centro América. El hombre atendía su negocio de madera y techo de paja. Tenía cinco hijos, quienes jugaban alegres corriendo por la playa disfrutando del color turquesa del mar.
Mientras este protagonista se recostada sobre el mostrador, a su lado estaba una hermosa morena, cuya mirada reflejaba amor y admiración por su español, quien no resistía por un momento atraparla por la cintura. Fumando un cigarro y bebiendo una refrescante cerveza, el hombre veía pasar los días junto a su mujer en ese paraíso donde ellos eran los dueños.
Un día se acercó un turista y le preguntó el precio de unos caracoles que estaban en exhibición, el hombre tomó unos cuantos y le dijo que el precio dependía del tamaño de los mismos, pero que le podía hacer un buen precio si compraba más de dos.
El cliente lo miró y le preguntó: ¿De qué lugar de España es usted? El hombre le respondió que era de Madrid, pero que hace 15 años vivía a orillas del mar, en una humilde vivienda junto a su hermosa morena y sus cinco hijos. El turista le preguntó si extrañaba la ciudad madrileña con sus grandes plazas, paseos, teatros y las luces de aquella gran ciudad.
El hombre se recostó por la puerta del negocio, prendió un cigarro y mirando hacia la playa vio la silueta de su mujer y sus hijos jugando en la arena. Se acercó al visitante y le contó en voz baja como confesando un secreto que hace 15 años fue gerente de expedición y logística de una importante empresa de informática, donde era muy eficiente en su trabajo, incluso cuando no estaba en su oficina sus empleados lo llamaban para informarle las novedades.
Contó que no dejaba nada librado al azar y que era muy cuidadoso con la atención a los clientes en el envío de insumos. Pero con los años, el trabajo lo había degastado y casi no se hablaba con su mujer, incluso había perdido la cuenta de cuándo fue la última vez que habían hecho el amor o cenaron juntos.
Su hijo adolescente no le obedecía y ni le hablaba de sus cosas, solamente le pedía dinero para salir con los amigos, el resto del tiempo, escuchaba música o jugaba a los video juegos.
De alguna manera, el hombre quiso tratar el tema con su mujer, pero ella siempre le respondía: no tengo tiempo. A esto se agregó que en una oportunidad se perdieron insumos para una impresora de última generación y su jefe le dijo: que era un irresponsable e inútil, que si se volvía a repetir lo echaría a la calle, sin importar la dedicación de tantos años. Eso lo llevó a pensar que su vida se había transformado en algo monótona, sin sentido y llena de miedos. Se había terminado su entusiasmo y no quería seguir fingiendo algo que no era real, solamente una apariencia ante la sociedad de tener una familia o buen trabajo y así estar tranquilo con el qué dirán.
Fue así que se levantó como todas las mañanas fue a su trabajo y dejó pegadas unas anotaciones: Javier, no te olvides de mandar el cartucho láser para la oficina bancaria y decirle a Miguel que baje 30 cajas de hojas A3. Luego se fue hasta su casa, sacó un bolso de abajo de la cama y se dirigió al aeropuerto donde sacó un boleto para Centro América. Así pasó varias semanas deambulando por un país que no conocía, embriagándose con todo tipo de cerveza o botellas de Ron, no podía darle un sentido a su vida, parecía que sus problemas vinieron con él en el avión. Fue allí que levantó la mirada y vio los ojos más hermosos que había visto. Esa mujer era camarera y servía las mesas del lugar. Cuando ella lo miró dijo: ¿porqué esa triste mirada? Ningún problema tiene que adueñarse de tu alegría.
Esas palabras fueron las que despertaron el amor entre ambos hace 15 años. Aunque nada fue fácil, ellos decidieron estar juntos en aquella playa.
El madrileño miró al turista y le dijo: Para los demás tenía una buena familia, era gerente en una multinacional y tenía un buen automóvil. Antes tenía muchas cosas, ahora en esta pequeña playa, lo tengo todo.
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