El hijo de José Kuszpitz Sawicki, uno de los pioneros de Gobernador Roca, relató las proezas que realizó su progenitor tras llegar a la zona, después de cruzar a nado el río Uruguay, proveniente de Brasil, y trabajar en Posadas en obras de envergadura.
GOBERNADOR ROCA. ¡Qué lindo yerbal levantaría con toda la experiencia que tengo!, se ilusiona Adolfo Sawicki, que a sus 87 años revive la historia de Gobernador Roca señalando hacia la iglesia San Casimiro, construida prácticamente frente a su casa en un espacio que, recuerda, era todo selva y que poco después se empezó a cubrir con el oro verde de Misiones.
Su padre, José Kuszpitz Sawicki (1904), llegó desde Brasil -donde se asentó su abuelo Antonio, después de huir de Polonia en 1914- en una travesía que implicó cruzar el río Uruguay a nado y caminar por las picadas hasta llegar a Posadas. Trabajó un tiempo en la capital de la provincia haciendo zanjas para instalar la tubería de distribución del agua potable, allá por 1924, y como carpintero confeccionó prácticamente todo el encofrado del enorme tanque cisterna que se encuentra en la esquina de Francisco de Haro y López y Planes. Al concluir las tareas y después de encontrarse con un paisano de apellido Revinski, que le ofreció trabajo de carpintero en la antigua capital del territorio, se radicó en Corpus, donde conoció a quien sería su esposa, María Duda. De esa unión nació Adolfo, Ana (80), que vive en Posadas, y Edwina y Dora, ya fallecidas.
Según Adolfo, el empleador era una potencia para la época porque tenía auto, tractor y camión. Papá le preguntó ¿cómo había hecho para tener toda esa fortuna? Él le palmó la espalda y le respondió: si seguís trabajando como lo hacés hasta ahora, quizás algún día todo esto sea tuyo. Y así fue. Prácticamente todas las propiedades que eran de ese hombre, pasaron a ser de mi padre, que vino después de los pioneros originales, allá por el año 1926 o 1927.
Tanto la de su padre como la suya fueron vidas de trabajo intenso. Con papá aprendí de todo un poco. A trabajar la tierra y la pasión por la carpintería. Un día me dijo que tenía que construir un noque para guardar la cosecha de maíz que yo mismo había sembrado. Papá, yo nunca hice ese trabajo, le dije. ¿Vos sabés lo que es una escuadra, un compás, una regla, un metro,una plomada? Sí papá. Entonces sos carpintero mi hijo. Y así hice el noque, ese fue mi primer trabajo de carpintería. Después confeccioné algunos muebles y mi casa fue la última obra, en 1978, gracias a que él me enseñó el oficio, analiza transcurrido el tiempo, a la sombra de los árboles que cubren un extenso patio de césped.
El terreno en el que se encuentra forma parte de las doce hectáreas y media de tierra que su abuelo le regaló a su padre al casarse. También en ese espacio su mamá había plantado prácticamente sola unas diez hectáreas y media de yerba mate, en ocasiones con la ayuda de los hermanos. Mientras tanto su papá trabajaba en una carpintería de Corpus y todos los días atravesaba los senderos de a pie, a lo largo de diez kilómetros -de ida y vuelta- para llegar a destino. De paso, tenía que supervisar un par de obras inconclusas en lo de Tainski, Chileski, Sniechowski y las puertas y ventanas de la casa de Derna, de la que algo se preserva. Así era la vida antes. A veces venía de noche y juntaba las ramas para quemar. Y tenía un vivero de yerba a 500 metros de donde traía los macetones de tierra. Podía traer solo diez plantas al hombro. Las desparramaba y hacía los pocitos para que mamá plante al otro día, comentó.
Al hablar del pueblo, refirió que eran dos o tres casitas acá y otro tanto a unos mil metros, y la escuela, y no había más nada. Pude ver como se fue poblando todo. Hoy es casi una ciudad. El asfalto que atraviesa Gobernador Roca se terminó en 1970 y trajo progreso. La gente fue progresando de a poco. La mayoría se fue dedicando a la agricultura. Mi padre fue un poco más visionario y se dedicó más al comercio. Teníamos una concesionaria para la venta de vehículos, tractores Hanomag y camiones, sobre avenida Mitre 221 entre San Lorenzo y Ayacucho, en Posadas, señaló Adolfo, que con 75 años todavía subía a pintar el techo de su casa, una de las últimas obras de arte como carpintero. Luego la importadora de camiones Volvo nos exigía que armáramos una sucursal en Eldorado y yo me hice cargo de la gerencia. La concesionaria se llamaba ArPol (Argentino-Polaca) SRL. Unos años después no se importaron más vehículos y no había qué vender por lo que decidieron dejar sin efecto el negocio.
El primer surtidor
Según Adolfo, allá por 1954 su padre era propietario de un surtidor de combustible similar al que existía en Posadas y en Edorado. En ese predio, ubicado sobre ruta nacional 12 y calle Comisionado Pelinski, en el que ahora se encuentra un monolito y la placa recordatoria de lo que fue el primer surtidor de la zona, se vislumbra la fachada de lo que era un negocio de ramos generales, también propiedad de la familia, donde también se hacía el acopio de tabaco y yerba mate.
En una oportunidad vino un señor con un auto de lujo para la época a cargar combustible y lo hizo por un camino (trazado actual de la ruta 12) que los colonos habían abierto con pico y pala para comunicarse con San Ignacio. Papá le preguntó por qué venía por ahí y él le contestó que le resultaba más cerca. Entonces papá le sugirió que tenían que hacer la ruta por ese recorrido. A los cuatro meses el hombre volvió a aparecer y le dijo que la ruta iba a cruzar por allí. Luego supimos que era un ingeniero de Vialidad, así que posiblemente la culpa que la ruta pase por el medio de Gobernador Roca es de papá, rememoró entre risas.
Indicó que la ruta original iba de San Ignacio a Villa Ema, pasaba por el establecimiento María Antonia, seguía hasta San Antonio y luego a Corpus, y por un camino costero, bordeando el Paraná, llegaba a Santo Pipó. De Santo Pipó a Eldorado no había ruta, se iba por barco. Para ir a visitar a un tío tuvimos que tomar el barco en Puerto Maní, en Corpus, para hacer unos kilómetros hasta Colonia Polana. Pero había que ir por agua, aseguró. En 1940 había dos líneas de colectivos que cumplían el trayecto entre Corpus y Posadas. Uno era El Pampero y otro Pájaro Azul. Uno era de madera y el otro de chapa, pero para ocho o diez pasajeros. Después comenzó a funcionar una línea de colectivos de Santo Pipó que era de los Martignoni. En 1942 recién aparecieron en la zona los primeros autos.
Sin dudas, José Kuszpitz Sawicki era un visionario. Siempre soñó con construir una pista de aterrizaje, idea que inspiró a un ingeniero para planificar la ruta provincial que hoy cruza por Gobernador Roca. La locura de papá era hacer una pista de aterrizaje pero cuando se empezó a perfilar lo que sería la ruta nacional 12 se le terminó la idea, señaló Adolfo, quien recordó a su padre como un hombre de estadísticas, que tenía una caligrafía impresionante sin ir a la escuela y que era muy ordenado a la hora de confeccionar los libros de inventarios y balances.
El doctor Tuzinkievich, una amistad entrañable
Adolfo terminó la primaria en la Escuela 4 Fraternidad, de Posadas, porque en la Escuela17 -la primera de Gobernador Roca- había solo hasta tercer grado. El Colegio Nacional, la Escuela Normal y la Escuela de Comercio eran los únicos secundarios de Misiones y como era difícil ingresar, sugirieron a su papá que lo mande a Buenos Aires.
Completé hasta tercero. Abandoné en cuarto y aparecí en casa con mi valija y unas pocas ropas. Mamá me preguntó por qué venía y le dije: dejé de estudiar mamá. No saliste ni crudo ni cocido, me respondió. Nunca me voy a olvidar de esa frase. A partir de ese momento tuve que empezar a trabajar, papá me dio un caballo y un arado para preparar la tierra de este lugar, lamentó. El doctor Wenceslao Tuzinkievich -fallecido hace un año- era uno de los mejores amigos. Con él compartió gratos momentos que guarda en su corazón.
Nos conocíamos desde chicos pero él fue primero a un seminario para estudiar para sacerdote. Cuando volvió fuimos juntos a Buenos Aires y estuvieron pupilos en el colegio Guadalupe. Pero la mala junta me convenció que vuelva a Posadas. Nos enamoramos de la calle. Terminé en casa y ahí a trabajar. Plantaba yerba en las madrugadas, a la luz del farol, porque de día había que cosechar. Soporté las lloviznas de invierno. Nos atábamos una lona con alambre a la altura del pecho para no mojarnos tanto.
Buenas obras
En los comienzos los colonos se manejaban solamente con el idioma polaco. Para levantar la primera Escuela, la 17, acarrearon al hombro todas las maderas para edificar y permitir que sus hijos aprendan a hablar el castellano. Muchos tenían seis o siete años cuando empezaron a cursar porque no tenían adonde asistir. Fue generoso con sus bienes. A metros del asfalto existe una reserva natural que abarca una manzana a la que los vecinos conocen como El bosquecito de Sawicki. Donó media manzana para la construcción del Colegio Nuestra Señora de Fátima; un cuarto de manzana para Gendarmería Nacional que luego quedó para la comisaría. Hizo gestiones para la llegada del correo y para que el Banco Nación tuviera sede propia, entre otros.
Huida en trineo
Contó que su abuelo Antonio emigró hacia América tras iniciarse la Primera Guerra Mundial, en 1914. Él era dirigente político en Polonia y habían quemado los graneros para ir en contra de los oligarcas. Me confió que iban a buscar los granos de trigo sano entre los quemados para poder comer porque no había otra cosa. Un día un amigo que era de la Policía le dijo: Antonio, dispará esta noche porque mañana te tengo que venir a buscar para llevarte preso, repasó. Así fue que en trineos la familia escapó hacia las costas de Francia y embarcó hacia Brasil, donde se radicó por un buen tiempo. Con el paso de los años también decidió venir a Corpus, y finalmente establecerse en Colonia Polana, donde descansan sus restos. José, mi papá había nacido en Murafa (hoy Ucrania) y tenía apenas diez años en ese entonces.
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