Es egresado de la Facultad de Arte y Diseño de la UNaM. Hoy sus obras visten los muros de la Ciudad de las Cataratas y despiertan la admiración de propios y extraños.A los ocho años Antonio Oliveira ya sorprendía con sus dibujos. Jesús, María y otras figuras religiosas eran habituales en los trazos de una precoz capacidad que deslumbraba a todos. Su mamá, peluquera y gran devota de su fe en Dios, siempre fue su principal fuente de inspiración; además de muchas tías que a la distancia siempre lo apoyaron enviándole sus primeros crayones y marcadores. Hoy sus obras visten los muros de la Ciudad de las Cataratas y despiertan la admiración de propios y extraños.
Es que el niño-artista creció, terminó sus estudios gracias al esfuerzo de su madre y, al finalizar la escuela secundaria ingresó a la Facultad de Arte y Diseño de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM), en Oberá.
Cuando llegó solo pensaba en dibujar, pero una vez allá, no solo se encontró con dibujos sino que además descubrió un gran abanico de disciplinas dentro de la carrera, como pintura, cerámica, escultura y otras expresiones. Se destacó en grabado. Fue ayudante de cátedra y en todas las materias tuvo excelentes notas. Cuando concluyó su curso de grado hizo un pos grado en Artes Plásticas, pues esa ocasión un ángel llamado Eduardo Arrabal apadrinó sus estudios.
Sin embargo el quiebre en su carrera se dio cuando conoció a un famoso artista llamado Sebastián Zapata, que le enseñó a usar el aerosol. Zapata viajaba y pintaba en diferentes ciudades. Cuando se cruzó en su vida fue como un destello. Desde entonces su pasión por el arte urbano no paró.
Su primer trabajo lo hizo en Oberá, cuando siendo apenas estudiante dejó sus huellas en la ciudad. Pero la vida le tenía preparada una sorpresa de múltiples colores: su gran amor, su esposa Tamira, con quien formó pareja hace ocho años. Desde entonces es su compañera en todo momento, detrás de cada uno de sus trabajos está su ojo clínico, dándole su punto de vista.
Antonio pasó por algunos grises y tuvo que hacerse multifacético: trabajó de mozo, en una panadería, en una repostería, como ayudante de cocina, en hoteles, en Cataratas, en una estación de servicio
entre otros lugares; todo por el bien de su familia.
En 2014 su debilidad por el arte corría con fuerza por sus venas y pintó su primer mural en la costanera de Iguazú. Lo hizo basándose en la leyenda de Naipy y Tarobá. Así pudo llevar adelante la realización del primer encuentro de Arte Urbano en la Cuidad de las Cataratas, oportunidad en la que participaron 22 artistas de todo el país, a quienes conoció en sus viajes y enlazaron sus almas con la misma pasión. Desde entonces perdura la amistad.
Para concretar ese evento contó con el total sostén del actual intendente Claudio Filippa, que ya lo había apoyado en su gestión anterior.
Las obras de nuestro artista no solo se encuentran en Iguazú: existen trabajos suyos en Córdoba, Buenos Aires, Salta, San Juan, Mendoza, La Paz (Bolivia); también pintó en una universidad de Cochabamba (Bolivia), y en varios encuentros de artistas grafiteros.
Para él, su obra más importante en Iguazú es la de Los pioneros, su primer trofeo -según confiesa- lo obtuvo en su propio barrio y está a la vista de todos: una obra de más de tres metros de altura que creció sobre los monoblocks del barrio 300 Viviendas.
En la esquina de Victoria Aguirre y República Argentina, iguazuenses y turistas disfrutan de la representación de la leyenda en vida de nuestro pueblo originario: la abuela y chamana doña Laura, de la Aldea Yasy Porá, madre del cacique Roberto Moreira. Esta figura está inspirada en la fuerza mbya, su lucha y su resistencia. Su último trabajo Tupá Mbae Resiste (Dios de esta tierra resiste) está en las 600 Hectáreas, Tekoa Fortín Guaraní, y en este lugar retrató al cacique Miguel Morínigo.
No solo va haciendo de la cuidad su mejor galería de arte, sino que va sembrando arte en pequeños corazones, dando clases de dibujo en la Escuela 615 los miércoles y viernes, de 15 a 18, y los martes en el Nido del barrio Los Cedros, de 17 a 19.
Su casa es como una verdadera obra de arte. Su bitácora es un museo impresionante de artistas con los que estuvo. Se nota que no se percata de su grandeza y de cómo cambió la historia de la cuidad con su arte. Va camino a convertirse en una leyenda pero parece que él no se da cuenta.
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